El presidente estadounidense Joe Biden inauguró el 8 de junio de 2022 la tan ansiada Cumbre de las Américas anunciando la “Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica”. Este escueto plan está cargado de retórica progresista, pero no tiene capacidad real para hacer cambios significativos.
El objetivo de esta propuesta — no es que se vaya a lograr— es la restauración del liderazgo de Estados Unidos para anular la influencia china en el continente. La administración Biden ha descrito el plan como una “nueva y ambiciosa agenda económica”. En realidad, es una lista de formas de canalizar el amiguismo ideológicamente aprobado en hispanoamérica.
En lugar de crear nuevos acuerdos comerciales, la administración Biden espera gestionar nuevas inversiones, incluyendo capital privado. El plan no indica cuánto dinero se prevé levantar, pero el Triángulo Norte parece ser el principal destino de las inversiones.
El plan incluye una mano de obra más fluida para ayudar a las cadenas de suministro, la descarbonización de los llamados empleos de energía limpia y el comercio “inclusivo”. La asociación, en consonancia con la retórica progresista, busca un crecimiento “de abajo hacia arriba” y se dirige a la clase media y baja. Si se lee entre líneas, se vislumbra una normativa más estricta en materia de trabajo, medio ambiente y producción.
La otra motivación declarada de la administración Biden para el plan es poner un freno a la creciente inmigración ilegal hacia EE. UU. Sin embargo, durante la misma semana de la Cumbre, una nueva caravana de migrantes se dirigió hacia la frontera sur desde Guatemala, desafiando la Cumbre de las Américas y la ley de inmigración estadounidense.
Fragmentación ideológica obstaculiza alianzas
En la primera Cumbre de las Américas, celebrada en Miami en 1994 bajo la tutela de Bill Clinton, se diseñó la declaración de principios del acuerdo multilateral más ambicioso propuesto hasta ese entonces para agrupar comercialmente a los países del continente americano, a excepción de Cuba. La intención era crear la mayor área de libre comercio del mundo: el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
En 2005, en el marco de la IV Cumbre de las Américas, se tenía previsto que este proyecto entrara en marcha. Sin embargo, tras la irrupción del Socialismo del Siglo XXI y el movimiento antiglobalización en la escena política de la región — con el chavismo como punta de lanza— el acuerdo quedó sepultado.
Desde entonces, la influencia de EE. UU. en la región ha venido a la baja. Los presidentes estadounidenses — desde George Bush hasta Joe Biden— han mostrado un gran desinterés en una mayor cooperación económica con la región hispanoamericana. Mientras tanto, China — a pesar de estar al otro lado del mundo— ha asegurado su presencia.
El gobierno de Biden esperaba hablar de inmigración durante la Cumbre. Sin embargo, este terminó hablando solo, pues los presidentes de los países que más emigrantes ilegales envían a EE. UU. no asistieron, ni siquiera el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.
El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, quien tampoco asistió a la Cumbre debido a que dio positivo por COVID-19, criticó el enfoque de EE. UU. hacia la región: “[Los líderes estadounidenses] no tienen una comprensión clara de América Latina. Creen que las mismas necesidades y problemas afectan a la región desde México hasta Tierra del Fuego”.
Un nuevo plan a la lista de deseos
Anunciar planes supuestamente ambiciosos para la región no es nada nuevo para Washington. En 2021, durante la cumbre del clima COP26, EE. UU. ya presentó un plan de desarrollo similar, denominado Build Back Better World. Nada se ha implementado de este aún.
La Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas probablemente tenga un final similar. Aunque está lleno de buenas intenciones, el plan carece de acciones, participantes y beneficiarios específicos.
El gobierno de Biden propone canalizar millones de dólares de los contribuyentes y de capital privado a hispanoamérica sin coordinación ni responsabilidad clara, como si el envío de recursos se realizara por obra de magia. Durante la ceremonia de apertura de la cumbre, Biden expresó sus argumentos: “Tenemos que invertir para asegurarnos de que nuestro comercio sea sostenible y responsable en la creación de cadenas de suministro que sean más resilientes, más seguras y sostenibles”.
Un aspecto clave sería una reforma integral para modernizar el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, el comunicado no da más detalles sobre cómo de reformará al ilustre ejemplo de la corrupción y el parasitismo encubierto.
Según funcionarios de la Casa Blanca el proyecto no contempla nuevos acuerdos comerciales, ni reducciones arancelarias o eliminación de barreras no arancelarias, y en un principio, solo se centrará en los socios afines sin dejar claro cuáles son estos.
Esto plantea dudas sobre el contenido del plan. Los EE.UU. no tienen acuerdos comerciales con muchos países de la región, como Argentina, Bolivia y Ecuador. Aunque los países del Triángulo Norte —Guatemala, Honduras y El Salvador— sí cuentan con tratados comerciales en vigor con los EE. UU., sus agendas políticas difieren.
Repetir hasta la saciedad que el plan se centrará en prácticas “muy resilientes”, evoca a pensar que esta será una oportunidad adicional para promover la politizada agenda ideológica de la administración Biden. Los funcionarios estadounidenses intentan conseguir la prosperidad económica centrándose en el ecologismo y la ingeniería social en lugar de hacerlo en los mercados.
Los confinamientos, la guerra entre Rusia y Ucrania y la inflación han golpeado con fuerza en 2022. Sin el libre comercio, no hay forma de hacer que las cadenas de suministro sean “más resistentes, transparentes y libres de condiciones laborales de explotación”, como ha propuesto Biden.
Paradójicamente, el fracaso del plan apuntaría a un mayor estrechamiento de los lazos entre China y la región. Un fracaso que aumentaría la capacidad de China para forjar nuevas relaciones comerciales y de inversión. Según una investigación de Reuters, la ventaja comercial de China sobre los EE.UU. en muchas naciones hispanoamericanas ha aumentado bajo el mandato de Biden.
A pesar de las promesas vacías de un renovado liderazgo de Washington, China sigue ampliando su dominio en la región. Esto se debe principalmente a la inacción de EE. UU. para plantar cara al gigante asiático. “Mientras China esté dispuesta a poner el dinero sobre la mesa, parece que estamos librando una batalla ya perdida”, dijo un funcionario estadounidense a Reuters de forma anónima.
A la luz de los hechos, parece ser que este plan difícilmente podrá contrarrestar la creciente influencia china, ya que carece de consistencia y beneficios concretos para la región. Es un nuevo brindis al sol, lleno de parafernalias y buenas intenciones, pero sin intenciones reales de realizar cambios trascendentales.
Join us in our mission to foster positive relations between the United States and Latin America through independent journalism.
As we improve our quality and deepen our coverage, we wish to make the Impunity Observer financially sustainable and reader-oriented. In return, we ask that you show your support in the form of subscriptions.
Non-subscribers can read up to six articles per month. Subscribe here.