Estados Unidos le ha quitado el ojo al balón en Latinoamérica y el Caribe (LAC) y está rápidamente perdiendo influencia en su área más importante de predominio. Estados Unidos necesita forjar y fortalecer sus alianzas en la región, particularmente en Centroamérica.
El rápido ascenso de China en el panorama internacional está golpeando, pero en ninguna región tanto como en LAC. En cambio, las exportaciones de mercancía estadounidense a economías de ingreso bajo y medio en la región de LAC era de 11.4 veces la de China en 1999, 20 años después esa proporción disminuyó a 3.6. Similarmente, la ventaja estadounidense en el valor comercial con LAC pasó de ser 38 veces el de China a tan solo 2.8 veces.
Una señal segura de qué países de LAC son fuertes aliados de Estados Unidos es su posición con respecto a Israel y Taiwán. Con respecto a Taiwán, Estados Unidos está casi solo contra el mundo. Esto es importante porque seguramente Taiwán será el siguiente punto focal de rivalidad de grandes potencias después de Ucrania.
Solo catorce países en el mundo todavía reconocen a Taiwán como un país soberano. Desde 1979, Estados Unidos no ha sido uno de ellos. Los países que todavía reconocen a Taiwán son Belice, Suazilandia, Guatemala, Haití, Honduras, Islas Marshall, Naurú, Palaos, Paraguay, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, Tuvalu y Ciudad del Vaticano (no es miembro de Naciones Unidas). Más de la mitad de ellos están en LAC. De los ocho, Guatemala es el más grande en términos de población y PIB y el más cercano a Estados Unidos continental.
Algunos datos contextuales para ayudar a poner en perspectiva el estatus de aliados estadounidenses. Mientras que LAC representa el 8.4% de la población mundial y 7.7% de su PIB, los aliados de Estados Unidos y Taiwán en LAC representan solamente el 0.5% de la población mundial y el 0.25% del PIB mundial. Los aliados de Estados Unidos y Taiwán en LAC representan el 7.1% de la población de LAC y 3.3% de su PIB.
Por su valentía y deseo de defender sus principios, estos países no son potencias ni demográfica ni económicamente. Estos son países soberanos, sin embargo. Como tal, ellos votan en Naciones Unidas, y tienden a votar con Estados Unidos en asuntos importantes para su política exterior. La política exterior debería ser recíproca frente a la lealtad de estos países.
Uno imaginaría que Estados Unidos reconocería a sus aliados más leales en el mundo en desarrollo. Estos países se paran firmemente frente a la presión internacional y su propio beneficio económico para ser consistentes con los principios de soberanía y libertad frente a la tiranía.
Uno imagina equivocadamente.
Guatemala es un vivo ejemplo. Guatemala se unió a Estados Unidos en movilizar su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, cuando la administración de Donald Trump cumplió con las eternas promesas de administraciones anteriores. Guatemala también ha estado siempre con Taiwán, incluso mientras otros aliados estadounidenses en la región abandonaron dicha posición. El ministro de asuntos exteriores de Guatemala, Mario Búcaro, recientemente reafirmó fuertes lazos con Taiwán.
¿Cuál ha sido la recompensa para Guatemala? Una guerra mediática en contra de Guatemala está siendo librada, que perjudica la marca del país y su habilidad para atraer inversión extranjera. El Parlamento Europeo se ha unido a través de una resolución en un intento de hacer a Guatemala parecer una paria en el escenario internacional, situando al país en la misma categoría que Rusia y Corea del Norte. El Parlamento Europeo hace eco de reportes negativos sobre Guatemala por el Departamento de Estado de Estados Unidos, Human Rights Watch, y la llamada oenegé, financiada por el gobierno de Estados Unidos, Freedom House — todos publicados básicamente al mismo tiempo.
Estos ataques son diseñados para indicar a la empresa privada que no invierta en Guatemala. La pregunta es, ¿por qué?
Uno de los temas preferidos para atacar a Guatemala ha sido la decisión del gobierno anterior de no renovar el mandato de la Comisión de Naciones Unidas contra la Impunidad (¡sí, leíste bien!) conocida como CICIG. Esta línea de ataque ha sido diseñada por otra “organización no gubernamental”: WOLA, la Oficina de Washington en América Latina. WOLA es financiada por los gobiernos y, sí, la Fundación Soros. Otro asunto picante en las relaciones entre Guatemala y Estados Unidos ha sido el proceso de selección de fiscal general en Guatemala, lo que ha llevado a críticas de la indebida interferencia estadounidense en el Congreso del país norteamericano (aquí y aquí).
Estos ataques a países en desarrollo como Guatemala tienen efectos concretos. La inversión extranjera directa disminuyó año tras año mientras la campaña de la CICIG volteaba hacia líderes empresariales, desviándose de su mandato original y las principales fuentes de corrupción en Guatemala. Afortunadamente, la inversión extranjera directa mejoró en 2021, el primer año pospandémico siguiendo la salida de la CICIG en 2019. El Índice de Expectativas Económicas también mejoró después de la salida de la CICIG.
Guatemala podría lograr incluso más con ayuda estadounidense. Localizada idealmente en Centroamérica, Guatemala podría fácilmente volverse un punto focal para inversiones de países alejados buscando estrategias de nearshoring para penetrar en el mercado estadounidense. Esto sería una bendición para la economía guatemalteca y ayudaría a mitigar los flujos de inmigrantes en Estados Unidos, un supuesto objetivo de la política exterior estadounidense en la región.
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