Una abogada de derechos humanos recientemente fue arrestada por presunto bombardeo a un vehículo policial al lanzar un cóctel molotov encendido a la ventana del auto. Pese a la existencia de imágenes que la muestran sosteniendo la bomba como pasajera de una furgoneta que llevaba material explosivo, salió bajo fianza –por sobre la vehemente oposición de los procuradores–.
Esto no sucedió en Guatemala, donde he vivido por casi 50 años. Lamentablemente, ocurrió el 30 de mayo en la ciudad de Nueva York, donde nací y me eduqué.
La izquierda global está poniendo en práctica el libro de tácticas que han aplicado en Guatemala. Utilizan protestas violentas para debilitar el imperio de la ley. En Guatemala, los grupos radicales han apuntado a las zonas rurales; en Estados Unidos, están apuntando a las ciudades.
Salmah Rizvi depositó una fianza por la presunta bombardera de Nueva York, Urooj Rahman. Antes de ser parte de una firma de abogados estadounidense, Rivzi trabajó en el gobierno de Obama. Su trabajo estuvo incluido en los boletines diarios del presidente. Solamente con una justicia afable con los izquierdistas alguien puede bombardear un auto policial y estar libre al siguiente día.
En 1996, luego de 36 años de conflicto armado interno en Guatemala, las guerrillas apoyadas por Fidel Castro se transformaron en grupos de derechos humanos para supuestamente servir a la población indígena. Al contrario, estos grupos han generado caos que ha derivado en ausencia de la ley. Esto permite el tráfico de drogas y el tránsito de migrantes hacia México y luego Estados Unidos.
El Ejército Guerrillero de los Pobres, por ejemplo, creó el Comité de Unidad Campesina (CUC). Después de los acuerdos de paz, el CUC continuó sus operaciones y utilizó la ausencia de la ley exacerbada por el gobierno Obama-Biden para aterrorizar a las poblaciones locales.
Por qué importa Guatemala
La semana pasada, el Ejército estadounidense entregó más de 30.000 libras de cocaína y marihuana confiscadas al puerto de Fort Lauderdale. El capitán del barco dijo que confiscó las drogas en la ruta de Centroamérica y luego de Estados Unidos.
Guatemala es geopolíticamente importante por su frontera de 956 km con México. Al ser la única ruta terrestre desde Sudamérica y Centroamérica hacia México y luego Estados Unidos, Guatemala es el cuello de botella para el tránsito de drogas ilegales y migrantes.
El vicepresidente Joe Biden era la persona asignada durante el gobierno de Obama para atender asuntos en Centroamérica. En tres viajes a Guatemala en 12 meses, Biden solicitó la continuación de la corrupta Comisión Internacional Contra la Impunidad (Cicig) de la ONU que blindó a la CUC y a otros grupos socialistas de ser sujetos a procesamiento penal. Los grupos siguieron forzando a residentes locales a destruir propiedad y cometer otros crímenes. La violencia impide la inversión y las oportunidades económicas.
Biden viajó a Guatemala en enero de 2016 para la toma de posesión del nuevo presidente y bromeó, “He ocupado tanto tiempo en asuntos correspondientes a esta área que mis votantes están empezando a creer que tal vez debería candidatizarme para presidente acá”. No era gracioso.
El presidente de la Cámara Americana de Comercio en Guatemala lamentó en 2017, “Estamos en un período de movimientos ideológicos radicales de grupos a favor del conflicto social, así como de tergiversación y abierta oposición a cualquier proyecto de inversión, sin demostrar realmente tener una representación legítima o democrática de las comunidades. Esto ha llevado al vandalismo, daños, disturbios, invasión de propiedad privada y pérdida de vidas, lo que pone en peligro la seguridad de los ciudadanos y el desarrollo del país”.
Reflejado al norte de la frontera
Lo mismo sucederá en las ciudades estadounidenses con Antifa y Black Lives Matter (BLM) si los demócratas y sus aliados en los medios de comunicación continúan desalentando la acción policial e, incluso peor, retiran el apoyo financiero. Las víctimas serán las personas que estos grupos dicen proteger.
En la muerte de Fidel Castro en 2016, BLM proclamó, “Hay un enorme sentimiento de pérdida…. Debemos… ir a la defensa de El Comandante… mientras aspiramos a construir un mundo enraizado en una visión de libertad y paz que solo llegan con justicia”. Esto explica la consigna de los manifestantes, “no hay justicia, no hay paz”. Su objetivo es la justicia de Castro, y promoverán la violencia hasta que lo logren o sean derrotados.
Las autoridades federales, empezando con el presidente Donald Trump, han expresado su disgusto de lo que pasó con George Floyd. Ya han tomado medidas apropiadas. Las protestas enturbiadas por la violencia y el vandalismo no son por Floyd. Son por poder.
Esto surge del héroe de Obama Saul Alinsky. En su distintivo trabajo de 1971, Tratado para radicales, Alinsky escribió, “El tema en cuestión debe estar ‘polarizado’…. Uno sólo actúa de forma decisiva si tiene la convicción de que los ángeles están de su parte y los demonios en su contra…. Nosotros explotamos [el racismo] para nuestros propios propósitos”.
Este artículo se publicó originalmente en BizPac Review.
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