El éxito electoral de Donald Trump no solo humilló a sus contrincantes republicanos en las primarias, humilló a los sabihondos de Conservative Inc. de Washington, DC, y Nueva York. Cuando surgieron unánimemente como oposición —personificados por la edición En contra de Trump de la National Review—, se presentaron a sí mismos como impotentes.
La falta de logros del frente crítico Conservative Inc. reveló una desconexión con las raíces del Tea Party y el Partido Republicano: la mayoría silenciosa no prestó atención a los líderes de opinión autodesignados. Una nueva generación de pensadores conservadores están igual de envalentonados, con la aparición de American Mind y American Conservative para desafiar a publicaciones posicionadas.
Los políticos no logran ver los méritos y la profundidad de esta corriente. El exprimer ministro canadiense Stephen Harper tiene un mensaje amargo para aquellos que continúan resistiéndose al populismo, el cual llegó para quedarse.
El libro de Harper Aquí y ahora: política y liderazgo en la era de la disrupción (2018, 240 páginas) tiene una seriedad, claridad y profundidad poco común en escritos de políticos. El lector se queda con la sensación, y asombro, que Harper lo escribió solo. Él también lee la versión de audio, para quienes prefieren escuchar (siete horas).
Por qué Harper merece ser escuchado
Harper está distintivamente cualificado para abordar la fractura dentro del conservadurismo entre lo que él describe como los de alguna parte (nacionalistas) y los de ninguna parte (globalistas). Por un lado, él ha estado por décadas en cargos de poder político. También tiene una posición distinguida y es el actual presidente de la Unión Democrática Internacional, una “alianza global de centro derecha”.
Por el otro lado, las raíces intelectuales de Harper están en el círculo de pensadores conservadores de la Universidad de Calgary, donde él completó sus programas de pregrado y posgrado en Economía. Tom Flanagan del Departamento de Ciencia Política, y autor de El equipo de Harper: detrás de escena en el ascenso conservador al poder, fue un mentor notable.
Harper ha predicado con el ejemplo. Su éxito al ser reelegido para el más importante empleo en la progresista Canadá, incluso durante la Gran Recesión en 2008, consolida su influencia en el liderazgo conservador efectivo. Aunque no es un puritano ideológico, Harper tiene una visión favorable sobre Estados Unidos —más que un reciente presidente estadounidense que no deberíamos mencionar—, por lo que su elegibilidad contradijo al ferviente antiamericanismo en el Gran Norte Blanco.
Lo que los políticos no ven
El mundo occidental se está dividiendo, como Charles Murray ilustremente escribió con particular referencia a Estados Unidos. Mientras que la innovación tecnológica ha permitido mejores estándares de vida, hay un creciente vacío de valores y resultados. Muchas personas están perdiendo el rumbo. Los síntomas abundan: más embarazos extramaritales, la epidemia del opio, incluso una generación entera convirtiéndose en movimientos radicales como Occupy Wall Street y la mal denominada Antifa.
Cada vez más personas se sienten excluidas, alienadas y frustradas, y Harper dice que los políticos y pensadores conservadores harían bien en no ignorarlas. Muchas quejas populistas son legítimas y la responsabilidad para aquellos que se involucran en la vida política es entenderlas y resolverlas. Desestimar los sentimientos generales de la clase trabajadora con insultos solamente empeora el problema.
Lane Scott capturó el sentimiento en un ensayo clásico para American Mind. Ella argumenta en contra de los “innumerables editoriales de opinión increpantes” que se hacen “en su mayoría de oídos sordos”.
“Recuerdo exactamente donde estaba en el momento en que dejé de creer en Conservative Inc. Estaba viendo perder fatalmente a Romney,… a la gente que lidera Conservative Inc. no parecía que le preocupara tanto perder”.
En otras palabras, ellos continuaron disfrutando sus lucrativos cargos y no fueron quienes sufrieron en los sectores periféricos de Estados Unidos.
Harper cree que los mismos sentimientos están surgiendo en todo Occidente, incluyendo en su provincia de origen, pero más notable en Reino Unido. Brexit fue un firme rechazo a la clase dominante, correspondido por un desenlace dolorosamente obstruido y debilitado.
Las situaciones inglesa y estadounidense, junto con los años de gobierno de Harper, conforman parte principal del libro. Su advertencia es que el repudio a los Trumps y Nigel Farages del mundo no engendrará otro pusilánime como Jeb Bush o David Cameron. Al contrario, abrirá paso a personajes del estilo de Bernie Sanders y Jeremy Corbyn. Al menos los Trumps y Farages tienen respeto por el Estado-nación y no quieren poner a Occidente en el camino de Venezuela. Lo mismo no se puede decir de Sanders o Corbyn, quienes son “intelectualmente adolescentes” y “marxistas de corazón”.
Los asuntos delicados
Incluso si Harper y yo diferimos en algunos temas económicos, Aquí y ahora merece el reconocimiento como un manual básico en el pensamiento conservador moderno “aplicado”. Él lo describe elocuente y concisamente como “ver el mundo tal cómo es” y “nunca acerca de puritanismo ideológico”.
Es un “marco intelectual”con humildad hacia las tradiciones, instituciones y experiencias. Los conservadores también entienden que la costumbre tiene sabores nacionales distintivos, en contraste con el dogma globalista.
Aquí es donde Harper da unas pocas críticas al libertarianismo como utópico, casi siempre justificado. Su afirmación, sin embargo, es que la ideología de libre mercado ha dominado a los partidos Republicano y Conservador por las últimas décadas. No me puede engañar. El político republicano más libertario de los últimos 50 años, Ron Paul, permanece como una clara excepción en su partido.
Independientemente de ello, una interpretación matizada es que la desregulación —donde ha ocurrido— y tratados de comercio han favorecido a aquellos en lo más alto de la pirámide económica, protegidos por barreras regulatorias y profesionales. Los de abajo han enfrentado el peso de la competencia con la mano de obra migrante, y la clase trabajadora no está feliz al respecto. Park MacDougald señala en la judía Tablet Magazine que Trump ganó a los votantes blancos sin educación universitaria con un margen de diferencia de 25 puntos.
Los conservadores, si quieren mantenerse relevantes, tienen que sincerarse en cuanto a (1) mantener el imperio de la ley en inmigración, (2) abrir el comercio con la vulnerabilidad de los perdedores en el camino e (3) impulsar una economía más inclusiva en el proceso. Para Harper, lo último significa aceptar el Estado de Bienestar e incluso esperpentos proteccionistas como la gestión de suministros. Con respecto a la inmigración y el comercio, Harper menciona al espectro de la infiltración china en Canadá y advierte que el fundamentalismo del libre mercado no puede enfrentarse al voraz régimen comunista.
Harper está pidiendo a los conservadores que reconozcan la importancia y el rol del Estado-nación como una institución —un antídoto a la preeminencia globalista—. El Estado-nación constituye una entidad para la mayoría de las personas, y patriotismo no debe ser una mala palabra, especialmente en la civilización occidental. Durante períodos inestables de innovación y cambio, la gente se aferrará incluso más fuerte a sus naciones, y Aquí y ahora ofrece ideas serias de cómo navegar por estas aguas turbulentas.
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