En abril de 2023, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, visitó las dictaduras iberoamericanas de Cuba, Nicaragua y Venezuela. También arribó a Brasil para estrechar lazos con el presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva –quien, seducido por ganar protagonismo geopolítico– recibió a Lavrov con los brazos abiertos.
La zigzagueante política exterior de Lula está socavando los lazos con el segundo y tercer socio comercial más importante de Brasil (después de China): Estados Unidos y la Unión Europea. Asimismo, al abrirle las puertas a Vladimir Putin, Lula le ha otorgado una victoria diplomática a Rusia sobre Estados Unidos.
En su retorno al poder, Lula –quien gobernó Brasil entre 2003 y 2010– ha manifestado su intención de convertir a su país en una suerte de potencia diplomática. Por esta razón, Lula se ha pronunciado sobre eventos de relevancia internacional, incluyendo la criminal invasión rusa en Ucrania.
El 26 de abril, en una conferencia de prensa junto al presidente español Pedro Sánchez, Lula se ofreció a mediar en la guerra ruso-ucraniana a través de un “club de la paz”. Lula manifestó que “ambos países tomaron la decisión de ir a la guerra [énfasis mío]”, revelando su favoritismo por la nación invasora. Asimismo, Lula instó a que Ucrania cediera a las demandas del Kremlin para conseguir la paz.
La visita de Lavrov a Iberoamérica tuvo como primer objetivo incomodar a Estados Unidos —principal aliado de Ucrania— en su propio “patio trasero”. Agregar a Brasil en la misma gira diplomática que Cuba, Nicaragua y Venezuela también sugiere que Brasil está bajo influencia rusa. Esto trae consigo el socavar la hegemonía de occidente, promoviendo un sistema multipolar y protegiendo los intereses de Rusia en el exterior.
🇷🇺🇧🇷 El Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, arribó a la capital de Brasil, dando inicio a su gira latinoamericana.
📍 Brasilia, 17 de abril#RusiaBrasil pic.twitter.com/ETYTLOGyJX
— Cancillería de Rusia 🇷🇺 (@mae_rusia) April 17, 2023
Brasil se entrega a los intereses de Moscú
La política exterior de Brasil es reconocida por su neutralidad y no intervención en conflictos armados alrededor del mundo, por lo que es comprensible que Lula busque mediar para conseguir un resultado pacífico. Sin embargo, Lula ha equiparado en responsabilidad a Ucrania con su agresor, mostrando un particular favoritismo por los intereses del Kremlin.
En una rueda de prensa el 6 de abril en Brasilia, capital del gigante sudamericano, Lula declaró explícitamente que “Volodímir Zelenski no puede quererlo todo” y que debería ceder en cualquier intento de recuperar la península de Crimea para poder alcanzar la paz. Durante su visita a China a mediados de abril, aseguró que tanto Washington, DC, como Bruselas han estado “alentando la guerra” en lugar de buscar la paz.
Estas declaraciones generaron indignación entre funcionarios de seguridad de la Casa Blanca, por lo que el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Kirby, reaccionó diciendo que “Brasil está repitiendo como un loro la propaganda rusa”.
Lula pretende convertirse en un supuesto promotor de la paz, pero inclinando la balanza a favor de Rusia, lo que lo retrata como un cómplice cauteloso del régimen de Vladímir Putin. Tras las críticas de Estados Unidos y la Unión Europea, Lula empezó a matizar sus declaraciones.
Lula aseguró que “condena la violación territorial de Rusia contra Ucrania” pero que “se debe parar la guerra en lugar de discutir quién tiene razón o está equivocado”. De esta forma, el presidente brasileño evadió señalar la criminalidad del Kremlin y el legítimo derecho de los ucranianos a defenderse y luchar por su soberanía territorial.
Las posturas ambiguas que ha adoptado Lula entorpecen el cacareado retorno de Brasil a la diplomacia internacional, en especial con sus pares occidentales, que celebraron por lo alto su victoria en 2022. Con el acercamiento a Moscú, Lula saca a relucir su trasnochada visión antiimperialista –profundamente arraigada en la cosmovisión de la extrema izquierda iberoamericana– y contribuye a las ambiciones del Kremlin por menoscabar la esfera de influencia de los Estados Unidos.
En su visita a China, Lula propuso instituir una moneda para el comercio entre el grupo BRICS (conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) para así intentar contrarrestar y desplazar la hegemonía del dólar estadounidense. Así, Brasil se suma de esta manera a la “rebelión” contra el dólar, comandada por China y Rusia, que a finales de 2022 empezaron a transaccionar el gas ruso en yuanes y rublos.
Un peligroso malabarismo para Brasil
El alineamiento con Rusia y China no nace exclusivamente de los ideales socialistas de Lula. Hay tres razones económicas y políticas que explican la orientación de su política exterior.
- Rusia –que pese a no estar ni siquiera entre sus diez primeros socios comerciales– proveyó al menos el 13% de los fertilizantes utilizados en el sector agroindustrial de Brasil en 2022.
- China, su principal socio comercial (representando 26,8% de exportaciones y 23% de importaciones en 2022), es el primer comprador de su producción agrícola, alrededor del 39% de sus exportaciones totales en 2021 se dirigieron a este país. Juntos, Estados Unidos, Países Bajos, España, Alemania e Italia representaron 25% de las exportaciones brasileñas y 23% de sus importaciones.
- Dado el débil apoyo de la población hacia Lula (36% de aprobación en abril), ha buscado congraciarse con el poderoso sector agroindustrial, que cuenta con una fuerte influencia política. Canalizando apoyo económico a esta industria a través del comercio internacional, Lula busca crear un entorno político estable y poder gobernar sin turbulencias.
Lula está ignorando por completo que la Unión Europea y Estados Unidos son su segundo y tercer socio comercial, respectivamente, y contribuyen casi lo mismo que China a su economía. Al fortalecer los lazos con China y Rusia, Lula está condenando a su país a recibir capitales corrosivos. Esto hace referencia al financiamiento proveniente de regímenes autoritarios.
La Unión Europea está cerca de concretar este año el tratado comercial con Mercosur, el cual lleva negociándose durante 20 años. Funcionarios estadounidenses deberían trabajar más duro para llegar con poder blando a Brasil y Mercosur. Las alianzas económicas tienen consecuencias, y Estados Unidos podría brindar beneficios de cooperación y comercio a este país. En particular, el sector agrícola necesita una especial atención ya que es el área de dominio chino y donde Lula busca tener mayor apalancamiento.
Lula parece no haber entendido que la bonanza económica y el entorno comercial global que vivió en la década de su primer mandato (2003-2010) ya no existe. Su estrategia de enemistarse con sus principales aliados y socios occidentales, al tiempo que crece la dependencia comercial de Brasil con China y Rusia, equivale a pegarse un tiro en el pie. Lula parece estar dispuesto a dejar que los brasileños sufran a causa de sus predilecciones ideológicas.
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