Nombres para el escenario

Decimocuarto fragmento de “Hermanos de vez en cuando”

Una pegatina para el senador John F. Kennedy, el principal candidato demócrata a la presidencia en junio de 1960.

Una pegatina para el senador John F. Kennedy, el principal candidato demócrata a la presidencia en junio de 1960. (Wikimedia Commons)

Máscaras de espionaje

Junio de 1960. Desde el departamento de sus padres en Arlington, Emi telefoneó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en donde había establecido un contacto poco tiempo después de su visita al FBI.

—Soy el hombre de Cuba con el que habló hace un par de meses —dijo Emi.

—¡Lo recuerdo bien! —respondió el hombre de la CIA—. No todos los días entra alguien a nuestro edificio por la puerta principal y grita por el vestíbulo:

“¡Me gustaría hablar de Cuba!”.

—Prometí que volvería a visitarlos —le recordó Emi.

—No tuve duda. ¿Cuánto tiempo estarás en la ciudad?

—Podría estar siete días o siete años.

—¿Estás en Arlington?

—Tienes buena memoria.

—Se la debo a mi entrenamiento. ¿Podemos vernos mañana?

—Por supuesto.

—Muy bien, te esperaré. Y trae tu maleta. Te necesitamos en este lado del río.

Era un progreso. Habían investigado su historia y descubrieron que podían tenerle confianza. Al día siguiente, en la habitación de un hotel, en Washington, el hombre de Emi le presentó a otro

—A partir de ahora él será tu contacto.

Emi hubiera deseado que él continuara siendo su contacto el que ya conocía, pero ese tipo de apego no tenía sentido y lo olvidó rápidamente.

—Por favor, llámame J. B. —dijo el contacto extendiéndole la mano.

—Un placer conocerlo —dijo Emi, a la vez que recibía y devolvía el firme apretón. Le gustaba su presencia, pero se sintió incómodo con el nom de guerre. Él conocía ese nombre porque era el título de la obra de Archibald MacLeish, y no le gustó la coincidencia. J. B. era la historia de Job recontada para el escenario de Broadway.

—¡Tu inglés es excelente! ¿Y cómo te llamaré? —preguntó J.B.

—Brand.

—¿Como el personaje de Ibsen?

—Sí, parece que ambos las hemos tomado del teatro.

J. B. sonrió. Era un hombre alto y delgado, bien arreglado, patricio, altamente educado y un poco anodino.

—Te pareces a alguien que conozco —le dijo Brand.

—En realidad me parezco a todos —respondió J. B.

“Por supuesto”, pensó Brand. “Este hombre es el agente perfecto: una cara en la multitud. Y él lo sabe.”.

​Brand le dio a J. B. un informe completo de la situación cubana. Argumentó que los mejores aliados de Estados Unidos en la situación actual eran aquellos que habían luchado antes contra Batista, es decir, contra el aliado de Estados Unidos. Además de tener experiencia en la lucha, eran personas de principios cuyos objetivos habían sido traicionados por Castro. Querían derrocar al régimen por las mismas razones que los estadounidenses.

J. B. no dijo nada contra la idea; parecía estar al tanto de ella. Brand lo recibió como señal de empatía sobre la situación actual.

hermanos lulu—Plinio me pidió que me mantuviera en contacto con él por onda corta, pero no he podido hacerlo.

—En eso podemos ayudarlo —dijo J. B.

—¿Es verdad? —preguntó Brand, incrédulo.

—También estamos dispuestos a ofrecerle un contrato y salario de agente

—agregó J. B., yendo directamente a su objetivo y aparentando ignorar la incredulidad de Brand.

—Mira, J. B., vine hasta aquí porque soy un cubano que está luchando por Cuba. Estoy preparado para trabajar con ustedes aquí y en Cuba. Más que todo, y de manera urgente, necesito armas.

—Las armas llegarán allá, Brand. No tengas dudas al respecto. Pero primero necesitamos tener fuerzas en el lugar.

—Nuestra gente ya está en el Escambray. Comenzarán a pelear tan pronto tengan armas. Además, contamos con un grupo que se está formando en Pinar del Río. Creo que tenemos una oportunidad si nos movemos con rapidez. Castro pronto será imbatible. No tengo que decirte que el tiempo apremia.

De hecho, no tuvo que decirlo. Mientras J. B. mantenía su rostro en perfecto orden, Brand sentía la presión del otro hombre por su respiración y los movimientos bruscos y tensos de sus manos.

—Tú haces tu parte y yo la mía  —dijo  J. B.—. Mientras tanto, no te preocupes por los fondos. Cualquier dinero que necesiten para organizarse, lo tendrán.

—Quiero apoyo político para nuestro grupo en caso de que tengamos éxito.

—También tendrás eso.

Su reunión terminó cuando J. B. salió de la sala. Brand permanecería en el hotel hasta que la CIA lo volviera a necesitar.

Esta selección es de Hermanos de vez en cuando de David Landau. El libro, incluido todo el material que contiene, tiene copyright 2021 de Pureplay Press.

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David Landau

David Landau, the Impunity Observer's contributing editor, is the author of Brothers from Time to Time, a history of the Cuban revolution.

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