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La impresionante victoria del senador Bernie Sanders (I-VT) en las primarias del Partido Demócrata en Nevada le han dado un significativo impulso y momento al autodeclarado socialista para lograr su nominación. El problema del establishment demócrata con Sanders no es que sea socialista, sino que lo afirme.
Los contendientes a la presidencia por el Partido Demócrata demostraron nuevamente en el debate en Charleston, Carolina del Sur, que el Demócrata “moderado” se ha convertido en una ficción. En la contienda de siete candidatos por Nevada, Bernie ganó con casi la mitad de los votos, más del doble que Joe Biden, el subcampeón. El Partido Demócrata se ha vuelto socialista.
En una entrevista en 60 Minutes, se le preguntó a Sanders si los demócratas se habían acercado a él. Él respondió: “En muchos sentidos, lo han hecho, y las ideas que parecían radicales hace cuatro años ahora son bastante aceptadas”.
Eso es cierto, y es aterrador.
Contrario a lo que afirma el Partido Demócrata, el socialismo actual no requiere que el Estado tome posesión de la propiedad privada. A través de la regulación, el gobierno intrusivo y centralizado de hoy puede hacer que la propiedad sea inútil para su propietario. Todos los candidatos demócratas, incluido Michael Bloomberg, como nos muestra su historial en la ciudad de Nueva York, favorecen un gobierno intrusivo.
Al quejarse sobre el “nivel grotesco de riqueza y desigualdad en la distribución del ingreso”, Sanders le dijo a Bloomberg en el debate demócrata de Nevada: “No fue usted quien ganó todo ese dinero… es importante que [los trabajadores] compartan los beneficios”. Cuando Bloomberg identificó eso como comunismo, un Sanders enfurecido gritó que era “socialismo democrático… esa es una acusación barata”.
El comunismo, el socialismo y el socialismo democrático son colectivistas. Comparten la premisa de que la desigualdad de ingresos es injusta y que el gobierno la debe revertir. La atención médica y la educación son derechos que el gobierno debe proporcionar de forma gratuita, lo que requiere una redistribución masiva de la riqueza.
Por el contrario, nuestra sociedad se basa en los derechos naturales: vida, libertad y propiedad, que preceden al gobierno y siempre tienen prioridad. La asamblea de personas otorga un poder coercitivo a su gobierno a cambio de seguridad. Los impuestos pagan la seguridad que beneficia a todos los ciudadanos. Esto es muy distinto a la redistribución, que finalmente perjudica a todos.
Cuando el gobierno se entromete y redistribuye la riqueza, la producción sufre. Más allá de cierto nivel de intrusión y redistribución, la economía se contrae y se estanca. Cuando el socialismo falla, la solución de sus defensores es imponer un poder gubernamental aún mayor, —esto aumenta el problema. Y toda la sociedad cae en una tiranía.
Sanders tuvo problemas para apreciar este hecho en su entrevista en 60 minutes: “Estamos muy en contra de la naturaleza autoritaria de Cuba, pero tu sabes, es injusto decir que todo es malo… Cuando Fidel Castro asumió el cargo, ¿sabes lo que hizo? Estableció un programa masivo de alfabetización. ¿Es eso algo malo, aunque Fidel Castro lo hiciera?”
Ya que Sanders lo menciona, esto es lo que Castro hizo en 1959. Su primer acto en el poder fue regalar una enorme cantidad de propiedad robada al pueblo cubano. Redistribuyó la tierra, gran parte de ella tomada de personas ricas. Recortó alquileres, tarifas telefónicas, admisión a eventos deportivos—lo que fuera.
Por un corto período de tiempo, los cubanos se sintieron ricos y amaron a su nuevo gobernante. Sin embargo, la economía se estancó. Tres años más tarde, Castro tuvo que instituir la cartilla de racionamiento, aunque lo llamó una medida temporal. Hoy, más de seis décadas después, esa misma medida temporal sigue vigente, y también la tiranía que la generó.
Al igual que Castro, Hugo Chávez en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua prometieron todo gratis y entregaron represión y miseria. Los demócratas ignoran la evidencia y culpan de esto a todo menos al socialismo, mientras continúan apoyando el socialismo en otros lugares.
Los comunistas ya no intentan tomar el poder a través de la fuerza, más bien penetran a la sociedad desde adentro. Crean división: la política identitaria divide a la sociedad en grupos de víctimas y opresores. El primer objetivo de los totalitarios es el obtener el poder judicial y la persecución penal: un golpe judicial. Con la capacidad de declarar qué es legal y qué no, pueden tomar el poder del resto del gobierno.
Al igual que con la política interna, los regímenes socialistas buscan socios afines en el extranjero. A pesar del terrorismo palestino y la autocracia, Sanders y los demócratas han puesto a los árabes palestinos en el pedestal de su política identitaria: los árabes siempre son víctimas e Israel siempre es el opresor. El apoyo demócrata al totalitarismo y su postura rígida antiisraelí también los llevó a apoyar al peor enemigo de Israel y uno de los peores de Estados Unidos: Irán.
La próxima semana, el Comité Estadounidense de Asuntos Públicos de Israel (AIPAC, por sus siglas en inglés) se reunirá en Washington, D. C. AIPAC es una visita obligada para los candidatos presidenciales de ambos partidos. Sanders, sin embargo, tuiteó esta semana: “Sigo preocupado por el podio que AIPAC brinda a los líderes que expresan intolerancia y se oponen a los derechos básicos palestinos. Por esa razón, no asistiré a su conferencia”.
A pocos meses de la votación de noviembre, estamos ante una confrontación entre nada más y nada menos que tiranía y libertad. Al igual que en Cuba, la llamada atención médica y educación gratuitas prometidas por los demócratas no son realmente gratuitas. Nos costarán nuestra libertad. Si es electo, Sanders se encargará de sea así.
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