El ex vicepresidente Joe Biden busca reconocimiento por la política exterior para Centroamérica de Barack Obama. Se lo merece —por la destrucción tanto en esta región como en Estados Unidos—. Su reflexión optimista contradice la evidencia humana a primera vista al llegar a la frontera sur.
En el debate presidencial del 12 de septiembre, Biden dijo “Comparar a [Obama] con el presidente que tenemos es indignante… Nosotros no encerramos a las personas en jaulas; nosotros no separamos familias; nosotros no hicimos ninguna de esas cosas”.
En realidad, sí lo hicieron. Los izquierdistas se enfurecieron por una fotografía de niños en jaulas en la frontera, que supuestamente demostraba la falta de humanidad del presidente Donald Trump. Para la sorpresa de los demócratas, pero no su vergüenza, la imagen era de 2014. Incluso CNN llamó la atención a Biden por esto: “Las dos declaraciones de Biden son falsas”.
La política Obama-Biden, para apoyar a socialistas en el exterior, hizo que aquellos niños terminaran en jaulas en 2014. Su legado aún hace que menores de edad se embarquen en el peligroso viaje hacia EE.UU.
En enero de 2015, Biden escribió en un artículo de opinión para el New York Times: “Obama me ha solicitado llevar a cabo este esfuerzo” en Centroamérica. En un discurso de 2016 en Guatemala, Biden dijo: “Obama me encargó generar un plan para la región” —refiriéndose al Triángulo Norte: Guatemala, El Salvador y Honduras—.
El plan de Biden acogió a los sectores socialistas de las Américas. Estas organizaciones nacieron a partir del Departamento América de Fidel Castro, que fue creado para expandir el leninismo a lo largo de la región y fomentar revoluciones.
El gobierno Obama-Biden restableció las relaciones diplomáticas con Cuba que se habían suspendido en 1961. El consecuente flujo de turistas estadounidenses capaces de utilizar sus tarjetas de crédito en Cuba ayudó a rescatar al desesperado régimen de Castro, escaso de liquidez.
En 12 meses entre 2014 y 2015, Biden visitó Guatemala tres ocasiones. Públicamente presionó al presidente de este país para extender la operación de la Comisión Internacional en Contra de la Impunidad (CICIG) de la Organización de Naciones Unidas (ONU). La comisión sirvió como una herramienta de la Embajada de EE.UU. para coaccionar a la Justicia y el sistema penal de Guatemala, favoreciendo a los sucesores de los grupos insurgentes respaldados por Castro.
Biden viajó de nuevo a Guatemala en enero de 2016 para la toma de poder del nuevo presidente, con el fin de asegurar la permanencia de la comisión de la ONU. Pese a que estaba previsto que el mandato de la CICIG termine en septiembre de 2017, el nuevo presidente lo prolongó hasta 2019. Biden bromeó: “He dedicado tanto tiempo a asuntos relacionados a esta área que mis electores están empezando a creer que quizá debo candidatizarme aquí”. En realidad, él ya era quien gobernaba.
En respuesta a una pregunta del debate acerca de las reparaciones por la esclavitud, Biden habló de la importancia de “encender los tocadiscos por la noche” para educar a los niños. Luego volvió a mencionar a América Latina:
“Ustedes hablan de la necesidad de hacer algo en América Latina. Yo soy quien ha conseguido $740 millones para ver que esos tres países, de hecho, cambien su sistema y las personas no tengan… que migrar.”
Biden se estaba refiriendo al Triángulo Norte, del cual Guatemala es el país clave para Estados Unidos. Guatemala es el único acceso por tierra para México desde América Latina. Como resultado de los esfuerzos de Biden, se ha vuelto una puerta abierta a Estados Unidos para el tránsito de migrantes y drogas ilegales.
Una porcentaje de los $740 millones que Biden tomó de los contribuyentes estadounidenses se ocupó en el apoyo de grupos a los que Judicial Watch expuso como parte de los esfuerzos internacionales de George Soros para propagar el colectivismo: “El objetivo es avanzar en una agenda globalista radical por medio de la guerra jurídica y la subversión política.”
Judicial Watch revela en su informe que los esfuerzos de Soros en América Latina han llevado a los socialistas a tomarse algunos países. Entre sus víctimas está Bolivia, El Salvador, Nicaragua y el desastre que es actualmente Venezuela.
En Guatemala, la infraestructura subversiva de Biden y Soros se apoya en los millones de estragos que va dejando su caótica operación. Politiza la Justicia y el sistema penal, fomenta la violencia, debilita a la economía, y provoca una creciente migración y sufrimiento para los niños.
El presidente de la Cámara Americana de Comercio en Guatemala indicó: “Estamos en un período de movimientos ideológicos radicales de grupos a favor del conflicto social, así como de tergiversación y abierta oposición a cualquier proyecto de inversión, sin demostrar realmente tener una representación legítima o democrática de las comunidades. Esto ha llevado al vandalismo, daños, disturbios, invasión de propiedad privada y pérdida de vidas, lo que pone en peligro la seguridad de los ciudadanos y el desarrollo del país.”
Biden se mostró orgulloso por su sabotaje en el debate demócrata de julio. Declaró, de modo orwelliano, que él era “capaz de cambiar las circunstancias por las que las personas huyen en primer lugar”, incluso luego de que el flujo migratorio ha crecido a los niveles más altos.
Biden se expone como un político moderado, pero su respaldo al socialismo en Guatemala demuestra lo contrario. Sus acciones han perjudicado a América Latina y a Estados Unidos y han contribuido directamente a la crisis en nuestra frontera.
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