Tras sólo dos meses en el cargo, el presidente colombiano Gustavo Petro ya ha realizado varios esfuerzos para alinearse con los tiranos hispanoamericanos. Ha reanudado las relaciones diplomáticas con la dictadura venezolana, ha nombrado a un embajador en Nicaragua y ha respaldado una petición para que los Estados Unidos retiren a Cuba de la lista de países terroristas de Estados Unidos.
Al aproximarse estrechamente a las dictaduras de la región, las cuales no dejan de cometer violaciones sistemáticas de los derechos humanos, Petro está borrando de a poco su fachada democrática y preparando el terreno para una mayor desestabilización y caos en Colombia.
A nivel interno, las cosas no parecen ir mejor. Petro ha iniciado el proceso de diálogo con el grupo terrorista Ejército de Liberación Nacional (ELN), anticipando que traerá “la paz total” a Colombia. Sin embargo, para el senador colombiano Miguel Uribe, la propuesta de Petro traería consigo la impunidad total.
La reapertura de la frontera entre Colombia y Venezuela es indudablemente un hecho histórico, que marca el comienzo de una etapa de relaciones de hermandad, respeto y Paz. Somos pueblos unidos por el lazo inquebrantable del Bolivarianismo. pic.twitter.com/eRkR4IgdXd
— Nicolás Maduro (@NicolasMaduro) September 26, 2022
¿Ideología disfrazada de pragmatismo?
Petro comenzó a coquetear con la dictadura Ortega-Murillo el 11 de agosto de 2022 al nombrar a León Fredy Muñoz como embajador en Nicaragua. La administración de Iván Duque ordenó el retorno inmediato de su embajador a principios de este año luego que Ortega calificara a Colombia como un “narcoestado”.
El 12 de agosto Álvaro Leyva, canciller colombiano, ordenó a su delegación que se ausente de la votación en una sesión de la Organización de Estados Americanos (OEA) para condenar a la dictadura nicaragüense por las sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos. La respuesta de Juan José Quintana, viceministro encargado de asuntos multilaterales de Colombia, fue: “las razones… se relacionan con delicados aspectos de política exterior que tienen carácter confidencial”.
Tras las continuas críticas de la opinión pública, la cancillería colombiana aseguró –mediante un comunicado del 30 de agosto– que la ausencia de Colombia se debió a “razones estratégicas como humanitarias y no ideológicas”.
El conocido periodista Daniel Coronell reveló dos razones para la ausencia de la delegación colombiana. Primero, Colombia habría querido negociar para que Nicaragua permita que embarcaciones colombianas pesquen en el perímetro que la Corte Internacional de Justicia entregó a Nicaragua en 2012. En segundo lugar, el gobierno de Petro habría estado llevando a cabo una operación humanitaria para persuadir a la dictadura de Ortega-Murillo de que libere a 21 presos políticos.
Sin embargo, los esfuerzos de Petro por complacer al régimen Ortega-Murillo fueron en vano. Por un lado, la resolución de la OEA que condenaba a Nicaragua fue aprobada con éxito. Por otro lado, William Grigsby, uno de los principales promotores del gobierno de Ortega, transmitió en su programa de radio “Sin Fronteras” que el régimen se ha negado a negociar con Petro.
En una reacción acelerada a estos últimos acontecimientos, Leyva cambió su retórica y condenó públicamente a la tiranía nicaragüense. Describió a Ortega como un violador de los derechos humanos por excelencia y advirtió que apoyará la salida de Nicaragua del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En cualquier caso, el gobierno de Petro ha sentado un precedente negativo. El recién nombrado presidente está dispuesto a socavar la imagen del Estado colombiano, negándose a condenar a los tiranos en público y llevando a cabo acuerdos por debajo de la mesa con los mismos.
Los dictadores tienen un nuevo padrino
La política exterior en torno a Caracas ha sido una prioridad para el Gobierno del izquierdista Gustavo Petro. El restablecimiento de las relaciones con Venezuela quedaron plasmadas con la designación de embajadores por ambas partes: Armando Benedetti, —exjefe de campaña de Petro— por parte de Colombia y Félix Plasencia por parte de la dictadura venezolana.
Según Petro, esta normalización solo encauza razones humanitarias y económicas. Sin embargo, las declaraciones de su nuevo embajador en Venezuela denotan la clara intentona de legitimar a la dictadura de Nicolas Maduro ante la comunidad internacional y dotarle nuevamente de protagonismo en la política regional.
En una entrevista con Bloomberg, Benedetti parecía dispuesto a retirarse de una denuncia contra Venezuela que senadores colombianos y chilenos —entre ellos Duque— presentaron en 2017 ante la Corte Penal Internacional. “Lo que hizo Duque fue un error craso de las relaciones exteriores”, dijo Benedetti.
Sin embargo, Colombia es cuna del realismo mágico y esto aplica tanto a la literatura como a la política. En 2015, Benedetti –que servía como senador en ese entonces– instó al gobierno a terminar las relaciones con Venezuela.
Otra ironía es la invitación de Petro a Maduro —quien ha aceptado gustosamente— a ser garante de las negociaciones con los terroristas del ELN, quienes operan desde hace algunos años en Venezuela con complicidad del mismo régimen venezolano. Tras la renuncia del Estado colombiano a la petición de extradición de los miembros de la guerrilla del ELN refugiados en Cuba, las negociaciones han sido programadas para llevarse a cabo en las primeras semanas del mes de noviembre.
Esto se encuentra dentro del proyecto denominado “la paz total” con la que Petro busca entablar procesos de paz con grupos armados ilegales. Las Comisiones Primeras del Senado y la Cámara de Representantes aprobaron en primera instancia una prórroga de la Ley de Orden Público para convertirla en una política de Estado, lo que obligaría al cumplimiento del proceso a posteriores gobiernos.
En 2018, el entonces presidente Juan Manuel Santos llevó a cabo un proceso de paz similar con la guerrilla comunista de las FARC. El acuerdo de paz ha fracasado hasta el momento. Mientras que los antiguos miembros de las FARC están disfrutando de un poder político ilegítimo con escaños dados en el Congreso, los frentes disidentes han continuado y ampliado sus actividades ilícitas.
Petro se hace de la vista gorda
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se reunió con Petro en Colombia el 3 de octubre. Durante este encuentro, Petro dijo que la decisión de Donald Trump de incluir a Cuba en la lista de países promotores del terrorismo de Estados Unidos era injusta y que abogaba por su eliminación
Cuba sería otro de los aliados conflictivos de la administración Petro. En la isla se encuentran algunos líderes del ELN desde que el gobierno de Duque intentó negociar con ellos en 2018. Pese a que Duque derogó en 2019 la resolución que permitía a los miembros del ELN permanecer en Cuba por seguir sembrando terror en Colombia, la dictadura cubana les concedió asilo.
Petro parece estar quitándose la careta de moderado que llevó durante el balotaje y ha empezado a estrechar lazos y abrazos con las dictaduras regionales, a pesar de su largo historial criminal. La nueva diplomacia de Colombia se está orientando a lavarles la cara a los tiranos frente a la comunidad internacional y así brindarles una fuente extra de oxígeno que les permita mantenerse con mayor holgura en el poder.
Pese a que es prematuro tomar un juicio definitivo, las acciones de Petro no brindan una buena carta de representación. Su objetivo parece estar orientado a posicionarse como el nuevo caudillo de la izquierda hispanoamericana y comandar la nueva ola del nefasto proyecto del socialismo del siglo XXI, para lo cual necesitará aliados ideológicos.
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