La política del presidente Trump frente a de América Latina está dividida: acertado contra los regímenes comunistas en Cuba y Venezuela, pero descarrilado con Guatemala y Colombia. Los vestigios del Estado profundo de Obama tienen agendas contradictorias y deben ser abordados.
Trump cambió la política de Obama y trata a Raúl Castro y Nicolás Maduro como los dictadores que son. En contraste, los rezagos están bloqueando la aplicación de la ley en Guatemala, la ruta terrestre clave para el transporte de inmigrantes ilegales y drogas hacia los Estados Unidos. Aduanas y Protección Fronteriza informa que el 58 % de los arrestos de este año no han sido mexicanos, sino que provienen “en gran parte de Centroamérica”.
Uno de los culpables en este desacuerdo con Trump es Tom Shannon, el Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos. Reporta directamente al Secretario de Estado Rex Tillerson, y tiene autoridad sobre el Subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental y funcionarios equivalentes para otras regiones.
El peor legado de Obama en Guatemala proviene de sus dos secretarios de Estado y tres embajadores que se alinearon con los descendientes de las guerrillas apoyadas por los Castro. Los funcionarios de Obama impusieron diplomáticos radicalmente antiestadounidenses en el gobierno de Guatemala, protegiendo a los grupos armados que obligan a los habitantes rurales pobres a participar en una agenda criminal, que incluye la destrucción de la propiedad privada.
Al perseguir e impedir el ejercicio de las autoridades legítimas, los aliados de Obama garantizan una puerta trasera hacia los Estados Unidos. Los inmigrantes ilegales y los narcóticos continúan fluyendo a través de la porosa frontera de 958 kilómetros que limita Guatemala y México.
El último embajador de Obama, Todd Robinson, fue particularmente atroz. Mantuvo su cargo hasta los primeros nueve meses de la administración Trump. Él amenazó públicamente con encarcelar a los miembros del congreso de Guatemala si no votaban como él quería; los llamó idiotas por informar a la administración Trump de sus acciones; y afirmó que, para él, la soberanía es la última prioridad.
Después de un mandato de tres años, Robinson dejó Guatemala en septiembre y fue sucedido a principios de octubre por el oficial de servicio extranjero de carrera Luis Arreaga. El nuevo embajador ha indicado un enfoque diferente e hizo presentaciones públicas de apoyo al presidente guatemalteco, Jimmy Morales. Eso incluye el anuncio de un esfuerzo de USD $1.000 millones de la Corporación de Inversión Privada en el Extranjero (OPIC) para el Triángulo Norte: Guatemala, Honduras y El Salvador.
El embajador Arreaga elogió a Morales por promover un gobierno abierto y compartió que ha jugado al tenis “un par de veces” con Morales. “El futuro de Guatemala está en manos de los guatemaltecos, no depende de nosotros”, dijo Arreaga, y agregó que “no es nuestro lugar influir en las decisiones internas”.
La actitud y las declaraciones de Arreaga, propias de un embajador, contrastan con su predecesor. Robinson apareció abiertamente y elogió a personas y grupos que trataban de sacar al presidente de su cargo. Estos izquierdistas temen que Morales cambie de rumbo, una vez que Trump aplique su postura antitotalitaria, y los someta a la ley.
La clave de la política de Obama fue el control del Ministerio de Justicia en manos de los sucesores de la guerrilla. Luego podrían castigar a los enemigos políticos y proteger a los aliados. Para continuar con el control del enjuiciamiento penal, esencial para su agenda, los aliados de Obama en Guatemala deben hacer que uno de ellos sea el nuevo fiscal general para comenzar en mayo de 2018. La mejor manera de lograrlo sería eliminar a Morales de su cargo.
Aunque no lograron sacar a Morales de la presidencia, pese a varios intentos, probablemente seguirán intentándolo. Sin embargo, el apoyo del embajador de EE. UU. para Morales lo haría mucho más difícil. ¿Los jefes de Arreaga en Washington, DC, específicamente Tom Shannon, permitirán revertir significativamente la política de Obama?
La experiencia reciente con Venezuela apunta a una casa dividida. El personal de Trump en la Casa Blanca quería sancionar a Maduro por reescribir ilegalmente la Constitución venezolana, pero Shannon trató de anticiparse reuniéndose con funcionarios Chavistas. Pidió las sanciones más suaves posibles y mantener comunicaciones abiertas. Afortunadamente, el Jefe de Gabinete John Kelly lo superó.
Para que la OPIC y otras ayudas estadounidenses contribuyan al desarrollo económico en el Triángulo Norte, Morales y la administración Trump deben enfrentar un fuerte desincentivo para invertir. Esto se debe a la aplicación arbitraria de la ley por parte de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), alabada por Soros y promovida por la ONU.
Este usurpador de la soberanía trabaja en conjunto con el corrupto Ministerio de Justicia y el corrupto sistema judicial, todo puesto en práctica por la política de Obama. El capital no presta atención al giro político. Busca seguridad jurídica.
Parece que Tillerson confía en Shannon, pues lo mantiene en un cargo clave para la política de América Latina, lo que podría explicar los informes de que Tillerson pronto será reemplazado. Hay mucho en juego en nuestra puerta trasera desbloqueada de Guatemala para que Trump permita a sus oponentes controlar o incluso influenciar la política exterior. Para reducir el flujo de inmigrantes y drogas ilegales a los Estados Unidos, Trump debe asegurarse de que los remanentes del Estado profundo no lo minen.
La versión original en inglés fue publicada en PanAm Post.
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