Habiendo robado las elecciones presidenciales el pasado noviembre, el régimen de Ortega y Murillo en Nicaragua empezó la segunda fase de su purga política en junio de 2021. Luego, la pareja de gobernantes sandinistas capturó a 46 ciudadanos prominentes, quienes ahora están acusados bajo leyes recientemente confeccionadas que prescinden del hábeas corpus y criminalizan la crítica al régimen. El régimen percibe estas críticas como traición.
El 1 de febrero, empezaron los juicios espectáculo para aquellos secuestrados. Irónicamente, el 1 de febrero es el cumpleaños de Anastasio Somoza García, el fundador de la dinastía que gobernó Nicaragua desde 1936 hasta 1979. Las guerrillas sandinistas en las que Ortega (centro) fue comandante despojaron al régimen de Somoza del poder. Otra capa de ironía es que Ortega es el ahora fundador de una nueva dinastía política que gobierna el problemático país que él afirma “liberar”.
Los juicios espectáculo tienen un infame pedigrí comunista. En principio, los “juicios espectáculo” aparecieron en el siglo XX en Moscú, entre 1936 y 1938. Los juicios eran parte de la desatada purga estalinista en contra de sus ex compañeros revolucionarios, los Trotski, y en contra de cualquier enemigo real que percibieran. Todos los acusados fueron encontrados culpables y la mayoría, ejecutados.
Los juicios espectáculo son estrictamente políticos. Por su mera naturaleza, no tienen nada que ver con la administración de justicia o la búsqueda de la verdad. Los juicios espectáculo son un instrumento de poder. Como tal, su objetivo es descartar a sus enemigos políticos con tácticas al margen de la ley, buscando legitimidad para propósitos internacionales. Ellos persiguen, no procesan.
La culpa del acusado está predeterminada. Mientras los juicios introducen evidencia para sustentar las acusaciones, esta se fabrica en coherencia con la propaganda del régimen. Los cargos típicos que se acusan son corrupción, traición, sedición, traición del pueblo, contrarrevolucionarios y terrorismo. El veredicto predeterminado y los castigos no son una expresión de justicia. Son advertencias para quienes se opongan al régimen. Los juicios buscan venganza e instaurar terror en la población.
Los juicios espectáculo de Managua son variaciones de los estalinistas. Nicaragua, como Venezuela, es miembro de una hermandad de naciones latinoamericanas llamada Alianza Bolivariana Para Los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Ellos afirman buscar el “socialismo del siglo XXI”, implicando que el nuevo socialismo es mejor. Pero tristemente, el socialismo del siglo XXI es notablemente parecido al del siglo XX.
En Managua, los tiranos Ortega y Murillo persiguen y castigan a las figuras de la oposición, potenciales rivales presidenciales, líderes estudiantiles y campesinos, periodistas independientes y gente de negocios que no colabora. El régimen fabricó cargos que pretenden probar sedición, corrupción y traición. Entre los acusados, así como en la versión estalinista de 1930, hay algunos ex aliados revolucionarios de la pareja de gobernantes.Las revoluciones todavía se comen a los suyos con capacidades muy similares en este siglo.
Por ejemplo, Víctor Hugo Tinoco, que sirvió al partido sandinista (FSLN) como vicecanciller y como embajador nicaragüense de las NN. UU., fue condenado a trece años de prisión por “conspirar para socavar la integridad nacional y para perjudicar al Estado y a la sociedad nicaragüense”. Similarmente, Dora María Téllez, alguna vez comandante intrépida de la guerrilla revolucionaria, es una ex vicepresidente del Consejo de Estado y ex ministra de Salud sandinista. Ella también fue condenada a trece años de prisión.
Tinoco y Téllez tienen 69 y 66 años, respectivamente. Dadas las condiciones bajo las que el régimen mantiene a los presos en la cárcel de Managua, también conocida como El Chipote, trece años allí es una sentencia de muerte. Hugo Torres, ex peleador sandinista y retirado, recientemente murió después de ocho meses en El Chipote. Torres nunca tuvo la oportunidad de pararse en la corte y tener un juicio. Torres también era un héroe sandinista. Él salvó a Ortega y a muchos otros de prisión en una redada en 1974 que capturó a miembros del gobierno de Somoza en una fiesta privada y los cambió por presos políticos.
Los presos mencionados anteriormente alguna vez compartieron el fanatismo revolucionario de Ortega. Todos participaron en el gobierno revolucionario de Nicaragua. Téllez y Torres eran guerrilleros sandinistas. Pero en varios momentos de los últimos 25 años, cada uno se separó de las facciones orteguistas del partido sandinista y se volvieron críticos y activos oponentes del clan Ortega-Murillo y su abuso del poder. Para ellos, Ortega y Murillo traicionaron los ideales sandinistas y se volvieron gente de poder y dinero en la misma forma que reclamaban de la dinastía Somoza en el siglo XX.
Los juicios espectáculo de Managua han sorprendido a aquellos que mantenían la esperanza de que Ortega y Murillo habrían ablandado su posición y liberarían prisioneros después de las arregladas elecciones de noviembre. Ellos están sorprendidos de que haya surgido una disposición estalinista en lugar del diálogo cuando Nicaragua se dirige a un camino totalitario.
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