Se ha trabajado por más de una década en una idea que puede cambiar el rumbo de Honduras, pero dicha idea está contra las cuerdas, al igual que sus beneficios. La nueva presidenta, Xiomara Castro, está socavando el crecimiento de las zonas especiales de desarrollo económico (ZEDE) y ya no hay una base constitucional o legislativa para su existencia.
Las acciones de Castro reflejan su elección de rechazar oportunidades económicas si estas amenazan el control centralizado del Gobierno. Las ZEDE son innovación y disrupción que se necesitan urgentemente en un Estado mayoritariamente fallido. Para Castro y sus compañeros socialistas, una salida así no puede sobrevivir, y su Gobierno se ha negado a negociar.
No solo que las ZEDE se van en contra de la centralización, sino que demuestran tangiblemente que los individuos pueden prosperar sin la necesidad de líderes intervencionistas. Las ZEDE están volteando la retórica anticapitalista, atrayendo efectivamente inversión extranjera y humillando a los progresistas que demonizan al gigante malévolo de Estados Unidos —así, las ZEDE están en espera y es improbable que se expandan—.
La oportunidad que me capturó
Como uno de los creyentes originales, he seguido a las ZEDE desde su inicio. En 2010, siendo un periodista en Nueva Orleans, me familiaricé con la diáspora hondureña, prominente en la Cámara de Comercio Hispánica de Luisiana. Mayra Pineda, una exdiplomática hondureña, todavía lidera la organización y fue de apoyo con mi trabajo.
Me dio curiosidad y pronto conocí el plan de las ZEDE para Honduras, entonces conocidas como ciudades charters. Mis sentimientos anarcocapitalistas juveniles estaban álgidos, y la idea de estas jurisdicciones startup dirigidas por emprendedores era un sueño.
Otros sintieron lo mismo e incluso se trasladaron a Honduras para unirse a lo que consideraban que estaba haciendo historia. En 2011 y 2012 hubo una oleada de interés por parte de blogueros y medios de comunicación, y había grandes esperanzas de que el éxito de las ZEDE pudiera catalizar reformas y reproducirse en otros lugares. Incluso la revista The Economist informó sobre las “regiones especiales de desarrollo”, aunque de forma desfavorable.
En 2013 asistí a una conferencia en Ciudad de Guatemala sobre ciudades startup, organizada por Zachery Cáceres, allí conocí a las personalidades ávidas de innovación jurisdiccional. El empresario educativo Michael Strong era uno de los líderes destacados, al igual que el profesor de derecho Tom Bell, de la Universidad de Chapman.
Strong escribió más tarde un artículo para mí que publiqué: “Cómo las ZEDE pueden hacer próspera a Honduras”. Enfatizó en la necesidad de “zonas que proporcionen acceso a una ley y una adjudicación de mayor calidad”, no solo impuestos bajos y una regulación ligera. Honduras necesitaba un Estado de derecho del primer mundo, lo que las ZEDE ofrecían.
La dura realidad en el terreno
Deseoso de ir más allá de los artículos y los podcasts, planeé un viaje a Honduras para ver con mis propios ojos lo que estaba ocurriendo. Un amigo de un tanque de pensamiento había vuelto a casa, a San Pedro Sula, después de estudiar en Carolina del Norte, donde trabajé entre 2011 y 2013, este me ayudó a planificar una visita de una semana. Un columnista de Tegucigalpa, la capital, fue otra cara amiga que me presentó a líderes empresariales locales.
Cuando llegué a San Pedro Sula a finales de 2013 había un apagón en toda la ciudad. Sin embargo, los habitantes de la segunda ciudad más grande de Honduras estaban acostumbrados a vivir sin electricidad. Pudimos parar en un restaurante y probar unos testículos de toro. El restaurante tenía un plan B: velas y una estufa de leña con la que cocinaron nuestra comida.
La falta de electricidad fue mi primera experiencia con la infraestructura de Honduras. Las carreteras fueron las siguientes en abrirme los ojos. Un expatriado británico que estaba allí con su mujer y su hija bromeaba diciendo que los conductores borrachos conducían más recto que los sobrios. Los borrachos no se molestaban en esquivar los interminables baches.
Cuando me aventuré a tomar el autobús hacia Tegucigalpa, sentí que me miraban como a un gringo fuera de lugar y no me sentí nada seguro. San Pedro Sula era conocida como la capital mundial del asesinato, exacerbado por las batallas entre cárteles de la droga por las rutas de tráfico. Un reportero y traductor de Arizona que vivía en San Pedro Sula me contó que había sido testigo de tiroteos y que tenía historias de horror de gente que conocía que no merece la pena repetir.
