Cómo los marxistas utilizan la polarización para destruir a Estados Unidos

Su éxito solo trae enemistad y sufrimiento

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Estados Unidos ha prosperado porque su libertad promueve el debate riguroso y la competencia, anatemas para el marxismo. (Flickr)

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Nota del autor: El siguiente artículo se refiere a la estrategia marxista en Estados Unidos. Entender lo que está sucediendo allí arroja luz sobre el apoyo del régimen de Joe Biden a socialistas criminales que intentan imponer una dictadura en Guatemala.

Según una encuesta de Quinnipiac del 6 de octubre, el 80 % de los demócratas aprueba y el 10 % desaprueba a Joe Biden. De los republicanos, el 4 % lo aprueba y el 94 % lo desaprueba. Esta amplificación de las diferencias entre los simpatizantes de cada partido proviene de una polarización intencionada que es la estrategia marxista para crear una dictadura.

En su obra emblemática de 1971, Rules for Radicals, Saul Alinsky escribió: “Todas las cuestiones deben ser polarizadas… Uno actúa con decisión solo con la convicción de que todos los ángeles están en un lado y todos los demonios en el otro”. Al entender la tendencia humana a culpar al otro, los radicales demonizan a sus adversarios como racistas, homófobos, xenófobos, fascistas, terroristas, etc. La opción binaria de Alinsky entre el bien y el mal divide a la sociedad en víctimas y opresores, promoviendo el miedo y el odio hacia los opresores.

Ningún grupo de seres humanos es del todo malo o del todo bueno. Debemos considerar a las personas como individuos. Sin embargo, el marxismo aplasta al individualismo para que sus seguidores —idiotas útiles, como los llamaba Vladimir Lenin— no consideren los argumentos de más allá de los fieles.

Estados Unidos ha prosperado porque su libertad promueve el debate riguroso y la competencia, anatemas para el marxismo.

Habiendo abandonado su disfraz de moderado, el régimen de Biden confabula con sus aliados en las grandes empresas y sus medios de comunicación para silenciar el discurso opositor, por ejemplo con relación a impugnaciones de la elección de 2020. Para aumentar la polarización, los aliados del régimen promueven mentiras y suprimen la verdad, tal como las revelaciones sobre el portátil de Hunter Biden.

A pesar de promesas de unidad durante su campaña de 2008, Barack Obama se convirtió en el divisor en jefe. La fundadora de Black Lives Matter (BLM), Patrisse Cullors, dijo en un vídeo de 2015: “Somos marxistas entrenados”. Posteriormente, Obama invitó a activistas de BLM a la Casa Blanca y dijo: “Son mucho mejores organizadores de lo que yo era cuando tenía su edad…. Estoy seguro de que van a llevar a Estados Unidos a nuevas alturas”.

Fuimos testigos de esas violentas nuevas alturas en 2020. Los medios de comunicación aliados a los demócratas, parados frente a edificios en llamas, los caracterizaron como protestas pacíficas.

El espionaje ilegal de Obama a la campaña de Trump, que los aliados mediáticos demócratas han barrido bajo la alfombra, fracasó en 2016. Trump representaba una amenaza existencial para la transformación socialista de Obama en nuestro país y para el control del Gobierno por parte de los burócratas federales. También era una amenaza para los propietarios de los medios de comunicación y otras grandes empresas debido a sus políticas de comercio con China.

La camarilla de demócratas, oligarcas y el Estado profundo tenían que demonizar a Trump. Esto evitó que sus bases reconocieran que las políticas de Trump expondrían al globalismo como perjudicial para los trabajadores y las pequeñas empresas estadounidenses. Los demócratas convirtieron la operación de espionaje de Obama en el bulo de la colusión con Rusia y demonizaron a Trump durante casi tres años como supuesto agente de Putin.

