Por Robert Knight
La tiranía puede llegar rápido con tanques y botas militares. O puede llegar gradualmente, suprimiendo la libertad y reemplazándola con miedo.
Esta última es a la que nos enfrentamos hoy en día, a medida que los marxistas culturales imponen sus doctrinas y silencian cualquier disenso.
Cada día hay nuevos ejemplos, pero a continuación hay algunos que demuestran por qué toda iglesia o amante de la libertad que permanezca adormilado debe actuar antes de que sea demasiado tarde.
Los gigantes de la redes sociales como Facebook, Twitter, Vimeo, YouTube de Google e incluso Pinterest han estado identificando y censurando a cristianos y conservadores. La mayoría de los casos a instancias de los activistas LGBTQ.
Si este hecho en particular no es de su preocupación, considere la famosa frase del que una vez fue defensor de los Nazis y luego su opositor, Martin Niemoller. Han circulado varias versiones de la declaración del pastor luterano, pero en esencia dice:
Primero vinieron por los socialistas y yo no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie que hablara por mí.
La semana pasada supimos que Amazon prohibió los libros del sicólogo Joseph Nicolosi, Ph.D, por petición de un activista LGBTQ a quien no le gustó la teoría del origen de la homosexualidad masculina que plantea Nicolosi ni su abogacía por la terapia reparativa para reducir dichas inclinaciones.
Esto forma parte de un patrón. El pasado diciembre, Amazon removió una aplicación de Living Hope Ministries, organización que ayuda a las personas que quieren dejar la homosexualidad. Amazon, sin embargo, no tiene problemas en albergar otros productos que promueven distintos tipos de comportamiento sexual por muy malsanos que sean, incluyendo prácticas abominables como la pedofilia (“Intimidad masculina intergeneracional”).
Joe Nicolosi fue un valiente y perspicaz terapista. Fundador y director de la Clínica de Sicología Tomás Aquino en Encino, California, y fundador y presidente de la Asociación Nacional para la Investigación y Terapia de la Homosexualidad (NARTH), murió en 2017 a los 60 años de una cepa virulenta de gripe.
A lo largo de los años, Joe —era un amigo mío— ayudó directamente a cientos de varones a comprender el origen de su sexualidad y el motivo por el cual su comportamiento reflejaba un intento fallido de recuperar su masculinidad. Muchos se casaron y tuvieron hijos, algo que parecía imposible.
Pero el desafiante mundo contemporáneo creado por los activistas LGBTQ y sus seguidores marxistas culturales busca terminar con cualquier esperanza de escape. Han consegido declarar ilegal a todo lo que ellos irónicamente llaman “terapia de conversión” en 18 estados de EE. UU., negando la autodeterminación de clientes y la habilidad de los padres de adquirir terapia autorizada para niños con problemas.
En California, donde un proyecto de ley hubiera prohibido cualquier material que fomente la orientación hacia una identidad sexual natural (hasta y de acuerdo con la Biblia), la malla curricular de la educación básica promueve cualquier forma de actividad sexual imaginable y previene que los padres excluyan de ello a sus hijos.
Los defensores de esta religión pagana con bendición del Estado, encarnada en el programa de lectura de cuentos por drag queens en las librerías públicas, están construyendo, sin piedad alguna, un muro de Berlín para mantener a todos encerrados en su extraña versión de lo que es aceptable. Entonces, libros como Guía de padres para prevenir la homosexualidad y Terapia reparativa de la homosexualidad masculina: Un nuevo enfoque clínico de Nicolosi tienen que ser quemados digitalmente. Hay cierta resistencia: una petición de change.org exhorta a Amazon que reponga los libros.
No solo son libros, hay varias personas que han sido censuradas. La semana pasada, Circles, una conferencia de tres días para diseñadores gráficos, diseñadores de experiencia de usuario, ilustradores y creadores, retiró la invitacion a un director de comunicaciones de una iglesia para su cónclave de septiembre en Richardson, Texas.
David Roark fue rechazado porque el capítulo de Dallas-Forth Worth del Instituto Americano de Artes Gráficas anunció que se negaría a participar debido a la inclusión de alguien de la iglesia que “no cumple con nuestros estándares de inclusión por políticas y prácticas abiertamente discriminatorias hacia las mujeres y la comunidad LGBTQ+”.
Village Church, siguiendo la enseñanza cristiana por más de 2 mil años, considera que el sexo corresponde a una práctica del matrimonio entre un hombre y una mujer. Su pastor, Matt Chandler, junto con Roark, escribieron el libro Tener valor: la valentía cristiana en la era de la no creencia.
El sitio web de Circle enfatiza su “respeto por el diverso mundo de perspectivas y experiencias”. No, en realidad no lo hacen. Más te vale someterte o ya verás.
El 11 de julio, la portada del Washington Post destacó el desfile en Nueva York del equipo de fútbol femenino, que ganó la Copa del Mundo. En el centro de la fotografía, se ubica la capitana del equipo y activista lesbiana Megan Rapinoe, quien utilizó un insulto para describir su reacción en caso de que el presidente Trump la invitara a la Casa Blanca. El título de la noticia fue: “Las reinas de la nueva era”.
En contraste, la defensa estrella del equipo, Jaelene Hinkle, una cristiana, ha sido marginada por no jugar con un uniforme de los colores del arcoiris en un partido amistoso en 2017 durante el Mes del Orgullo Gay.
Es una nueva era, es cierto. Es una nueva era en la que el oscurantismo se hace pasar por luz, y la iluminación es consumida por la oscuridad. Todo esto con la excusa de la tolerancia.
Cuando el fundador de Amazon, Jeffrey Bezos, compró el Washington Post, colocó este eslogan en el banner de la página principal: “La democracia muere en la oscuridad”.
Ahora que Amazon está cayendo en la censura, debemos preguntarnos si Bezos, quien empezó su imperio como vendedor de libros, es consciente de esta ironía.
Este artículo se publicó originalmente en The Washington Times. El autor, Robert Knight, es colaborador de dicho medio.
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