Aunque disfruté de mi estancia y conocí a gente que ha recorrido el mundo, mis observaciones generaron dos conclusiones paradójicas: (1) Honduras necesitaba urgentemente las ZEDE, pero (2) el desorden y la delincuencia me hicieron dudar de que alguna vez se realizaran unas ZEDE significativas. Tengamos en cuenta que Honduras ocupa el puesto 157 de 180 países en el Índice de Percepción de la Corrupción.
La noción de que habría un oasis libertario en Honduras fue aplastada en mi mente. Lo mejor que podía esperar era un respiro marginal de las garras de los funcionarios depredadores para con unos pocos suertudos. Aún peor, esos mismos funcionarios podrían quizás abusar de las ZEDE como vehículos para clientelismo político, aunque el intenso escrutinio hizo esa posibilidad remota.
Además, sentí que no había suficiente apoyo para las ZEDE —aunque los hondureños estaban ansiosos para tener empleadores extranjeros y creían que ellos trataban y pagaban mejor a sus trabajadores—. Los socialistas habían, deshonestamente pero efectivamente, retratado a las ZEDE como un plan antidemocrático e imperialista para robarse a Honduras.
Esa tontería ignoraba cualquier análisis sobrio y esfuerzos dedicados para hacer que los proyectos se alineen a la constitucionalidad de Honduras y esté hecho para el beneficio de los hondureños. Como explicó Ryan Berg del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales: “las ZEDE están ceñidas a las leyes hondureñas… está totalmente relacionado a la soberanía”. Esto incluye la “aplicación de la justicia, defensa nacional, relaciones exteriores, asuntos electorales y la emisión de documentos de identidad y pasaportes. Asimismo, cualquier marco legal adoptado por las ZEDE deben proveer igual o mayor protección de los derechos humanos con respecto a la Constitución hondureña”.
El fin de un camino largo
Han habido muchos dramas desde su inicio hasta la actualidad, incluyendo una discusión de relaciones públicas en San Francisco en el 2015. El entonces presidente Juan Orlando Hernández sería parte de unas conferencias de “Disrupting Democracy”, pero el sentido se perdió en la traducción. Cuando Hernández se retractó, la vergonzosa experiencia dio de comer a los comunistas de TeleSur y Mother Jones.
Mi colega Paz Gómez y yo hemos cubierto las ZEDE al detalle, quizás más que cualquier otro tema. En 2020, percibimos que las ZEDE estaban despegando otra vez con el proyecto Próspera, principalmente en la isla Roatán. Próspera ha recaudado más de $80 millones de capital, limitó los impuestos a largo plazo a no más del 7,5% del PIB y de facto declaró al bitcóin como moneda de curso legal. Berg ha registrado otras historias de éxito de las ZEDE en manufactura y agricultura, brindando beneficios económicos en el corto plazo.
En abril de 2022, sin embargo, el Congreso Nacional de Honduras eliminó la ley y la enmienda constitucional que habilitaban a las ZEDE. Ahora la presidente está presionando para hacer que estas, que estaban aprobadas, luchen por sobrevivir y planificar para el futuro. Gómez brinda esta explicación en el Impunity Observer:
El objetivo de las ZEDE era impulsar el desarrollo económico con procesos simples, regulaciones amigables con los inversores, modelos de toma de decisiones alternativas que incluyan arbitraje. No obstante, el hecho de permitir que existan distintos regímenes generó preocupaciones en torno a la soberanía y los derechos humanos del pueblo hondureño….
El 19 de abril de 2022, el presidente del Congreso, Luis Redondo, presentó una moción para derogar las ZEDE. Para aprobarla, él necesitaba el apoyo de al menos 86 de los 128 legisladores. Todos los congresistas votaron a favor….
Los legisladores explicaron que el concepto de las ZEDE “contraviene la lógica del Estado nacional, el estado de derecho, la justicia, la democracia, la forma de gobierno, la distribución territorial y en general, la dignidad y los derechos humanos del pueblo hondureño”.
En todo su mérito, muchos de los proponentes de la ZEDE han soportado algunas dificultades y han persistido por más de una década. Aún así, algunos se aferran a la esperanza de que la ley internacional y los tratados de libre comercio permitan que las ZEDE ya establecidas continúen. Si siguen con alguna esperanza todavía está por verse, pero la posibilidad de atraer más capital es finita.
Todo el humo de la retórica política ha impedido que algunos de los mejores académicos legales y economistas ayuden a Honduras a traer el capital necesario y el know-how para generar un desarrollo sustancial. Una oportunidad se ha perdido. Los perdedores son los hondureños, ahora más que nunca bajo el control del partido oficialista.
Join us in our mission to foster positive relations between the United States and Latin America through independent journalism.
As we improve our quality and deepen our coverage, we wish to make the Impunity Observer financially sustainable and reader-oriented. In return, we ask that you show your support in the form of subscriptions.
Non-subscribers can read up to six articles per month. Subscribe here.