Venezuela, alguna vez la nación más próspera de la región, es el vivo ejemplo de que ningún país es inmune a la fuerza destructiva del socialismo. Este es el mensaje de alarma que Lawrence Castro, diputado venezolano de oposición, quiere que el mundo escuche.
En una ilustrativa entrevista con Steve Hecht, director editorial de Impunity Observer, Castro afirma que el socialismo, la corrupción sistemática y los vínculos del gobierno con organizaciones criminales llevaron al pueblo venezolano a la miseria. Él estima que el régimen chavista y sus aliados se han robado alrededor de $380 mil millones en la última década, de los cuales $11 mil millones aún están depositados en Estados Unidos.
Pese a tener la reserva de petróleo más grande del mundo, los Venezolanos ahora se enfrentan a la difícil decisión entre dejar el país o resignarse a una vida de condiciones precarias. El sueldo mínimo mensual no alcanza ni $2, la inflación anual está alrededor de 1.000.000% y la escasez de gas, medicamentos, comida y otros productos continúa.
La supervivencia ya no está garantizada. Las tasas de mortalidad y desnutrición en recién nacidos y niños de edad temprana ha crecido exorbitantemente. También han surgido brotes de enfermedades ya erradicadas. La deserción escolar en todos los niveles de educación es de 60% o más y el acceso a servicios básicos fuera de la capital Caracas es irregular, en el mejor de los casos.
Además de convertirse en el principal violador de derechos humanos en el país, Castro asegura que el régimen venezolano ha acogido organizaciones de narcotráfico, contrabando y terrorismo. El gobierno de Maduro “ha cedido el 30% del territorio nacional a grupos criminales” como las guerrillas marxistas colombianas ELN y FARC, y las cárceles de Venezuela ahora funcionan como centros de operación del crimen organizado.
Si estas condiciones permanecen, Castro estima que la “diáspora venezolana podría llegar a 8 millones de personas para finales de año”.
Las palabras del diputado Castro demuestran su ímpetu por devolver la estabilidad política y económica a Venezuela mediante mecanismos democráticos. Considera que la coalición Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que obtuvo exitósamente una mayoría cualificada para la Asamblea Nacional en 2015, demuestra que es posible restituir las instituciones venezolanas sin violencia.
Para esto, la oposición liderada por Guaidó —a quien Estados Unidos y otras 59 naciones democráticas reconocen como presidente legítimo de Venezuela— está articulando una estrategia para tomar el poder de forma efectiva. No obstante, Castro reconoce que el tiempo se está terminando y que les queda “unos meses, quizá”. Después de ese periodo no habrá otra salida que la intervención militar, pues las necesidades del pueblo venezolano son urgentes.
El alcance del socialismo en América Latina
El crítico escenario venezolano es producto de un plan articulado por Cuba durante años y apoyado por otros regímenes de izquierda para exportar el socialismo en América Latina. Venezuela fue la víctima más afectada por este movimiento, pero han habido tomas de poder de distintas dimensiones en Uruguay, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros.
Los partidos de oposición y la sociedad civil, en algunos de estos países, tomaron acciones antes de que sea muy tarde, dice Castro. En cambio, los venezolanos no creían viable que un país tan rico como el suyo pueda terminar en algo peor que Cuba.
“A nuestra sociedad la engañaron mediante mecanismos comunicacionales, mediante guerra sicológica, con mucho dinero y con dilemas falsos… y nos hicieron cambiar nuestra libertad por este desastre”, lamenta Castro. Él concluye que censurar otras ideologías y exacerbar el conflicto interno para controlar son dos características determinantes de los regímenes inspirados por los socialistas latinoamericanos.
Por lo tanto, Castro menciona que es fundamental para Venezuela y América Latina fomentar la estabilidad de los mecanismos republicanos y de la economía para recuperar la libertad y detener regímenes destructivos a tiempo.
“La sociedad debe estar pendiente de defender sus instituciones de la corrupción, de las malas prácticas, de los dilemas falsos”, advierte Castro. “Puede suceder, en cualquier parte del mundo, que los malos disfrazados de algo bueno tomen el control”.
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