Por Orlando Gutiérrez Boronat
Aunque el régimen comunista en Cuba se está debilitando y su economía se desmorona, este sistema aún representa una gran amenaza para la seguridad de Estados Unidos y los países democráticos del hemisferio occidental.
Ataques recientes del aparato de inteligencia y subversión del régimen ya han dejado huellas en las instituciones democráticas de la región.
Desde implantar sistemas represivos en Venezuela y Nicaragua hasta la intervención en legítimas protestas sociales de Colombia y Chile en aras de agendas radicales, la influencia letal del totalitarismo cubano está en camino de lograr el ansiado objetivo de Fidel Castro de crear un nuevo bloque de Repúblicas Socialistas Unidas en el hemisferio occidental americano.
Los crímenes contra la libertad y los derechos humanos en Nicaragua y Venezuela constituyen no solo una transgresión a la soberanía de estos países, sino también una clara provocación a los estándares y a las normas del sistema interamericano creados a lo largo de décadas de lucha por la libertad.
Debido a que sus operaciones agresivas no han sido contrarrestadas, tanto las dinastías de Ortega, Maduro y Díaz-Canel, como sus potenciales herederos marxista-leninistas, se sienten envalentonados en su afán de controlar el hemisferio al mismo tiempo que reciben apoyo financiero y operativo de la inteligencia china y rusa.
Las sanciones de Estados Unidos contra el régimen cubano y algunos de sus funcionarios son una manera efectiva de detener sus avances.
Desde que Estados Unidos endureció las sanciones —en la era posterior a Obama—, el régimen se ha enfrentado a más protestas sociales espontáneas, más infraestructura en deterioro y una economía en bancarrota mientras se aferra con desesperación a obsoletas y corruptas políticas económicas estalinistas.
De esta forma, el régimen ha ido perdiendo el control sobre la población. Pronto se presentarán oportunidades para que el pueblo cubano rescate su país y haga una transición hacia la democracia, pero para esto Estados Unidos debe demostrar su valentía moral al continuar utilizando sanciones económicas contra los opresores.
Al ponderar la eliminación de las sanciones, la administración Biden debe considerar el impacto de las operaciones de inteligencia del régimen en toda Latinoamérica y tomar en cuenta la tortura, el encarcelamiento e incluso la muerte que muchos cubanos han padecido por su libertad.
Si no se le pone freno a la expansión de las ideas totalitarias, esto desembocará en una amenaza sin precedentes para la seguridad nacional de Estados Unidos y de todo el hemisferio occidental. La única forma de evitar este escenario es lograr un verdadero cambio democrático en Cuba.
Por lo tanto, la administración Biden debería dar los siguientes cuatro pasos:
Primero, debería comenzar a trabajar con la Unión Europea y otras democracias en un esfuerzo diplomático conjunto para ejercer presión internacional sobre el régimen comunista cubano.
Segundo, Estados Unidos debe rechazar cualquier concesión unilateral a la dictadura cubana o debe imponer sanciones directas a individuos claves del régimen. Adoptar una posición firme contrarrestará la asistencia financiera de Rusia, China e Irán al mismo tiempo que obligará al régimen a dar pasos significativos hacia una apertura política.
Sin duda alguna, habrá quien argumentará erróneamente que las sanciones perjudicarán al pueblo cubano, pero la realidad es que el verdadero bloqueo económico no ha sido impuesto por Estados Unidos sino por el régimen. Desde sus inicios, el régimen cubano utilizó los mismos métodos para controlar a la población y sofocar el progreso de la nación cubana, sobre todo en la agricultura y la producción de alimentos.
Tercero, como condición para eliminar las sanciones, el régimen debe poner fin a todo tipo de represión. Todos los presos políticos deben ser liberados. La sociedad civil y los partidos políticos tienen que ser legalizados. La isla también debe celebrar elecciones multipartidistas con supervisión internacional.
Cuarto, en lugar de eliminar las sanciones, la administración Biden debería trabajar estrechamente con las organizaciones de la resistencia cubana dentro y fuera de la isla. Esto dejaría patente que Estados Unidos otorga reconocimiento oficial a una alternativa federada que no responde al Partido Comunista. Sería un paso significativo para que la administración Biden propicie un cambio democrático en Cuba.
Estos pasos ayudarían al verdadero pueblo cubano que tanto ha sufrido. Una ayuda que merecen desde hace mucho tiempo. Son pasos deseados por la gran mayoría de los hispanos en Estados Unidos para mantener al hemisferio occidental como baluarte de la libertad.
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