El colapso de gobiernos en Irán, Nicaragua y Afganistán en 1979 condujo a un caos regional e internacional. Casi 40 años después, esos países siguen siendo desafíos a encarar para sus vecinos y el mundo.
Desde entonces, estos conflictos han dejado guerras y más de 2 millones de muertes, varios millones de refugiados desplazados y atrocidades contra los derechos humanos. Irónicamente, los tres regímenes colapsaron durante el mandato del presidente estadounidense cuya bandera en política exterior eran los derechos humanos: Jimmy Carter. En Irán y Nicaragua, entonces antiguos aliados de EE. UU., las fuerzas revolucionarias del caos prevalecieron con la aprobación de Carter.
A diferencia de Irán y Afganistán, Nicaragua ha estado mayormente fuera de las noticias internacionales desde que su guerra civil terminó en los años 90. Sin embargo, el mes pasado, fue “reelecta” en otro comicio fraudulento una versión mucho más parasítica del mismo régimen sandinista que Carter apoyó en 1979. Canadá, Estados Unidos, la mayoría de los regímenes europeos (incluyendo a los socialistas), y muchos otros en el hemisferio occidental han condenado el fraude.
Tras perder las elecciones presidenciales en 1990, Daniel Ortega volvió al poder en 2007. En aquel entonces la reelección presidencial era inconstitucional. El hecho de que el fraude de 2021 haya sido la cuarta elección consecutiva de Ortega resume la evolución al estado de cosas actual. Ortega ha estado en el poder por más tiempo que Anastasio Somoza García, el fundador de la dinastía que Carter ayudó a Ortega a derrocar.
Nicaragua tiene una larga historia de caudillos violentos y corruptos. Si bien es pequeño y no es Irán ni Afganistán, Nicaragua tiene un alto valor estratégico. Los sandinistas recientemente han otorgado a una empresa china los derechos de construir un canal interoceánico el triple de largo y el doble de ancho que el Canal de Panamá.
Decepcionantemente, el dictadorzuelo sandinista ha superado a la política exterior de varias presidencias de Estados Unidos. Como las fechorías de Ortega se extienden durante varias administraciones, debemos examinar al Departamento de Estado.
Esta institución, por encima y más allá de cada administración, ejecuta la política exterior. Debido a que Nicaragua ha estado mayormente fuera del radar de la comunidad internacional, los presidentes estadounidenses no se han salido de la estrategia inercial. Los intereses vitales en ese país centroamericano siguen siendo los mismos: mantener la paz y la seguridad regional y la promoción del desarrollo y la cultura democrática.
Sin embargo, gracias a la ayuda de La Habana y de Caracas, Ortega ha burlado a los estrategas del Departamento de Estado incluso antes de su regreso al poder. Estos aparentemente han dejado pasar dichos de Ortega que ellos querían que él dijera mientras mantenía su retórica antiyanqui, incluso en territorio estadounidense.
Ortega cooperó con iniciativas claves de Estados Unidos cuando estas le beneficiaban a él. Se sumó a cualquier programa en alianza con agencias estadounidenses para combatir la pobreza, afianzar derechos de propiedad, consolidar derechos humanos, promover el libre comercio, mantener la seguridad hemisférica, combatir al narcotráfico, consolidar las instituciones democráticas y ayudar al desarrollo económico, siempre y cuando hubiera dinero de por medio.
Mientras tanto, Ortega vivía en propiedades de lujo confiscadas, amañaba elecciones, pisoteaba derechos humanos, concentraba toda la prensa tradicional en manos de su familia y socavaba la seguridad regional al acercarse a China y Rusia. También hizo la vista gorda o directamente ayudó a traficantes, sistemáticamente desmanteló las precarias instituciones democráticas que él heredó en 2007 y persiguió y encarceló a todos los opositores creíbles.
Ortega impulsó el comercio mientras presidía el segundo país más pobre del hemisferio. Volvió a militarizar al país y sus instituciones, politizó a la Policía y las Fuerzas Armadas y creó grupos armados paraestatales (sin uniformes) para intimidar y asesinar a ciudadanos. Al menos tres rivales políticos con altas chances presidenciales han muerto repentina y misteriosamente cuando se acercaban los ciclos electorales desde 2006: Herty Levites, Alexis Arguello y Antonio Lacayo de problemas cardiacos, suicidio y accidente de helicóptero, respectivamente. Una reciente promoción de casi 20 potenciales rivales políticos son hoy prisioneros políticos. Su situación es desconocida.
Básicamente, Ortega se ganó la buena voluntad del Departamento de Estado al decir lo que a ellos les gustaba mientras él hacía lo contrario —y generalmente ha logrado salirse con la suya.
No es que él los haya engañado. Casi todos los informes del Departamento de Estado (o del Congreso) señalan muchas de las falencias de Ortega. Sin embargo, las críticas rápidamente dan paso a excusas, las cuales también son de ellos, que señalan que él no es ni un ayatolá, ni un talibán ni un Castro. Él acepta el libre comercio, dicen; es tan solo un populista que ayuda a los pobres. En el mejor de los casos, ha habido un cruce de palabras entre ambos países para aplacar a sus audiencias domésticas pero sin ningún valor práctico.
Todo esto no quiere decir que tropas estadounidenses deberían haber desembarcado en Nicaragua varias veces desde 2007. En última instancia, son los nicaragüenses los responsables de haber parido a otro tirano. Sin embargo, en cuanto a preservar la estabilidad y consolidar la cultura democrática, el Departamento de Estado ha fallado en Nicaragua. Se ha visto sobrepasado por un dictadorzuelo pese a las actuales sanciones.
Dichas sanciones son muy tardías. El régimen Ortega-Murillo ha logrado cerrar su puño de hierro alrededor del pescuezo de Nicaragua. La farsa del diálogo con opositores luego de su supuesta reelección apenas se sostiene mientras continúan los secuestros de opositores y la persecución de la prensa independiente. Ortega-Murillo se arriesgan a someter al país a una nueva guerra civil, desestabilizando a toda la región y dañando decenas de miles de vidas más.
La política exterior de Estados Unidos no ha podido evitar que el clan mafioso Ortega-Murillo retroceda al país a condiciones pre-1979.
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