Muchas naciones en desarrollo cuentan con valiosas reservas de recursos naturales. Sin embargo, convertirlas en desarrollo económico sostenible, en lugar de una dosis de ingresos momentáneos, resulta más complejo de lo que parece.
Como punto de partida, debemos considerar las perspectivas de los inversores. La nación anfitriona busca impulsar la creación de empleos, generar más ingresos tributarios, capacitar a su capital humano y contribuir a sectores económicos tangenciales, al mismo tiempo que busca minimizar los posibles efectos secundarios. Estos beneficios surgen solamente si los inversores, líderes en la industria, perciben retornos favorables y se suman al juego.
Un ambiente regulatorio y cultural favorable a la explotación de los recursos es crucial, sin una pronunciada resistencia política ni corrupción. Los inversores no son el enemigo, y lo que ellos buscan es un bajo riesgo geopolítico y una infraestructura confiable. Con los ingredientes correctos, la nación anfitriona puede beneficiarse, no solo de los commodities, sino también de la oportunidad de agregar valor a la minería mediante la oferta de instrumentos financieros.
Canadá lo hizo en los siglos XIX y XX y ahora es un ejemplo en cuanto a infraestructura minera. Las acciones y oficinas de las compañías mineras canadienses, especialmente las de exploración, sobresalen de las estadounidenses. Han habido traspiés, como el Bre-X en los noventa, pero Canadá se ha convertido en un regulador de facto mundial en términos de minería.
De primera mano
Investing in Resources, un libro escrito por Adrian Day en 2010 (341 páginas), relata las perspectivas de los inversores. El inglés residente en Puerto Rico es un administrador de portafolio enfocado en minería y escritor del boletín de correo Global Analyst. Su libro se ha mantenido en el tiempo e, inadvertidamente, ofrece valiosos mensajes para los formuladores de política pública con mente abierta.
Lo atractivo del libro proviene de su promoción por potenciales retornos lucrativos de la minería. Con el subtítulo, “Cómo ganar dinero de su tremendo potencial y evitar los riesgos”, Day transmite sus dudas sobre un superciclo de mercado alcista en el largo plazo, pese a estar en medio de extrema volatilidad en el corto plazo: “Espere una obsesión en commodities, incluso una mayor a las obsesiones en cuanto a la vivienda en EE.UU. o las acciones de internet antes de esto. Los inversores astutos han hecho fortunas.” La obsesión se mantiene en las cartas en 2024.
En particular, Day enfatiza la creciente demanda industrial de China, la cual ha permanecido desde 2010. Con el aumento de costos de exploración y de tiempos de producción, podemos ver cómo se libra la batalla de los recursos en tanto que el régimen dictatorial busca bloquear su acceso e incrementar su influencia global, en particular con su iniciativa de la Franja y la Ruta.
Adicionalmente, Day menciona que las monedas fiduciarias, especialmente el dólar estadounidense, se debilitan. Los crecientes déficits y el envejecimiento de las poblaciones no aseguran otra cosa más que una mayor inflación en los próximos años. En consecuencia, los inversores sabios buscarán activos reales, en lugar de los denominados en dólares. La pérdida del dólar es la ganancia de los commodities, especialmente en el caso de los metales preciosos, el refugio de la devaluación monetaria por excelencia.
La oportunidad minera, no obstante, tiende a quedarse estancada entre capas de impedimentos. Los inversores gentilmente han compilado sus preocupaciones en un indicador: la prima de riesgo. Generalmente asociada con los bonos soberanos, la prima de riesgo es el retorno adicional sobre el índice de referencia o la alternativa libre de riesgo para justificar la inversión. Una prima de riesgo baja es un indicio de desarrollo económico, y debe ser una prioridad alta al emitir políticas públicas.
Cómo superar las expectativas
Lo que no se debe hacer sería más sencillo de escribir. Esto incluye permitir que los colectivos que impulsan paros y bloquean las mineras determinen la política minera. La reciente debacle de la minera Cobre Panamá es un ejemplo. Quizás la nacionalización de la minera Las Cristinas en Venezuela en 2008 fue mucho peor, con Crystallex en su búsqueda infructuosa por una compensación hasta diez años después. Los desafíos de Pan American Silver en Guatemala con la mina de plata Escobal es otro caso de violencia arbitraria y pérdida de valor.
Desafortunadamente, las percepciones amigables con la minería mejoran muy lento y empeoran muy rápido. Por eso es que una nueva constitución en Chile sería problemático, puesto que ha mantenido una favorable reputación para la inversión minera con respecto a los países vecinos.
Los dividendos por regímenes legales claros aumentan en el largo plazo, y esto requiere de autocontrol y responsabilidad por parte de los gobernantes de una nación. Una táctica para facilitar esto puede ser un fondo soberano de riqueza, similar a Noruega, a fin de mantener las regalías fuera de las manos de los políticos de turno. Un fondo de esa naturaleza tendría sus propios desafíos, pero los retornos beneficiarían a generaciones futuras y permitirían estabilidad en los ingresos.
En término de política pública, el Fraser Institute de Vancouver señala en la dirección correcta en su reporte, Encuesta Anual de Compañías Mineras, que incluye un índice de percepción “que mide los efectos de la política gubernamental en las actitudes hacia la inversión en exploración”. El Fraser Institute consulta a compañías mineras y de exploración sus perspectivas sobre varias jurisdicciones. En términos de la materia, esto es una mina de oro para formuladores de política pública que buscan mejorar su posicionamiento. Los autores del reporte recalcan la importancia de impuestos bajos y procesos regulatorios amigables. La lista está encabezada por Utah, Nevada, Saskatchewan, Australia Occidental –donde la minería es un componente central y apreciado de la economía–. Quienes aspiren a mayor inversión minera pueden emularlos o implantar aún mejores regímenes.
Un nexo más allá de los recursos
En su libro, Day identifica oportunidades sólidas y los desafíos de los inversores enfocados en minería, y explica con lujo de detalle cómo invertir el dinero personal o institucional en este sector. Además, aborda el panorama financiero de los metales preciosos (oro, platino y plata) y los metales básicos (plomo, cobre, níquel, aluminio y zinc).
No existe lectura fácil, y esta resulta menos relevante para los formuladores de políticas, pero un tema fundamental emerge en la sección del libro sobre la construcción del portafolio. Day revela el tremendo valor agregado de los intermediarios, custodios y mercados secundarios. Esto puede darse en fondos de inversión cerrados, fondos negociados en bolsa, proveedores de almacenamiento, compañías de datos financieros y colocaciones privadas.
Esto me recuerda el mercado del cacao en Honduras, donde los agricultores desafortunadamente tienden a vender el commodity a precios bajos a productores americanos o europeos. Los compradores procesan el cacao y lo venden bajo marcas reconocidas, gozando de una mayor proporción del precio pagado por los consumidores.
Canadá se ha vuelto el destino para un amplio nexo minero, añadiendo valor y manteniéndose solvente durante la pandemia. Con paciencia y convicciones adecuadas, otras naciones pueden lograr lo mismo con sus recursos, al impulsar la oportunidad de desarrollo que brinda la minería.
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