La nueva Guerra Fría con Rusia en América Latina

El descuido de EE. UU. hacia Cuba y Venezuela deja al descubierto un flanco crítico

Rusia-Latam

Ya son varias las misiones en las que se han desplegado bombarderos con capacidad nuclear en Venezuela. (Flickr)

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El 13 de enero, el vicecanciller de Rusia, Sergei Ryabkov, puso sobre la mesa la posibilidad de desplegar tropas en Cuba y Venezuela, esto como represalia por las crecientes tensiones con EE. UU. en la frontera con Ucrania. El Kremlin lanza un anzuelo a Washington al insinuar una nueva crisis al estilo soviético para medir su reacción y buscar debilidades.

Esta amenaza no sentó nada bien a la administración de Joe Biden. Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional, manifestó que EE. UU. enfrentaría de manera decisiva cualquier amenaza si Rusia se atreviera a moverse en aquella dirección, aunque no quiso dar mucho protagonismo al asunto dada su poca credibilidad. Sullivan calificó las declaraciones del vicecanciller ruso como una simple “bravuconada”.

Rusia ya está aquí

La presencia rusa no es novedosa en América Latina. Esta lleva extendiendo su influencia alrededor de 15 años, en especial con los regímenes dictatoriales de la región—Venezuela, Cuba y Nicaragua—, los cuales han visto en el gigante euroasiático un aliado clave que garantice su estadía en el poder. Fue el mismo Hugo Chávez quien gestionó el primer vínculo al adquirir $11.000 millones en armamento, desde entonces las relaciones no han hecho más que profundizarse. La penetración rusa va incluso desde dentro de las fuerzas armadas. Actualmente, Venezuela ha firmado cerca de 200 acuerdos con Rusia, lo que le ha permitido un amplio despliegue logístico-militar en el país.

El militarismo ruso no es un asunto reciente. Ya son varias las misiones en las que se han desplegado bombarderos con capacidad nuclear en Venezuela. Incluso, se ha violado en reiteradas ocaciones espacio aéreo colombiano, un aliado clave de los EE. UU. en la región. Curiosamente, las incursiones rusas en Venezuela han coincidido con los conflictos de Georgia (2008) y Ucrania (2014), lo cual evoca un mensaje claro para Washington: “Si te inmiscuyes en mi patio trasero, yo lo haré en el tuyo”.

En 2017, Rusia instaló en Nicaragua el sistema satelital GLONASS con el supuesto fin de combatir el narcotráfico y prevenir desastres naturales, lo cual hizo saltar las alarmas, ya que, dada la opacidad de ambos gobiernos autoritarios, el proyecto se ha posicionado como una fachada para desarrollar operaciones técnico-militares en la región centroamericana, en lugar de una estación de cooperación bienintencionada. Desde entonces, el apoyo de Vladímir Putin al régimen de Daniel Ortega no ha hecho más que crecer, lo que se ha evidenciado no solo por las felicitaciones por su reciente reelección en unos comicios fraudulentos, sino también a través de la dotación de armamento.

Con Cuba difícilmente se podrá volver a cimentar relaciones tan estrechas como en tiempos de la extinta URSS, donde la isla funcionaba a efectos prácticos como un protectorado soviético al haber dependido casi en su totalidad de las dádivas económicas que venían desde Moscú. Sin embargo, la cooperación bilateral continúa siendo un asunto clave para los intereses geoestratégicos de ambos países en su posición contra los EE. UU. No olvidemos que la madre nodriza de los gobiernos Socialismo del Siglo XXI parten precisamente desde La Habana con la dictadura castrista.

EE. UU. pierde terreno

Ahora mismo, la administración de Joe Biden debería estar sumamente preocupada con lo que sucede en Colombia, ya que es año de elecciones y este podría ser el siguiente flanco abierto para los EE. UU. si llega a ganar la presidencia el exguerrillero de izquierdas Gustavo Petro, quien se presenta como favorito para estos comicios.

La pérdida de uno de sus mayores aliados históricos significaría un grave golpe para su influencia en la región y un regalo para la diplomacia rusa, que necesita de manera urgente promover el diálogo con la nación cafetera después del conflicto diplomático de 2020, donde dos funcionarios del Kremlin abandonaron el país después de denuncias de espionaje. Asimismo, el ejército colombiano ha decomisado armamento ruso a grupos criminales, como también las intromisiones en su espacio aéreo mencionadas en párrafos anteriores.

Colombia puede representar la siguiente ficha en caer en la región debido a la grave vulneración que están sufriendo sus instituciones democráticas. La rendición del gobierno colombiano en 2016 ante el grupo terrorista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con el beneplácito de la administración Obama, así como la actual remoción del grupo de la lista de organizaciones terroristas por parte de EE. UU., ha abonado el terreno para la inestabilidad en el país.

Las cada vez más recurrentes operaciones de grupos criminales y del narcotráfico en la frontera colombo-venezolana, muchos con la venia del narcoestado venezolano para su operatividad a cambio de financiamiento, han dado pie para que el dictador Nicolás Maduro militarice la zona con el apoyo ruso y chino, esto bajo el supuesto de querer enfrentar a estos grupos. Con Petro en el poder, el narcotráfico tendría una ruta más dúctil para operar hacia los EE. UU.

La dictadura venezolana, así como la cubana, dependen en gran medida de la presencia rusa para su seguridad y supervivencia, por lo que el enfoque antiestadounidense y antioccidental estará siempre a la orden del día.

Tampoco podemos dejar de lado las declaraciones expresadas por el presidente de Argentina, Alberto Fernández, en su reciente visita a Rusia, donde sugería que su país sea la puerta de entrada de Rusia a América Latina, olvidando que aquel papel ya lo tiene Venezuela.

Si bien Rusia es una potencia en lo militar, no lo es en lo económico. Su PIB total no llega a ubicarse siquiera en el top 10 del mundo, lo que limita en gran medida que este pueda permitirse un despliegue militar a gran escala en América Latina al mismo tiempo que lo hace en Ucrania, desafiando cara a cara a los EE. UU. y escalando en el conflicto.

Podemos deducir que las declaraciones de Ryabkov serían una provocación sin capacidad real de llevarse a cabo. Sin embargo, no se puede desestimar el efecto retórico y simbólico de estas declaraciones, que es a fin de cuentas, una de las cartas con las que cuenta el Kremlin para mermar la influencia norteamericana en la región.

EE. UU. ha descuidado su zona natural de influencia y esto ha sido bien aprovechado por Rusia y China, sus principales rivales en el terreno geopolítico. Las declaraciones del vicecanciller ruso simplemente han desnudado aquello, evidenciando el nivel de dominio que este país tiene sobre sus protectorados y el grave riesgo de seguridad que esto supone para todo el hemisferio.

¿Washington se quedará de espectador viendo como cae toda la región ante el dominio de sus contendores antioccidentales? Este debe actuar con determinación para restaurar su influencia y apoyar la estabilidad en la región.

Andrés Sebastián Díaz Ponce

Andrés Sebastián holds a bachelor’s degree in political science and international relations from the University of the Americas, Ecuador. He founded Libertario, a Spanish-speaking community that promotes the ideas of liberty in Latin America, and he collaborates with the Ecuadorian liberal think tank Libre Razón. Follow @asdp250.

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