Artículo publicado originalmente en inglés en BizPac Review.
La insurrección marxista en las ciudades estadounidenses se ha tropezado precipitadamente con la naturaleza nacional de EE.UU.: individualismo sólido, sentido común y un indestructible vínculo al imperio de la ley —una tradición ahora liderada por el presidente Donald Trump—.
La violencia, supuestamente provocada por una respuesta al racismo, está ocasionando una reacción opuesta a la que buscan sus instigadores. Está funcionando en contra de los demócratas y sus aliados.
La confirmación viene de declaraciones realizadas la semana pasada por Joe Biden y Kamala Harris. Ellos condenaron la violencia luego de no decir nada al respecto durante su convención.
Dos tercios de los estadounidenses apoyan a Black Lives Matter (BLM). Atletas profesionales y líderes demócratas se arrodillan a su favor. El sitio web de BLM exhibe llamativamente la frase: “Exigimos el desfinanciamiento de la Policía”. Gallup encontró en una encuesta de junio-julio que el 86% de los adultos estadounidenses quieren la misma o más presencia policial en sus comunidades. Para los afroamericanos el porcentaje es 81.
Los estadounidenses quieren justicia racial y seguridad. Apoyan el concepto de que “las vidas negras importan” sin entender que la organización BLM es marxista y quiere desmantelar nuestra República constitucional.
“Somos marxistas formados”, dijo la fundadora de BLM Patrisse Cullors en un video de 2015. Cullors se refirió a sí misma y a su cofundadora Alicia Galarza, cuya inspiración Joanne Chesimard huyó hacia Cuba luego de escapar de una sentencia perpetua por matar a un oficial de Policía. Después de que Fidel Castro muriera, BLM proclamó, “Hay un gran sentimiento de pérdida… debemos… unirnos por la defensa de El Comandante… mientras aspiramos construir un mundo en una visión de libertad y paz que solo es posible con justicia”.
En el trabajo de 1971 de su autoría, Reglas para Radicales, Saul Alinsky escribió: “Todos los asuntos deben ser polarizados… Uno actúa decisivamente solo en la convicción de que todos los ángeles están del lado de uno y todos los demonios del otro… Nosotros explotamos [el racismo] para nuestros propios propósitos.”
Consistente con un típico asalto totalitario, el movimiento socialista utiliza la raza para dividir el país. Los organizadores demonizan a sus enemigos: Trump, funcionarios federales y la Policía. BLM y Antifa son el brazo operacional del movimiento socialista. Se infiltran en protestas pacíficas para hacerlas violentas. La violencia prepara al país para el líder de mano dura —el totalitario— que restaure el orden.
Usando la supuesta injusticia racial como una herramienta separatista, no un asunto a resolver, los organizadores del movimiento bloquean las negociaciones demócratas con el senador republicano Tim Scott con respecto a su proyecto de ley para reformar la vigilancia policial. Scott ofreció a los demócratas todas las enmiendas que ellos quieran y dijo que estaba dispuesto a escuchar todo lo que ellos propongan. Los demócratas y sus aliados respondieron llamando a su esfuerzo simbolismo, un insulto racial para Scott. Una reforma real con el enemigo negaría la demonización y destruiría la revolución.
R.H. Lossin, quien tiene un doctorado de la Universidad de Columbia, ha escrito “En defensa de la destrucción de propiedad” para The Nation. Ella explica que “el objetivo de estas protestas es el desfinanciamiento de los departamentos de Policía racistas y asesinos… La destrucción de la propiedad debe ser integral para el éxito de la actual sublevación… porque esta es coercitiva… gran parte de nuestra riqueza nacional fue creada mediante expropiación violenta… y trabajo forzoso”.
Las exclamaciones de “sin justicia, no hay paz” y “el silencio blanco es violencia” son una intimidación. Todos deben participar o serán juzgados como racistas. Los demócratas y sus aliados en los medios de comunicación, hasta la semana pasada, daban su aprobación tácita.
La agresión en Kenosha, Wisconsin, fue el punto de quiebre. Las personas en los estados indecisos cruciales para la elección generalmente ven a Nueva York, Chicago, Seattle y otras ciudades grandes como lugares lejanos y ajenos que no tienen nada que ver con ellos. El atentado en Kenosha, una ciudad pequeña de 100,000, es distinto. Elegir a los demócratas expandirá la violencia a lo largo del país.
CNN ignoró su estrategia común con Biden de calificar a los disturbios de protestas pacíficas luego de notar que las encuestas y los focus groups se voltearon en contra de Biden y a favor de Trump. Luego de casi 90 días de silencio, Biden y Harris condenaron la violencia la semana pasada. Harris ha dicho que las protestas podrían y deberían continuar.
La nueva estrategia del movimiento socialista es culpar a Trump por la violencia. La secretaria de prensa Kayleigh McEnany comentó “que es como el pirómano culpando al bombero”. Las autoridades federales han detenido la violencia donde sea que las autoridades estatales lo han solicitado, incluyendo en Kenosha.
Los demócratas y sus aliados quieren que nosotros creamos que Biden terminará con la violencia si es elegido, pero lo contrario es cierto. Lossin sostiene que los manifestantes están comunicando con santo y seña: “Cuando lo quitamos o lo quemamos, nosotros estamos recuperando lo que es nuestro”. Biden es un frente para los socialistas radicales, mientras que Trump es su enemigo número uno.
El oportunista racial Al Sharpton y sus camaradas sabían que tenían que hacer su manifestación en Washington, DC, el agosto 28, libre de violencia. Incluso así, el activista BLM Frank Nitty gritó, “¡Esta es una revolución!”. La muestra viva de su naturaleza violenta antiestadounidense es su constante rechazo a colaborar con los republicanos para mejorar la vigilancia policiaca.
Los demócratas prometen justicia social y salud y educación gratuitas. Esto nunca puede resultar de sus herramientas revolucionarias de división y violencia. Estas solamente conducirían hacia la reconfiguración de Estados Unidos a la imagen de Cuba, Venezuela, Nicaragua y otras sociedades similares que se encuentran en un callejón sin salida.
Los estadounidenses verán al programa marxista por la manipulación que es, y decisivamente lo rechazarán.
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