Guatemala ha demostrado una vez más su valor como aliado y socio de inversión de Estados Unidos en Centroamérica. Forbes en Español organizó un importante foro de inversiones allí el 18 y 19 de octubre para resaltar el potencial que este país tiene para atraer inversión extranjera.
Ante las estrategias de acercamiento y afianzamiento que Estados Unidos discute actualmente con el fin de terminar con la profana dependencia de China que tienen sus cadenas de suministro, la fecha del evento de Forbes no pudo ser más oportuna.
Con suerte, los beneficios sustanciales se harán evidentes.
La promoción de la inversión en Centroamérica puede contrarrestar la penetración de China en América Latina. El gobierno de Estados Unidos al menos ya ha reconocido que esto es una amenaza real a su seguridad nacional.
Mayor inversión extranjera en Centroamérica ayudaría a generar prosperidad duradera y recortar en algo la avalancha de migración ilegal que está asfixiando a la sociedad estadounidense. Este último es un asunto de política pública estadounidense, al menos en papel.
Para parafrasear al presidente Joe Biden, es algo grandioso que Forbes haya decidido realizar su evento en Guatemala. Además, en reconocimiento a la importancia del evento, la versión hispana de la revista Forbes expuso a un líder empresarial guatemalteco en su portada de la edición de octubre-noviembre.
Es un buen respaldo para el gobierno que, trabajando en conjunto con grandes empresas del país, Guatemala haya salido seleccionada como un destino de inversión con actores económicos y corporativos de alto nivel provenientes de todo el mundo.
En el marco del foro de inversión, el presidente Alejandro Giammattei anunció la intención de su administración por convertir a Guatemala en el jaguar de la economía latinoamericana. Esta es una clara referencia al modelo exitoso de los tigres asiáticos.
Todas las señales indican que los líderes políticos y empresarios locales están listos, dispuestos y disponibles para ejecutar una estrategia de afianzamiento que responda a los intereses políticos y económicos de Estados Unidos, obviamente.
No obstante, usted no encontrará estas señales en los comentarios que vienen desde los autodenominados aliados del gobierno estadounidense en la sociedad civil guatemalteca. La postura general en redes sociales por parte de los activistas, que han fungido de relatores para el gobierno de Estados Unidos en el pasado reciente, ha sido de crítica absoluta hacia el evento.
Reconocidos activistas y analistas en Guatemala lo han repudiado completamente. Para ser sucinto, los simpatizantes de larga data de las acciones del gobierno estadounidense para supuestamente contrarrestar la corrupción en Guatemala han sido absolutamente contrarios ante el evento. Juzgando desde el tono mordaz de sus comentarios, es difícil concluir que ellos compartan el deseo de atraer más inversión extranjera a Guatemala.
En este punto, el Departamento de Estado de Estados Unidos tiene un problema aparente que lo debe resolver de forma inteligente.
Llevarse bien con quienes se oponen a la política pública estadounidense oficial nunca es algo bueno. No hace sentido alguno cuando están en contra de todos los temas claves de la política exterior oficial de Estados Unidos en la región: China, comercio, inversión y migración ilegal.
Una política exterior coherente por parte de Estados Unidos en la región dejaría de desembolsar fondos de Usaid a grupos de la sociedad civil que no se alineen con los objetivos fundamentales para Latinoamérica.
El Departamento de Estado necesita acoger al sector privado en el Triángulo del Norte, en lugar de hacerlo con los grupos activistas anti americanistas que usualmente se mantienen con fondos internacionales.
Guatemala es el mejor lugar para iniciar.
Solamente trabajando en alianzas con el gobierno local para promover el crecimiento tanto de las pequeñas y medianas como de las grandes empresas, la política estadounidense en la región brindará resultados concretos en términos de creación de empleo, prosperidad y esperanza. Nadie necesita investigaciones costosas financiadas por Usaid que generan trabajos temporales para llegar a la conclusión lógica de que se debe trabajar con negocios para promover los negocios.
Esta postura ni siquiera debería resultar controversial. Toda la narrativa detrás del plan Call to Action de la vicepresidente Kamala Harris es que el tránsito de migración ilegal hacia Estados Unidos eventualmente puede ser reducido mediante la creación de más oportunidades económicas en la región.
Complementar inversión local con extranjera para acelerar el crecimiento económico en la región le iría bien a esta política pública. Comprometer dinero de los contribuyentes estadounidenses a este único propósito, al mismo tiempo que se lo restringe de aquellos que quieren frustrar este propósito, sería una política consistente.
El águila y el jaguar harían una formidable alianza en la región, una que Estados Unidos necesita ahora más que nunca.
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