El 3 de enero, el presidente Donald Trump hablará en una iglesia hispana por el lanzamiento del movimiento “Evangélicos por Trump”. Su discurso será crucial para las personas de fe, porque el socialismo ahora es tendencia en el Partido Demócrata; la libertad de culto está en juego.
Florida, un estado clave para la batalla electoral de 2020, es el lugar adecuado para enfrentar a los colectivistas. La amplia población latinoamericana de Florida está consciente del canto de sirena del socialismo, así como de las consecuencias desastrosas de las políticas que los demócratas ahora persiguen y promueven. En la década de 1960, Fidel Castro difundió el marxismo a través de América Latina, sembrando el caos a lo largo de la región con efectos dominó que duran hasta ahora.
El potencial candidato presidencial demócrata Bernie Sanders (I-VT) y su porrista principal, la congresista Alexandria Ocasio-Cortez (D-NY), han dicho que su versión de socialismo no está relacionada con lo que Castro promovió en Venezuela.
Trump dijo a la Asamblea General de la ONU en 2017, “el problema en Venezuela no es que el socialismo haya sido mal implementado, sino que el socialismo haya sido implementado adecuadamente”. La gran cantidad de latinoamericanos que viven en Florida saben que esto es cierto.
Soy un estadounidense que ha vivido en Guatemala por más de 40 años. Vi de primera mano cómo las guerrillas financiadas por Castro mutaron en un partido político. Su candidata presidencial socialista llegó a segunda vuelta en dos elecciones consecutivas.
Este año, la presidenta de la Cámara de Representantes de EE. UU. Nancy Pelosi (D-CA) lideró una delegación demócrata que viajó a Guatemala tres días antes de la segunda vuelta presidencial. Fue una vergonzosa demostración de apoyo a la candidata socialista de la guerrilla, quien afortunadamente –aún así– fue derrotada.
Otro potencial opositor de Trump, Joe Biden, visitó Guatemala tres ocasiones como vicepresidente. Él apoyó a una comisión corrupta de la ONU que defendía abiertamente a los socialistas, los cuales trabajaban en contra de la religión en el país centroamericano.
Pastor Otilio López –un miembro de la junta directiva de la Alianza Evangélica de Guatemala– dice: “Los evangélicos tratan de vivir vidas productivas, mientras ayudan a otros, y a estar en paz con Dios. Los izquierdistas nos temen porque saben que nosotros nos resistiremos y no doblegaremos ante su inmoralidad. Ellos intentan infiltrarse en nuestras organizaciones y engañarnos. No permitiremos que eso ocurra por nuestros principios y valores”.
Mientras López lucha por la libertad de culto en Guatemala, Trump lucha por todos nosotros al hacer retroceder al socialismo. En un discurso en Florida en noviembre de 2019, Trump mencionó: “Para aquellos que intenten imponer los horrores del socialismo en nuestro país, digo de nuevo esta noche, Estados Unidos nunca será un país socialista, jamás”.
Trump comprende la amenaza que el socialismo representa para la religión, pues el colectivismo se opone inherentemente a ella. Su audiencia de simpatizantes evangélicos en Florida asistirá porque quieren escuchar a líderes políticos que respetan y defienden su derecho individual a la libertad de culto y a la tolerancia, que están bajo constante ataque.
Un ejemplo notable es la reciente reacción ante el saludo del magistrado de la Corte Suprema Neil Gorsuch al iniciar una entrevista en Fox News con “Feliz Navidad”. Los demócratas, aliados de los medios, y otros secularistas lo calificaron de inapropiado y político. Hasta hace poco, “Feliz Navidad” era común incluso entre los no cristianos. Ahora este deseo cordial está politizado por quienes coartarán nuestra libertad.
El día de Navidad, otra potencial oponente de Trump, Elizabeth Warren, se pronunció en Twitter. En lugar de desearnos felices fiestas, atacó el “cruel trato hacia los inmigrantes y solicitantes de asilo del Gobierno de Trump” por la separación de familias y la muerte de un menor. La realidad es otra: los demócratas han abusado de los niños para difamar a Trump. Al negarse a reformar las leyes de asilo, los demócratas invitaron a que los adultos lleven a los menores con ellos en el peligroso viaje a través de México.
La elección de 2020 gira en torno a la batalla entre la libertad y la prosperidad versus el elitismo y el camino a la servidumbre. Pese a sus negaciones e inventos, los socialistas y secularistas han estado atacando la religión desde muchos frentes. El Gobierno de Obama era hostil con los grupos religiosos, especialmente con Obamacare. Trump ha emitido órdenes ejecutivas para proteger la libertad de culto, incluyendo la libertad de expresión; no debería ser necesario, pero ahora lo es.
El socialismo es amoral. Hace lo que sea necesario para tomar el poder y mantenerlo, incluso suprimir la fe. Todos los centros de poder son enemigos del socialismo, especialmente la religión porque está basada en principios, no en intereses propios.
Los socialistas que dicen creer en el cristianismo o el judaísmo mencionan que el mandato bíblico de preocuparse por los menos afortunados aplica para el gobierno. Eso es conveniente para ellos, pero erróneo. El mandato es para los individuos. El control gubernamental centralizado perjudica a cualquier sociedad donde es ejercido y ayuda tan solo a quienes tienen el poder político.
En noviembre, Trump enfrentará al líder de un Partido Demócrata que se ha convertido al socialismo. Su discurso ante los evangélicos debe intimidar a sus oponentes políticos, especialmente en un estado donde muchos conocen muy bien lo que eso implica para su calidad de vida.
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