Resignación

Decimotercer fragmento de “Hermanos de vez en cuando”

Guerrilleros anticastristas en las montañas del Escambray, a principios de 1960'

Recuerda a tu mujer e hijos

La Habana. El Moro era uno de los compañeros de confianza de Emi, un libanés fuerte que borboteaba humor. De día era inspector de los autobuses de La Habana y, en todo momento, el más confiable de los conspiradores. A fines de mayo de 1960, el Moro le hizo una visita a Emi.

—Doctor, tengo un mensaje de Plinio —dijo—. Tienes que ir lo antes posible a verlo.

—Está bien —le dijo Emi—, voy de inmediato.

Después de un viaje de siete horas hasta el Sanatorio de Topes de Collantes y luego de una escalada de varias horas a través de un terreno montañoso de espesa vegetación que tuvo que despejar con un machete, Emi llegó a un campamento que se parecía mucho a las imágenes de los héroes guerrilleros de Castro en los afiches. Plinio Prieto, un comandante en la guerra contra Batista y ahora compañero de la resistencia anticastrista, había establecido un escondite guerrillero en la Sierra del Escambray, una cadena montañosa en el centro de la isla. Emi estimaba mucho a Plinio. A diferencia de otros luchadores cubanos, era genial y metódico. No exageraba, era poco expresivo y las emociones no influían en sus juicios. Su coraje era lo opuesto a la bravuconería. Algunos lo llamaban Plinio el Frío, tal vez porque su calma los hacía temblar; parafraseando a Víctor Hugo, era al mismo tiempo tan caliente como el fuego y tan frío como el hielo.

—Nuestra base se está desarrollando —le dijo Plinio a Emi frente a sus hombres—. La gente nos está ayudando. Muchos se sienten traicionados por la revolución. Los niños que se unieron al Ejército Rebelde y fueron a La Habana regresan con quejas sobre el adoctrinamiento comunista y la propaganda antiamericana. Tenemos hombres listos para pelear, pero no tenemos armas. Al tomar el poder, Fidel había ordenado que todos los que luchaban contra Batista debían entregar sus armas al nuevo régimen. “¿Por qué alguno de nosotros quisiera tener armas?”, había dicho. En su discurso inaugural repitió la frase varias veces: “¿Armas para qué? ¿Armas para qué? ¿Armas para qué?”. En toda la isla, hombres y mujeres de todas las facciones entregaron sus armas.

Cuando lo hicieron, las tropas de Fidel eran la única fuerza en Cuba con armas. Cualquier otra persona que quisiera emprender una pelea debía comenzar acopiando armas, lo cual no era una tarea fácil.

—Tenemos algunas armas en La Habana —dijo Emi—, pero solo las que la gente guarda como recuerdo, no las suficientes para equipar una fuerza de combate.

hermanos lulu—Entonces tienes que ir al extranjero de inmediato. Necesitamos armas para 150 hombres y no podemos perder el tiempo. Lleva tu radio de onda corta. Mantennos informados. Nosotros haremos lo mismo.

De vuelta a casa, Emi se movió rápida y cuidadosamente. Escribió cartas cordiales a sus empleadores: una comisión reguladora del Gobierno a la que sirvió como abogado y a su alma mater, una escuela secundaria superior llamada Instituto del Vedado, donde enseñaba inglés.

Ambas eran entidades oficiales y Emi no podía dejarse capturar. Pidió permiso para ausentarse unos pocos días a fin de explorar una perspectiva de trabajo en Estados Unidos. Mientras escribía, las tradicionales relaciones de Cuba con Estados Unidos se desvanecían. Así que agregó una condición más para mantener la incertidumbre general. Si estaba fuera por más de un mes, pedía que se le considerara como una renuncia.

A su esposa Pelén y a su suegra, la doctora S., colega del Instituto del Vedado, les hizo la misma historia. No quería involucrarlas en ningún peligro. Por supuesto, omitió la parte de la renuncia. No importa la circunstancia, un hombre no renuncia a su familia. Su esposa e hijos lo ataron a la raza humana. Sin ellos, sería un animal.

Esta selección es de Hermanos de vez en cuando de David Landau. El libro, incluido todo el material que contiene, tiene copyright 2021 de Pureplay Press.

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David Landau

David Landau, the Impunity Observer's contributing editor, is the author of Brothers from Time to Time, a history of the Cuban revolution.

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