Casi 15.000 kilómetros separan a Taipéi y Managua. Esta gran distancia es similar a la distancia entre el punto más al norte de Norte América y la isla Hornos en el punto más al sur de las Américas. Es casi la mitad de la circunferencia del planeta.
Aún así, durante la mayor parte de seis décadas, desde el inicio de los años 60, esa distancia ha sido menor gracias a las combinaciones de amistades oficiales y extraoficiales entre Taiwán y Nicaragua. Eso es, hasta que la paria sandinista de Daniel Ortega y su vicepresidente Rosario Murillo rompieron relaciones oficiales con Taiwán el pasado diciembre de 2021.
A pesar de sus propias tendencias autoritarias y una preferencia por el totalitarismo chino, Ortega y Murillo mantuvieron relaciones oficiales con Taipéi por década y media. Pero después de una ronda más de elecciones fraudulentas el pasado noviembre, Ortega y Murillo decidieron romper estas relaciones.
¿Qué cambió?
Taipéi pudo haber comentado en voz baja sobre el creciente estilo criminal de Ortega y Murillo. La pareja de dictadores celebraron elecciones el pasado noviembre después de encarcelar a todos sus adversarios políticos. Ellos acaban de establecer el proceso electoral menos respetable en todo el hemisferio, una absurda competición electoral sin competidores y sin observadores neutrales donde los sandinistas ganaron.
Menos de dos semanas después, Ortega y Murillo desalojaron sin contemplaciones a Taiwán de Nicaragua y anunciaron su nueva alianza con “la existencia de una sola China”. Al estilo caprichoso de las dictaduras de pacotilla, Ortega y Murillo rompieron decenas de protocolos internacionales e ilegalmente se apropiaron de la propiedad de Taipéi para ofrecerla como ofrenda a sus nuevos amigos en Beijing. Ahora, más criminales que nunca, los sandinistas corrieron a los brazos de la igualmente tiránica Beijing.
La jugada se remonta a la época anterior a que los sandinistas se convirtieran en las lacras del mundo socialista. Cuando Ortega se volvió presidente de Nicaragua por primera vez en los años 80, terminó las relaciones con Taipéi y se declaró a favor de Beijing. Eso duró cinco años. Violeta Chamorro luego venció a Ortega y restauró la relación de su país con la pequeña isla en 1990.
Durante la historia completa del reino de dos décadas de Ortega, él ha rechazado tres veces más a Beijing que a Taipéi. Y a pesar de que Ortega y Murillo no van a durar tanto tiempo en el poder, el revés diplomático cambia y refuerza ciertas cosas importantes.
¿Quién pierde?
Primero, la gente de Nicaragua ha sido privada de su amistad formal con Taiwán y los nicaragüenses razonables están avergonzados del mal trato que se les ha dado a los taiwaneses. Pero ellos lo aguantarán. Los mismos nicaragüenses razonables soportan la gran carga existencial y verguenza de saber que están siendo gobernados por una pareja con delirios de grandeza global. La reacción de Washington tuvo el triste consuelo de estar correcta sobre la soberanía y la legitimidad popular al declararar que, “sin el mandato que viene con unas elecciones libres y justas, las acciones de Ortega no pueden reflejar la voluntad de los nicaragüenses”.
Segundo, los taiwaneses, sin lugar a dudas, están dolidos, pero ellos han sido testigos cercanos de la tiranía. Ellos están familiarizados con la vulgaridad de esos que no tienen otra guía en sus acciones que no sea el poder. A pesar de la pérdida de un aliado político en un mundo donde Beijing busca aislarlos, la pérdida de aliados falsos como Ortega y Murillo es una victoria moral para Taiwán.
Tercero, la campaña abusiva de aislamiento de Beijing sobre Taipéi afirma otra victoria más. Beijing da la bienvenida a sus filas a un aliado moral más, dejando uno menos para Taipéi. En menos de una década, Beijing le ha quitado exitosamente a Taiwán un tercio de sus aliados diplomáticos. Sin embargo, la victoria puede durarle poco a Beijing con respecto a Managua, dado el poco tiempo que tendrán Ortega y Murillo en el poder.
Finalmente, pierden todas las personas amantes de la libertad alrededor del mundo, no solo aquellas en Taiwán y Nicaragua. Sin embargo, el gran perdedor estratégico resulta ser los Estados Unidos. Con la relación entre Nicaragua y Taiwán destruida, los Estados Unidos pierde territorio político en el Caribe, región estratégica para el occidente.
La República Popular China acaba de tocar la puerta del hemisferio y aisló a un aliado clave de Estados Unidos en la región del Pacífico este. Este impulso para los sandinistas es un impulso para Beijing también. Este es un impulso para los enemigos de Estados Unidos en la región del Caribe y el Oriente lejano. Si bien Washington no es responsable del porvenir diplomático de Taipéi, Managua es el séptimo aliado en todo este tiempo que Beijing le acaba de quitar a Taiwán. Y todo esto está pasando frente a los ojos de Washington.
A pesar de la gran distancia que los separa, unos años de distanciamiento diplomático no dañarán terminalmente la amistad entre los nicaragüenses que aman la libertad y Taiwán. Pero sin importar cuán reciente sea este avance de la China comunista en Nicaragua, este no es del mejor de los intereses para los países libres en las Américas.
El Departamento de Estado necesita una estrategia para mantener a Beijing alejado de este hemisferio. Una respuesta académica sobre la soberanía popular es simplemente insuficiente.
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