El presidente salvadoreño Nayib Bukele hizo una intrigante oferta: ciudadanía inmediata para 5.000 intelectuales que quieran mudarse a El Salvador. Pese a la falta de detalles y sola una publicación en X, su propuesta da cabida a una pertinente y fascinante pregunta: ¿hace sentido esto tanto para la nación receptora como para los recién llegados?
Incluso si asumimos que Bukele puede atraer 5.000 científicos, ingenieros, doctores, artistas y pensadores altamente capacitados, la respuesta no es sencilla. Así como entre potenciales empleadores y empleados, los resultados ganar-ganar en una transacción están lejos de ser garantizados, pues la información es asimétrica. Los extranjeros no conocen El Salvador, y El Salvador no conoce a los extranjeros.
Sumemos a ello, los objetivos mal alineados. Los salvadoreños quieren contribuyentes tributarios de largo plazo, inversores y emprendedores para impulsar el desarrollo económico –en palabras de Bukele–, “generar un impacto inmenso en la sociedad [salvadoreña] y el futuro del país”. Sin embargo, los extranjeros no se mudan para pagar impuestos ni para invertir en lugares con un perfil de retorno riesgoso. Además, estos nuevos “ciudadanos” no tendrán gota de afinidad patriótica y posiblemente se aislen o apenas se establezcan en El Salvador.
El Salvador necesita más que talento
A primera vista, 5.000 personas destacadas parece ser claramente una buena y fructífera jugada. Como lo explica en Hive Mind (2015) el economista Garett Jones de George Mason University, el coeficiente intelectual de una nación es esencial para la prosperidad. El coeficiente intelectual promedio de El Salvador es alrededor de 80. Este puntaje es más que una desviación estándar a la baja en relación a los promedios de Canadá y Estados Unidos, y más que insuficiente para el estilo de crecimiento de Singapur y una economía de primer mundo.
La necesidad de un elevado capital humano para El Salvador es evidente, y la migración es la forma más rápida de cambiar la demografía de una nación –sea con el ingreso o salida de personas–. No obstante, incluso 5.000 individuos talentosos con coeficientes intelectuales superiores a 120 (que destaquen en El Salvador) es arena en el desierto entre 6 millones de habitantes.
Para potenciar el desarrollo, los 5.000 recién llegados necesitarían integrar y replicar su impacto más allá de lo que hace un nómada digital. Esto incluye:
- crear negocios disruptivos,
- defender el libre mercado,
- mantener una cultura cívica ejemplar, y
- liderar instituciones educativas.
Si los 5.000 hacen esto, podrían tener un efecto de cambio positivo y potente. Pueden elevar las expectativas de desarrollo, la transparencia y el alfabetismo. Así, podrían incentivar a los salvadoreños talentosos a quedarse en el país y atraer más de los extranjeros adecuados.
¿Quién debería empacar sus maletas?
Mudarse a El Salvador no es para todos. Mi recuerdo más impactante de mi tiempo allá fue la cantidad de guardias cargando ametralladoras. En un pequeño concierto de rock, por ejemplo, los locales estaban tranquilos al ver en la entrada cerca de una docena de hombres con sus armas.
El imperio de la ley es débil. Además de la censura, Bukele ha burlado desvergonzadamente la clara prohibición constitucional de reelección presidencial. Quienes quieran instalarse en El Salvador deben saber con quién están lidiando y ver más allá de la cobertura mediática servil de quien se ha descrito a sí mismo como rey filósofo. Nótese que la proclamada ciudad bitcoin en El Salvador, anunciada por Bukele dos años atrás, no se ha concretado. Unos pocos entusiastas de las criptomonedas se mudaron y aún esperan, mientras que otros ya partieron a nuevos destinos.
Aquellos que busquen emprender deben leer World of Opportunity (2023) de Yusuf Amdani. Oriundo de Pakistán, él se mudó al vecino país de Honduras a inicios de los noventa y ha alcanzado un éxito tremendo, relatado en su libro autobiográfico. Principalmente, promueve la creación de una nación dentro de una nación: invertir en infraestructura, con todo lo que eso implica, mucho más allá que una sola empresa.
Existen ventajas notorias de sentar raíces en una nación relativamente pequeña, en vías de desarrollo. Habrá mano de obra barata, menos corrección política, menos prohibiciones, y la posibilidad de mayor influencia en las élites. Como en Ecuador y Panamá, El Salvador utiliza el dólar estadounidense, lo que hace que las transacciones internacionales sean un dolor de cabeza menos. La proximidad de El Salvador a Norte América también es favorable para el nearshoring y el desarrollo profesional.
La oferta de ciudadanía de Bukele puede ser atractiva para conseguir un segundo pasaporte, una residencia a tiempo parcial o un lugar de escape con un plan B. En ese caso, las expectativas de los recién llegados serán menores: viajar sin visado, vivir a bajo coste y contar con un refugio. El Salvador cumple estas expectativas, y su pasaporte es sorprendentemente sólido, con acceso al espacio Schengen y a la Unión Europea.
Sin embargo, si lo de echar raíces va en serio, los visitantes deben unir los atributos que El Salvador necesita. Más allá del español, eso sugiere una mentalidad emprendedora, una baja preferencia temporal, experiencia en liderazgo y capacidad para superar el síndrome del impostor. Esto sugiere que los mejores candidatos serán personas adineradas y/o con estudios –incluidos exiliados– procedentes de países latinoamericanos en dificultades, como Venezuela y la cercana Nicaragua.
Que un anglosajón con talento se traslade a El Salvador, se integre y salga mejor parado es un escenario difícil: extremadamente improbable. Estas personas encontrarán pocas perspectivas de empleo, tendrán dificultades para adaptarse a las costumbres locales y se marcharán o se agruparán en comunidades de expatriados angloparlantes. Los que se queden posiblemente busquen construir enclaves que se conviertan en islas del primer mundo, similares a San Miguel de Allende en México y Roatán en Honduras.
Las islas de desarrollo, que incluyen a unos cuantos nómadas digitales, no perjudicarán a El Salvador, pero podrían generar resentimiento. Los hijos de expatriados estarán mejor preparados para manejar el país. Sin embargo, mi observación personal es que tienden a regresar al primer mundo en busca de oportunidades laborales y educativas notablemente mejores. Eso es de esperar cuando el PIB per cápita salvadoreño es de unos $6.000.
La idea de Bukele merece un aplauso, pero el resultado a largo plazo que se busca depende de los atributos de cada recién llegado. No vale cualquier persona dotada. Esto subraya la necesidad de una selección que facilite una convergencia de objetivos y una alta probabilidad de integración. Identificar a jóvenes inclinados hacia la compatibilidad cultural y el liderazgo ético en una economía potencialmente competitiva y de laissez-faire es más fácil decirlo que hacerlo. Además, la selectividad requiere un gran número de solicitantes, por lo que las ventajas fiscales ofrecidas deben ser convincentes y estar estructuradas para fomentar una presencia física a largo plazo.
Join us in our mission to foster positive relations between the United States and Latin America through independent journalism.
As we improve our quality and deepen our coverage, we wish to make the Impunity Observer financially sustainable and reader-oriented. In return, we ask that you show your support in the form of subscriptions.
Non-subscribers can read up to six articles per month. Subscribe here.