El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, quien visitó la Casa Blanca esta semana, enfrenta una dudosa imputación por corrupción al tiempo que se acercan las elecciones del 9 de abril en Israel.
Netanyahu se une a Trump como un blanco político más del sistema judicial de su propio país. Un tercer líder nacional que está en la misma situación es Jimmy Morales, presidente de Guatemala, quien ha apoyado a tanto Netanyahu como a Trump. En 2018, durante la conferencia del Comité de Asuntos Públicos Americano Israelí (AIPAC), Morales anunció la fecha del traslado de la embajada guatemalteca a Jerusalén. Ataques contra su mandato le han impedido de estar presente en el evento de este año.
Los tres enfrentan al mismo enemigo, que recurre al juego sucio para lograr sus objetivos y está desesperado por sacarlos del poder por la misma razón.
Israel y Guatemala, una nación centroamericana con 18 millones de habitantes y una frontera de 965 kilómetros con México, han mantenido estrechos vínculos desde la fundación de Israel. En 1947 fue Jorge García Granados, el entonces embajador guatemalteco ante las Naciones Unidas, quien presentó y cabildeó para lograr el reconocimiento del Estado israelí. Hasta hoy día calles en Israel llevan los nombres de Granados y Guatemala.
Guatemala fue el primer país en abrir una embajada en Jerusálen, luego trasladada a Tel Aviv, y el segundo, después de Estados Unidos, en reconocer a Israel como Estado independiente. Setenta años después, Guatemala y Estados Unidos son las únicas naciones con embajadas a Jerusalén.
Netanyahu, Morales y Trump comparten un enemigo político común: el expresidente Barack Obama, cuyas políticas siguen afectando a los tres.
Netanyahu pronunció un apasionado discurso ante la sesión conjunta del Congreso estadounidense en 2015 en oposición al acuerdo de armas nucleares de Obama con Irán. Cincuenta y ocho legisladores del Partido Demócrata no asistieron al discurso, incluyendo el presidente del Senado, el exvicepresidente Joe Biden. En las elecciones israelíes de ese año, el Gobierno de Obama envió dinero de los contribuyentes a un grupo israelí que quería interferir en los comicios y sacar a Netanyahu del poder.
En Guatemala, el Departamento de Estado de Obama se alineó con los sucesores de las guerrillas apoyadas por Fidel Castro durante el conflicto interno armado del país. Bajo los auspicios de una comisión de la ONU, estos trasnochados marxistas han asumido un papel preponderante en el sistema judicial del país, y ahora están usando su recién adquirido poder contra Morales.
Trump ha sufrido dos años de persecución política iniciada por funcionarios de la era Obama con la acusación de que él había “coludido” con Rusia y que es su títere. El fiscal especial Robert Mueller no encontró evidencia alguna de ello.
Los cargos contra Netanyahu alegan que él concedió privilegios regulatorios, pero el catedrático de derecho Alan Dershowitz, quien se autodefine progresista, demócrata y defensor de las libertades civiles, dijo al fiscal general de Israel que esto “pondría en peligro a la democracia y a la prensa… [Derrocaría] a un primer ministro electo legítimamente sobre la base de una aplicación expansiva y sin precedentes de un estatuto penal amplio y expansible”. Netanyahu niega las acusaciones y agrega: “La izquierda entiende que no podrá derrotarme en las urnas”.
De igual manera, los cargos contra Morales son absurdos y espurios. Montados desesperadamente y a las apuradas para desacreditar a Morales junto con Trump, ni siquiera llegan a constituir crímenes. Tampoco pueden atribuirse a Morales. Pero en un intento de sacar ventaja, el comisionado de la ONU arrestó al hijo y al hermano de Morales por faltas administrativas menores.
La estrategia del adversario contra los tres es el golpe judicial: utilizar el sistema legal como una herramienta política para dañar y restar legitimidad mientras se gastan recursos y tiempo. Es la fórmula utilizada por socialistas para evitar someterse al voto en su búsqueda por el poder.
Esta estrategia difícilmente puede funcionar en Estados Unidos y en Israel pero en Guatemala, donde el respeto por la ley es débil, es completamente factible. Sin obstáculos y sin escrutinio, la persecución ilegal de adversarios políticos —juicios amañados, encarcelamientos y confiscación de bienes— ha intimidado a la sociedad civil y al sector público.
Las políticas de Trump, Netanyahu y Morales comparten un respeto por el libre mercado, el imperio de la ley y el individualismo. Sus opositores prefieren los mercados regulados, la aplicación arbitraria de la ley y el colectivismo o la política identitaria. Esta brecha fundamental quedó en evidencia esta semana cuando Obama organizó su propio evento para competir con el de AIPAC.
Los demócratas están trabajando con sus aliados socialistas, incluyendo a subordinados en el Departamento de Estado, para robarse las elecciones de Guatemala en junio. Si lo logran, Estados Unidos perderá un aliado que podría promover el desarrollo y reducir el flujo ilegal de drogas y migrantes hacia su territorio. Guatemala se convertirá en un adversario de Israel, retirará su embajada de Jerusalén y reconocerá a Palestina como Estado independiente, tal como los socialistas aquí lo han impulsado.
En los tres países, una mayoría quiere resultados de las políticas de sus líderes. Los socialistas, en lugar de buscar ganarse la voluntad del pueblo, imponen su programa destructivo por cualquier medio. Las elecciones venideras en estos tres países podrían definir el futuro de la libertad.
Lea el artículo original en inglés en el Washington Examiner.
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Excelent articule mr. steven hecht, this is the real thing going on here in guatemala, i’m glad you are aware of that and make this articule.
Los tres están protegidos el Todo Poderoso, Nuestro Señor Jesucristo. A si que aunque digan, hagan o quieran hacer en contra de ellos, la bendición ya la tienen y el Espíritu Santo los guiará hoy y siempre.
Es gravísimo el legado siniestro que ha dejado tras su innombrable gobierno el señor Barak Hussein Obama a lo largo de Latinoamérica por la enorme cantidad de impunidad y de mal olor a nivel judicial que se reflejan en unos niveles impunidad a niveles extremos, pero lo más grave es que bajo su gobierno, el de Hussein, se multiplicaron las áreas de cultivo de coca en todas las Américas y así mismo la producción de cocaína y además se blindó con impunidad a quienes las producen, que son los miembros del cartel narcoterrorista de las FARC.