El 22 de junio, Simon Romero, Natalie Kitroeff y Jody García publicaron un artículo en el New York Times que resultó ser un ataque a las elecciones que Guatemala celebró el pasado domingo 25 de junio.
Este artículo se suma a una larga lista de recientes artículos de los medios de comunicación que intentan retratar a Guatemala como un país que se está inclinando hacia el autoritarismo, limitando la libertad de prensa y la participación política, todo en medio de una situación deteriorada en cuanto a los derechos humanos. En resumen, nos advirtieron que estas elecciones podrían ser la sentencia de muerte para la democracia en Guatemala.
Nada de esto resultó ser cierto. La noticia de la muerte de la democracia en Guatemala fue prematura y desinformada.
La gran sorpresa de las elecciones del pasado domingo fue el fenomenal desempeño del izquierdista Movimiento Semilla. Esto fue en contra de los diversos intereses del partido político gobernante, el sector privado y la población conservadora de Guatemala. Para su crédito, Semilla avanzó, contra todo pronóstico, a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo el 20 de agosto de 2023. Se enfrentará a otro partido de izquierda: UNE.
Semilla también superó las expectativas al ganar al menos 23 escaños en el nuevo legislativo, más de tres veces lo esperado. En la segunda vuelta presidencial, dos partidos de izquierda claramente identificados se enfrentarán por la presidencia por primera vez en la historia política de Guatemala. La candidata de UNE es Sandra Torres, una experimentada líder política de la izquierda guatemalteca. Del mismo modo, Bernardo Arévalo de Semilla es un líder político claramente inclinado a la izquierda en el espectro político guatemalteco.
Los resultados electorales dejan al descubierto el descarado intento de los medios de izquierda por desacreditar las elecciones en las que pierden o creen que perderán. Esta vez, la deshonesta narrativa les salió mal. El impresionante desempeño de los candidatos de izquierda los ha dejado en evidencia. Resulta que la red internacional de medios y grupos de pensamiento de izquierda intentó desacreditar y deslegitimar un proceso electoral en el que los candidatos de izquierda resultaron ser los claros ganadores.
Ni el gobierno de Guatemala ni las élites políticas y económicas del país pudieron detenerlos. Al final, fue un proceso justo y transparente. La izquierda ganó de manera justa y legítima.
También se desmintió la narrativa de la intolerancia de la derecha. En palabras de Rodrigo Arenas, propietario del medio de comunicación favorito de los conservadores y los liberales clásicos en Guatemala, RepúblicaGT:
“Hoy hay dos grandes ganadores: Bernardo Arévalo y Semilla, y la democracia guatemalteca. Hoy demostramos que en Guatemala las elecciones siguen siendo libres y democráticas. ¡Felicitaciones a los ganadores! ¡Vamos Guatemala!”
No se podía esperar una declaración tan conciliadora por parte de la izquierda, que desde el principio se comprometió con la narrativa de elecciones manipuladas, injustas e ilegítimas.
Es en este contexto que se debe leer el sensacionalista artículo del Times. El artículo alegaba que Blanca Alfaro, magistrada del Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Guatemala, se había presentado en la Embajada de Estados Unidos en Guatemala para denunciar que había recibido sobornos de Miguel Martínez, un estrecho aliado del presidente Alejandro Giammattei. El propósito aparente era influir en los resultados electorales, aunque el artículo del Times ni siquiera alegaba un quid pro quo explícito.
No nos equivoquemos: el artículo tenía la intención de tener el impacto de una “Sorpresa de octubre” en las elecciones guatemaltecas y poner en duda la legitimidad de todo el proceso electoral. El Times citó a una académica canadiense, Regina Bateson, quien afirmó que el resultado sería una “elección que socavaría la democracia”.
El artículo del Times afirmaba que la autoridad electoral del país había “descalificado a todos los candidatos serios en la carrera que podrían desafiar el status quo”. Los resultados electorales han desmentido en gran medida estas irresponsables afirmaciones.
Si bien la veracidad de las acusaciones del Times no pudo ser determinada a tiempo antes de las elecciones, según su diseño, ciertamente, los estándares periodísticos del Times pueden ser cuestionados. Una vez más, se publicó un artículo del Times justo antes de una elección, lleno de difamaciones y escaso en evidencia, lógica y sentido común. Todo esto sirvió para avanzar en la narrativa de los medios de izquierda que aspiraban a deslegitimar las elecciones de Guatemala. Para lograrlo, estos medios (representados por el Times) estuvieron dispuestos a suspender los estándares del periodismo profesional.
¿Cómo? La única fuente para la historia del Times fue un testigo anónimo que supuestamente tenía miedo de presentarse por temor a represalias. Tanto Alfaro como Martínez negaron las acusaciones, como admitió el mismo Times en el mismo artículo.
El Departamento de Estado de Estados Unidos se mantuvo en silencio sobre el asunto y no hubo confirmación de las acusaciones sustantivas que respaldaban el artículo del Times. A pesar de ello, lo publicaron de todos modos.
Resultó ser mucho ruido por nada.
Una vez más, el Times publicó un artículo espectacularmente equivocado, mucho ruido por nada. La izquierda ganó, de manera justa y legítima, y gobernará Guatemala durante los próximos cuatro años. La narrativa de conspiración de los medios de comunicación de izquierda sobre políticos corruptos, exmilitares y “élites depredadoras” en el sector empresarial (usando la frase del Departamento de Estado de Estados Unidos) nunca se materializó. Todas las personas legalmente elegibles pudieron participar. Una vez más, ganó la oposición de izquierdas.
La democracia está viva en Guatemala. El progreso gradual de Guatemala hacia la consolidación democrática continúa. Desde la victoria militar sobre la insurgencia totalitaria comunista y la transición hacia el control civil del gobierno, el país ha celebrado ocho elecciones nacionales. A diferencia de Estados Unidos en 2016 y 2020, ninguna ha sido seriamente cuestionada, ni a nivel nacional ni internacional.
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