En World Politics Review, Dinorah Azpuru recientemente escribió acerca de los distintos problemas que tiene la democracia guatemalteca, que son muchos. Sus fuentes, supuestos e inferencias, sin embargo, demuestran un deseo distinto al de la democracia.
Pese a supuestamente ser especialista en la cultura democrática de América Latina, Azpuru se refiere al Departamento de Estado de Estados Unidos (DOS) como una fuente creíble en los siguientes aspectos relacionados a Guatemala: corrupción, un supuesto giro autoritario, persecución a periodistas y la participación de élites empresariales en actos de corrupción política.
Parecería que los días en que los académicos enfocados en el estudio de América Latina atribuían la gran cantidad de problemas a la interferencia de Estados Unidos hubiesen pasado hace mucho. Ahora, el DOS es una fuente de sabiduría y verdad.
Democracia para mi, no para ti
Azpuru inicia su artículo diciendo lo siguiente:
“Las recientes elecciones en Brasil y Estados Unidos pueden haber fortalecido la impresión de que la democracia en las Américas está viva y en buen estado”.
Estas claras referencias a las derrotas electorales que sufrieron los presidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro revelan un sesgo. Si la izquierda gana, la democracia está viva y en buen estado. Si la izquierda pierde, surge la narrativa de las amenazas hacia la democracia.
La imagen principal del artículo de Azpuru muestra al presidente Giammattei hablando en la Cumbre Internacional de la Libertad Religiosa 2022—como si el activismo cristiano fuera evidencia de retroceso democrático.
No aplica para ser el ejemplo
Estados Unidos no está en posición de dar clases a Guatemala de cómo gestionar una República. En los indicadores más recientes, Estados Unidos ha caído en los ránquines de democracia. Estados Unidos es ahora oficialmente una democracia debilitada, de acuerdo con las organizaciones que pretenden dar una calificación en estos ámbitos.
Las elecciones son mejor manejadas en Guatemala de lo que son en Estados Unidos. Desde 1996, Guatemala ha llevado a cabo siete elecciones sin disputas, mientras que Estados Unidos ha sido testigo de elecciones presidenciales ampliamente discutidas en 2000, 2004, 2016 y 2020. Algo que sucede a escala masiva en Estados Unidos es la colusión entre agentes de inteligencia y grandes compañías tecnológicas para censurar opiniones políticas e interferir en los resultados electorales, mientras que Guatemala está libre de ello. El presidente guatemalteco no tiene un cuerpo mediático sometido que lo resguarde de la crítica, como lo tiene Biden. Además, Guatemala no tiene nada parecido al plan de la élite de poder estadounidense para abusar del sistema legal con el fin de silenciar las críticas de la administración de Biden, relacionadas a escándalos legítimos.
No se evalúa a la democracia con una agenda antidemocrática
Con respecto a los ránquines de la democracia, la misión de medir la existencia y calidad de la democracia no está bien realizada, debido a la abierta intrusión del sesgo político. Eso es precisamente lo que las mal llamadas oenegés hacen cuando sirven los intereses de la política exterior de Estados Unidos dentro del DOS.
Azpuru hace excesiva referencia a instituciones como Freedom House, V-Dem, e IDEA International—las cuales argumentan que la democracia está retrocediendo en Guatemala. Ella también pudo haber basado su análisis solamente en el DOS. Freedom House recibe más del 90% de su financiamiento desde el gobierno de Estados Unidos. V-Dem está financiada por George Soros, la Comisión Europea e IDEA Internacional. Esta última recibe dinero de la Unión Europea, USAID y grupos progresistas como ONU Mujeres.
Todas estas entidades financian y promueven causas poco populares en países en desarrollo. Sus intereses no se basan en promover democracia, pero en prevenir resultados democráticos que sean contrarios a las preferencias políticas de las élites políticas y burocráticas occidentales, como Richard Hanania ha demostrado.
Azpuru menciona que Estados Unidos ha dirigido millones de dólares en cooperación a Guatemala, para fortalecer ostensiblemente la gobernanza democrática, la sociedad civil y el Estado de derecho. Del sitio web de USAID, se puede ver que la suma de dinero es casi $2,800 millones desde 2001 hasta 2021. Aproximadamente, $500 millones fueron desembolsados bajo la categoría de democracia, derechos humanos y gobernanza (DHRG). Cabe mencionar que el financiamiento político de USAID también ha crecido en los años posteriores a la toma del poder por gobiernos de izquierda radical en Honduras y Colombia.
Lo que los funcionarios estadounidenses parecen entender por democracia es la agenda política izquierdista que reina en el mundo occidental pero en ningún otro lado. Temas como el aborto, los derechos LGBT y el matrimonio homosexual, por ejemplo, son controversiales en países como Guatemala.
¿Cuál es la solución para detener la imposición de la agenda woke fuera de Estados Unidos? Financiar la creación de una sociedad civil exógena, una nueva cohorte de oenegés y agentes mediáticos que contradigan a la narrativa del DOS. La cooperación internacional está condicionada en la habilidad de las agencias para cambiar preferencias políticas locales. Hay que despedirse de la promoción de la auténtica democracia en el mundo.
La introspección traería desventajas reputacionales
Si Estados Unidos realmente quisiera promocionar la democracia republicana en el mundo, debería liderar con el ejemplo. Estados Unidos no puede esperar que Guatemala se tome en serio su petición de integridad política cuando sus propios escándalos de corrupción son rutinariamente premiados con impunidad. Agentes de la inteligencia, justicia y diplomacia estadounidense han dejado la reputación de las una vez veneradas instituciones de Estados Unidos por el piso. Si los estadounidenses no creen más en sus instituciones, nadie estará sorprendido de que otros países no lo hagan.
La última vez en que Estados Unidos delegó la interferencia a un ente de las Naciones Unidas –la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG)–, los resultados fueron desastrosos. Azpuru hace referencia adecuadamente al apoyo masivo que el esfuerzo anticorrupción liderado por la CICIG tuvo en 2015, luego de la renuncia de la administración Pérez-Baldetti. Sin embargo, no menciona que ese apoyo se disipó una vez que los guatemaltecos percibieron que la CICIG estaba abusando de su poder para fines políticos. Luego de eso, la CICIG se convirtió en un punto focal para la polarización, como lo ha seguido siendo hasta ahora.
No hay un sustituto del legítimo liderazgo estadounidense. Estados Unidos debe corregir sus propios problemas antes de pretender liderar el mundo.
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