Como presidente, Donald Trump fue un obstáculo para los socialistas dentro del Partido Demócrata que desvían fondos de ayuda a Centroamérica para llevar a cabo su propia agenda en la región y financiar a sus aliados. Con Joe Biden al mando de los cofres federales, podemos esperar un regreso a la era de la ayuda a cambio de favores. La última noticia, según el propio presidente mexicano, es que el equipo de Biden pretende destinar US$4 mil millones a la región.
Disfrazado de programas sociales y económicos para los países del Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras), el esquema de ayuda internacional en los últimos años se ha abanderado de una presunta lucha contra la corrupción. El Gobierno de EE. UU. ha distribuido este financiamiento a través de agencias internacionales, oenegés e iniciativas como el Plan Alianza para la Prosperidad, impulsado por el presidente Obama y cuya implementación política recayó en el entonces vicepresidente Joe Biden.
Trump, en lugar de financiar a oenegés y agencias internacionales directamente, prefirió enfocarse en el desarrollo económico de la región como una herramienta para frenar la migración ilegal. En la cumbre de la Alianza para la Prosperidad en junio de 2017, Trump redujo el apoyo en un 30 % y condicionó la ayuda a avances en temas migratorios y de seguridad.
Desde el inicio de su carrera política, Trump se posicionó en contra del status quo tanto en Estados Unidos como en el exterior. En Centroamérica, su calculado rol dificultó a los amigos de siempre que retrasan el progreso en la región. Al retirar el apoyo a organizaciones contraproducentes, atacaba la raíz del problema.
Si bien algunos de los activistas locales tienen buenas intenciones y genuinamente desean combatir la corrupción, los intereses de quienes están en la cima del esquema de ayuda internacional son económicos y políticos. Mientras Centroamérica siga sumida en la pobreza y la violencia, los socialistas tienen en las causas progresistas una fuente inagotable de financiamiento y una exitosa herramienta para alcanzar el poder.
El poder político es indispensable para lograr una transformación de la sociedad que es contraria a la de las mayorías. Es por ello que practican el chantaje a países que reciben fondos, como los del Triángulo Norte. Primero, los encargados de distribuir los fondos establecen una dependencia de esos países a estos fondos. Luego, amenazan a los gobiernos con retirar el financiamiento si no cumplen con las condiciones impuestas. En algunos casos, estas condiciones son perseguir y encarcelar a sus detractores acusándolos de corruptos. El ejemplo más notorio en la región fue la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG).
Trump apoyó la decisión del expresidente Jimmy Morales de terminar el mandato de la CICIG, de la cual Estados Unidos era su principal donante individual. Bajo la bandera de la lucha contra la corrupción y la impunidad, la CICIG violentó el Estado de derecho y logró que los socialistas y sus aliados se apoderaran del Poder Judicial y la persecución penal en Guatemala.
El presidente Trump lo sabía y por eso buscó terminar el financiamiento a estas organizaciones, de forma que los socialistas perdiera su herramienta más poderosa de penetración e incidencia política en el Triángulo Norte: los proyectos sociales y económicos que financian las agendas de sus amigos y aliados de izquierda.
Una de las organizaciones que influencia e incide directamente es la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Trump se fijó como meta retirarle los fondos y reestructurar esta organización. En marzo de 2019, Trump anunció que retiraría la ayuda económica a Guatemala, Honduras y El Salvador. Esta ayuda se distribuye parcialmente a través de USAID.
Una de las últimas medidas del expresidente Trump fue retirar la ayuda militar a los países del Triángulo Norte. Si bien fue una iniciativa de los demócratas en la Cámara de Representantes, encajaba perfectamente con el objetivo de Trump de eliminar el financiamiento a estas organizaciones.
Si Trump hubiese alcanzado la reelección, es muy probable que hubiera acabado con esta amenaza. El presidente Biden, por el contrario, tiene grandilocuentes planes para hacerla crecer y financiarla.
En su Plan para Fortalecer la Seguridad y la Prosperidad en Colaboración con los Pueblos de Centroamérica promete: “Apoyar los mecanismos anticorrupción existentes mientras se trabaja con aliados para crear una comisión regional, con el fin de combatir la corrupción, construir instituciones nacionales más sólidas y ayudar a los fiscales locales a perseguir la corrupción”.
Dado el rol pasado de Biden en ayudar a imponer la CICIG en Guatemala, es natural que busque revertir los esfuerzos de Trump para limitar el amiguismo y la avanzada socialista. La cooperación internacional financia a los enemigos de Estados Unidos con fondos de los propios contribuyentes estadounidenses.
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