La relación entre EE. UU. y Guatemala es demasiado importante para el partidismo

Lea con cautela: Si EE. UU. pierde a Guatemala, pierde a Centroamérica

La relación entre EE. UU. y Guatemala es demasiado importante para el partidismo. Si EE. UU. pierde a Guatemala, pierde a Centroamérica.

Si EE. UU. pierde a Guatemala, pierde a Centroamérica. (Flickr)

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En medio de la reciente atención brindada a potencias rivales en Europa, Asia y Medio Oriente, poca consideración se le ha dado a la posición que ocupa Estados Unidos en Centroamérica y sus relaciones con países específicos como es el caso de Guatemala.

La relación entre Estados Unidos y Guatemala es esencial para las dos naciones. En el frente comercial, Estados Unidos es el principal socio de Guatemala, representando más de $114.000 millones en transacciones comerciales en los últimos 10 años. Asimismo, Estados Unidos es el principal socio comercial del resto de principales socios comerciales de Guatemala. El comercio, sin embargo, no es el único factor importante en esta relación bilateral.

Durante la Guerra Fría, la victoria más decisiva de la contraestrategia liderada por Estados Unidos contra los movimientos revolucionarios, inspirados en los soviéticos, que se arraigaron en Latinoamérica fue en Guatemala. En ningún otro lado era de tal importancia ganar la Guerra Fría como en zonas cercanas a las costas estadounidenses. Después de todo, Estados Unidos siempre fue puesto como el último dominó. Irónicamente, Guatemala fue fundamental para la victoria estadounidense sobre el comunismo soviético en Latinoamérica después de que la administración de Jimmy Carter cortó la ayuda militar estadounidense a Guatemala bajo el argumento de abusos a los derechos humanos.

Con el paso de los años, Guatemala permaneció como el aliado más firme de Estados Unidos en Centroamérica. Incluso hoy en día, Guatemala puede ser considerado como uno de los pocos países en el mundo que apoya la política exterior de Estados Unidos en foros internacionales en cuanto a países en batalla como Israel y Taiwán. Hoy, Guatemala es el país centroamericano que trabaja más activamente para mitigar el flujo de inmigración y drogas ilegales hacia Estados Unidos.

Guatemala debería ser considerado un aliado clave de Estados Unidos, sin importar la inclinación ideológica del gobierno particular en cualquiera de los países. Habiendo dicho eso, cualquier par de gobiernos que comparta una misma ideología básica tiene mayor probabilidad de compartir más prioridades políticas en común así como en su intensidad en las preferencias sobre los resultados de las políticas.

Un gobierno de izquierda tiene programado asumir su cargo en Guatemala el 14 de enero, con el presidente electo, Bernardo Arévalo, del Movimiento Semilla —un partido de izquierda no radical—. En este momento, un gobierno guatemalteco así encontrará abundantes prioridades en común con el actual gobierno estadounidense.

Sin embargo, la presidencia estadounidense puede cambiar después de la siguiente elección presidencial. Si la elección fuera hoy, el favorito a ganar sería Donald Trump. La última vez que Trump fue presidente, las relaciones entre Estados Unidos y Guatemala cambiaron significativamente, al igual que la relación entre la Organización de Naciones Unidas y Guatemala. Cómo las futuras relaciones entre Estados Unidos y Guatemala serían impactadas por una victoria electoral de Trump en 2024 sigue siendo una duda.

El futuro de la relación entre Estados Unidos y Guatemala no debería correr ningún riesgo ni incertidumbre dependiendo de los particulares gobiernos que estén al mando de cada país. La región, después de todo, es clave para la seguridad nacional de Estados Unidos en muchos frentes, incluyendo migración, tráfico de drogas, infiltración terrorista y la penetración del lado débil de Estados Unidos a manos de poderosos rivales.

La política exterior estadounidense debería tomar estos factores en cuenta. Mientras tanto, uno esperaría una política exterior que castigue a los adversarios y recompense a los aliados, ayudándolos para que gradualmente sean mejores Repúblicas con economías de mercado.

Desafortunadamente, este no es siempre el caso. En 1979, la profesora de la Universidad de Georgetown, Jeane Kirkpatrick, publicó su famoso ensayo Dictatorships and Double Standards. Bajo el presidente Jimmy Carter, Estados Unidos promovió agresivamente una agenda de derechos humanos que fue dura con aliados estadounidenses como Irán y Nicaragua. Kirkpatrick criticó este enfoque porque Estados Unidos terminó debilitando a autócratas moderados que eran aliados de Estados Unidos, solo para que fueran reemplazados por autócratas más extremistas y/o regímenes revolucionarios totalitarios hostiles hacia Estados Unidos. Debido en gran parte a fallas percibidas en políticas exteriores, Carter perdió las presidenciales de 1980 frente a Ronald Reagan, cuyas políticas firmes y anticomunistas de paz a través de la fuerza terminó venciendo la Guerra Fría.

Avanzando hasta la actualidad, la presión estadounidense para lograr cambios nacionales y subnacionales han producido un retroceso predecible para Guatemala. Los últimos años (2017-2019) de la Comisión contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), apoyada por la Organización de las Naciones Unidas, resultó ser un experimento polarizante que dividió a los guatemaltecos en términos políticos. Aunque permanece como el experimento favorito de la comunidad internacional, la CICIG se alejó de su mandato original. La CICIG desató un esfuerzo anticorrupción que fue criticado, entre otras cosas, por obviar los derechos al debido proceso. A causa de la fuerte oposición de reputados actores internacionales, que la CICIG había imprudentemente provocado, la CICIG, apoyada por Estados Unidos, fue obligada a salir de Guatemala.

La CICIG no limitó sus intromisiones en los asuntos internos de Guatemala ni en asuntos legales con respecto a corrupción. La CICIG se involucró en asuntos controversiales como una reforma constitucional y así, la Organización de las Naciones Unidas presionó para llevar a cabo una reforma constitucional en Guatemala que incluyera derechos colectivos de indígenas. El comisionado de la CICIG, Iván Velásquez, apoyó abiertamente esto al igual que la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Este asunto tenía poco que ver con el mandato original de la CICIG ni los objetivos de las políticas exteriores de primer orden de Estados Unidos en la región y tensó la relación bilateral entre Guatemala y Estados Unidos.

El asunto terminó fallando pero no sin antes manchar la reputación de la CICIG y tensar innecesariamente las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Guatemala. Incluso hoy, las percepciones de presión estadounidense sobre Guatemala está llevando a muchos actores importantes a cuestionar el apoyo incondicional que Guatemala ha mostrado por los objetivos de las políticas exteriores estadounidenses.

Tradicionalmente en Guatemala, como en el resto de la región, los fortines a favor de China y Rusia y en contra de Estados Unidos han estado compuestos de intelectuales, políticos y comentaristas de izquierda. Si se los deja a cargo de sus preferencias, ellos abandonarían las prerrogativas de las políticas exteriores de Guatemala hacia Israel y Taiwán como primer ítem en su agenda. Esto sería un gran golpe a la política exterior estadounidense en la región y el mundo.

Se necesita adoptar un acercamiento más pragmático y gradual en cuanto al aliado más leal a Estados Unidos en la región. Si Estados Unidos pierde a Guatemala, pierde a Centroamérica.

Este artículo refleja únicamente la opinión del autor, mas no necesariamente la opinión del Impunity Observer.

Nicholas Virzi

Nicholas Virzi is dean of the ASTRA Institute for Leadership and Governance.

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