La camarilla retrató absurdamente a Trump como un racista sin pruebas y a pesar de las voluminosas pruebas contrarias. Después de que Robert Mueller no encontró nada sobre Trump y fue desacreditado, la camarilla no admitió ningún error. Pasó a la siguiente demonización: el juicio político por una llamada telefónica inocua.

Con Trump fuera del poder, la camarilla creó la falsa narrativa de que los eventos del 6 de enero en el Capitolio fueron una insurrección. Además de no encajar en ninguna definición razonable de insurrección, han surgido pruebas de que las autoridades dejaron entrar activamente a los manifestantes en el Capitolio. La demonización se trasladó de Trump a sus partidarios, los 75 millones que votaron por él.

La camarilla está ahora demonizando a los que no se han vacunado contra la COVID-19. Esto parece contraproducente para la camarilla, ya que los negros, cuya tasa de vacunación es menos de la mitad que la de la población estadounidense, votan mayoritariamente a los demócratas. Sin embargo, la polarización requiere una demonización constante para mantener a su base agitada, enfadada y temerosa para asegurarse de que no vean la verdad: que son peones de una agenda política que está convirtiendo al país en una dictadura.

Ahora la camarilla demoniza a los padres que se oponen a que sus hijos sean propagados con la divisiva y racista teoría crítica de la raza. America First Legal envió una carta al inspector general del Departamento de Justicia, Michael Horowitz, pidiéndole que investigue el memorando del fiscal general Merrick Garland que moviliza al FBI contra los padres. El presentador de televisión Mark Levin ha acusado a los funcionarios de Biden de conspirar con un grupo externo, la National School Boards Association, cuya carta sirvió de base para el memorando de Garland.

La ira, el odio y el miedo que la camarilla genera entre sus seguidores los lleva a creer que los padres que protestan son terroristas domésticos y a aceptar el abuso de poder gubernamental contra ellos. Los seguidores aceptan los antiestadounidenses mandatos de vacunas, a pesar de su beneficio marginal en este punto de la pandemia, debido a la demonización de los llamados antivacunas. La razón y la evidencia son irrelevantes.

Biden, con problemas cognitivos, no lidera este asalto totalitario. Es un político corrupto de inteligencia media que ha servido a la camarilla. Su administración está llena de gente de Obama, siendo la más perniciosa Susan Rice. Obama llevó la polarización a un nuevo nivel mientras era presidente y probablemente todavía dirige la operación.

Los demócratas y sus partidarios de hace años no habrían aceptado la censura del Gobierno y el abuso de poder, incluida la privación de los derechos individuales. Ahora lo hacen debido a la polarización intencionada que sus proveedores saben que conduce al caos y a la violencia. Esto crea apoyo para un gobierno autoritario que promete arreglar las cosas.

Todos —republicanos, demócratas e independientes— debemos darnos cuenta del asalto que sufrimos y que, si se lleva a donde los manipuladores quieren, nos perjudicará a todos. Veamos a través de la cortina de humo de la polarización y preservemos la libertad de todos, para que podamos volver a un debate sano y vigoroso.

Steven Hecht

Editor at Large Steve Hecht is a businessman, writer, and film producer, born and raised in New York. He has lived and worked in Guatemala since 1972. He holds a Bachelor of Arts in Economics and a Master of Business Administration in Banking and Finance, both from Columbia University. He has worked on development projects in Guatemala to help the country leave its underdeveloped state and reach its great potential. Realizing the misconceptions prevalent about Guatemala and Latin America in the outside world, he has written for the Washington Times, Daily Caller, Fox News, Epoch Times, BizPac Review, Washington Examiner, Frontpage Mag, New English Review, PanAm Post, and PJ Media. He has appeared as a guest on national American media networks and programs, including the One America News, Newsmax, and The Lars Larson Show. Steve’s reporting has included meeting with coyotes, the human smugglers who have ferried millions of illegal immigrants into the United States via Guatemala’s 595-mile border with Mexico.

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