Represión, violencia e intimidación es lo que hoy respira la ciudadanía nicaragüense bajo el yugo de la despiadada dictadura sandinista que, a través de elecciones fraudulentas, intenta revestirse como una democracia, aunque no muchos caen en el engaño. En este régimen, oponerse o simplemente disidir hacia el poder se paga con cárcel, exilio o incluso con la propia vida, como se destaca en el documental.
En 2018, el régimen de Daniel Ortega intentó implementar un ajuste en el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) que reduciría las pensiones de los jubilados, lo cual motivó una serie de protestas antigubernamentales. Luego de tres meses de fuerte represión de las autoridades y hordas paramilitares, al menos 355 personas fueron asesinadas y otras 235 terminaron en prisión.
Debido al fuerte asedio a la prensa libre en Nicaragua, el periodista mexicano de Fuerza Informativa Azteca, Otoniel Martínez, se infiltró como turista en un bus procedente de Costa Rica en julio de 2022 para grabar el documental Duele Respirar. El objetivo era claro, documentar la veracidad de todas aquellas atrocidades de las que se acusa al régimen de Daniel Ortega.
Arriesgando su propia vida, Martínez logró testificar desde el lugar de los hechos la naturaleza totalitaria del régimen y evidenciar que a la ciudadanía le Duele Respirar. Esta icónica frase con la cual se nombró al reportaje fue expresada por Álvaro Conrado, un adolescente que fue alcanzado en el cuello por una bala en medio de las protestas. Conrado murió debido a que el régimen prohibió la atención médica a los manifestantes heridos.
Este documental retrata la cruda e inhumana realidad que padecen las voces críticas del poder en este pequeño país centroamericano, el cual ha quedado completamente sometido por una dictadura familiar con intereses dinásticos. Esta producción envía un potente mensaje a la tiranía centroamericana: hay valientes dispuestos a desafiar su dominio.
Un régimen omnipresente
El guía que acompaña a Martínez —quien pide quedar en el anonimato por miedo a represalias— asegura que en Nicaragua la presencia del régimen es absoluta, ya que la dictadura ha instaurado con éxito un Estado policial en el que las libertades civiles no tienen cabida.
Lo primero que llama la atención en el documental es ver cómo flamea por toda la ciudad la bandera rojo y negro del partido oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) junto a la bandera de Nicaragua, como si esta fuera parte intrínseca de la identidad nacional. El guía de Martínez explica que esto se debe a que, no solo los partidarios del régimen la llevan consigo, sino todo aquel que quiere despistar a la guardia del régimen. “Si me registran y ven la banderita dicen ¡ah! este es de los nuestros” y los dejan en paz.
En cada barrio, de cada localidad, hay coordinadores e informantes asalariados que se encargan de identificar a las voces opositoras —similares a los Comités de Defensas de la Revolución que hay en Cuba—. Uno de estos militantes habló con Martínez ante las cámaras y emplazó a los opositores del sector —a quienes dice reconocer claramente— que se vayan, de lo contrario, terminarán en bolsas plásticas y sus cabezas colgadas en la montaña. Este dice sin inmutarse que “no es una amenaza, sino una promesa”.
El régimen intenta transmitir al mundo una fachada de legitimidad y aceptación en sus eventos grandilocuentes, donde repite sin cesar el lema “el pueblo presidente”. No obstante, la pareja dictatorial de Ortega y Rosario Murillo solo se presenta en eventos a puerta cerrada, con simpatizantes selectos. Llama la atención que, un presidente reelecto por cuarta vez —supuestamente con el 75% de los votos— no organice un acto de masas, ni siquiera en la conmemoración de la revolución sandinista.
Según una encuesta independiente de CID Gallup, más del 60% de los nicaragüenses rechazan el mandato de Ortega, sin embargo, hay que tomar con prudencia estas cifras ya que la desaprobación pudiera ser superior dada la persecución del régimen a los opositores, la respuesta de muchos encuestados pudiera estar influenciada por el miedo a represalias. Según el Latinobarómetro, los nicaragüenses son los ciudadanos de la región que más temor tienen a expresarse con libertad en público.
Barrer con todo signo de disidencia
La dictadura ha desmantelado completamente a la prensa libre y ha catalogado a todo periodista opositor como golpista, terrorista y enemigo del Estado. Por ejemplo, 54 medios de comunicación —radio, televisión e impresos— han sido clausurados por el régimen entre 2007 y 2022 a través de expropiaciones, cancelación de licencias y ocupaciones militares. Así mismo, los periodistas internacionales tienen enormes barreras para acceder al país mientras que los propagandistas de la dictadura están exentos de persecución.
Tras el estreno del documental en agosto de 2022, el parlamento, dominado por los sandinistas, aprobó una ley que impide a nacionales y extranjeros realizar trabajos audiovisuales y cinematográficos sin previa autorización. Así mismo, el régimen aprobó una restricción a los turistas —al puro estilo norcoreano— el libre ingreso de equipos de filmación. La dictadura apuesta por hermetizar aún más el país y así limitar el trabajo de quienes buscan exponer su criminalidad.
En el documental, un opositor explica a Martínez que nadie se atreve a alzar su voz o a documentar lo que sucede en Nicaragua, ya que estos pueden perder su trabajo, su vivienda o terminar en los centros de tortura del régimen, por ello, toda oposición permanece en las sombras, en el exilio o autocensurada por miedo a represalias.
Someter hasta quebrar
En el documental, Martínez ingresó a la Iglesia de la Divina Misericordia, que sirvió de refugio a los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua ante la ráfaga de balas de los paramilitares sandinistas en 2018. Las autoridades religiosas se han negado a reparar los daños, ya que sirve de evidencia de la brutalidad del régimen.
La Iglesia Católica de Nicaragua ha sido una firme aliada de la ciudadanía ante la embestida totalitaria, por lo que también se ha vuelto un blanco a neutralizar. Más de una decena de religiosos han sido encarcelados por la dictadura.
Ortega ha calificado a los opositores políticos apresados como “los hijos de perra de los imperialistas yanquis”. Los ex presos políticos en Nicaragua —entre los que se encuentran estudiantes, activistas, periodistas, opositores políticos y sacerdotes— han denunciado en múltiples ocasiones que las cárceles donde están recluidos operan como centros de tortura.
La última jugada macabra del régimen criminal fue declarar a opositores “traidores de la patria”, para así arrebatarles sus propiedades y despojarlos de la ciudadanía nicaragüense; 222 presos políticos fueron desterrados hacia los Estados Unidos. El monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, se negó a abandonar su país, por lo que la Corte de Apelaciones orteguista lo sentenció a 26 años de prisión y le quitó su nacionalidad. Estos atropellos tienen como fin quebrantar el espíritu de lucha de las voces críticas.
Su nombre es Rolando Álvarez, la tiranía de Nicaragua intentó forzarlo a subirse en un avión para partir a EEUU y ser desterrado. El obispo se negó a abandonar su país, ahora la tiranía le condenó a 26 años de prisión.
Un héroe de la libertad. pic.twitter.com/wxAF3r3JNH
— Emmanuel Rincón (@EmmaRincon) February 12, 2023
Martínez ha expuesto ante los ojos del mundo, con gran valentía y coraje, la verdadera cara del régimen orteguista. Nicaragua se encuentra ahora mismo secuestrada por una cruel tiranía de corte socialista, que se ha atornillado con éxito al poder.
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