El presidente Donald Trump logró un acuerdo de “tercer país seguro” con el presidente saliente de Guatemala, Jimmy Morales, el 26 de julio. Pese a que el ganador de la segunda vuelta de la elección presidencial, Alejandro Giammattei, no ha respaldado el acuerdo, su responsabilidad de gobernar lo hará cambiar una vez que asuma su cargo en enero.
El acuerdo ha despertado la oposición de los demócratas en Estados Unidos y los izquierdistas en Guatemala, pero por razones diferentes. Como parte de su estrategia de campaña para las elecciones de 2020, los demócratas quieren que sigan llegando a la frontera estadounidense los ilegítimos solicitantes de asilo y así pintar a Trump como un racista antiinmigrantes que les alberga en condiciones miserables.
Sin respuestas a varios aciertos de Trump, los demócratas solo pueden recurrir a esa demonización.
Esto estuvo claro cuando los demócratas atacaron agresivamente al senador republicano Lindsey Graham, luego de que el Comité de Justicia del Senado que preside promoviera una ley para limitar las solicitudes de asilo. El sistema actual fomenta solicitudes falsas de asilo, puesto que cualquier extranjero que alegue persecución tiene derecho a una audiencia ante un juez.
El tiempo de espera puede ser de varios años. Aquellos con niños solamente pueden estar retenidos por 20 días y luego son liberados hasta que se les convoque a la audiencia. Esta es una puerta abierta a Estados Unidos para migrantes que no califican para el asilo. El asilo sirve para proteger a los individuos de una persecución, pero casi todos los migrantes que lo solicitan están buscando trabajo, no huir de una persecución. Solo la política partidaria insensata permitiría a tantos extranjeros ingresar a Estados Unidos bajo falsas pretensiones.
Los demócratas, sin embargo, sacan provecho de las imágenes de los migrantes como parte de su difamación contra Trump. No se preocupan de los asuntos de seguridad o del sufrimiento de aquellos a quienes incentivan a migrar hacia Estados Unidos a sabiendas de que es un viaje arriesgado.
Trump ha cerrado el acuerdo con Guatemala para esquivar el vergonzoso obstruccionismo de los demócratas. El acuerdo significa que el Gobierno de Trump puede negar las audiencias de asilo a cualquier extranjero que haya pasado a través de Guatemala.
La izquierda internacional y los demócratas trabajan juntos. No hay nada más importante para ellos que vencer a Trump en 2020. Los socialistas en Guatemala y en Estados Unidos, incluyendo los medios de comunicación aliados, se juntaron pero fallaron en detener el acuerdo de Trump con Guatemala.
La presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi visitó Guatemala el pasado jueves, tres días antes de la elección, y se reunió solo con socialistas que se oponían al acuerdo. Sus camaradas querían que los guatemaltecos interpreten los encuentros como un apoyo del Gobierno estadounidense a la candidata socialista, pero el engaño no funcionó. El voto en contra de Sandra Torres en la segunda vuelta del 11 de agosto fue rotundo.
El principal argumento socialista —una cortina de humo— es que Guatemala no puede dar cabida a tantos migrantes, pero la nación centroamericana no enfrentará tal carga. Quienes migran por razones económicas no pedirán asilo en Guatemala, ya que están yendo a Estados Unidos por trabajo y en Guatemala no hay empleos atractivos.
La Corte de Constitucionalidad en Guatemala, que tiene la última palabra en asuntos judiciales, puede anular el acuerdo, declarándolo inconstitucional. El escándalo resultante revelaría la intervención del Gobierno Obama-Biden en 2016 para asegurar el control de la Corte en función de la toma socialista de Guatemala.
Obama cambió la política exterior de los últimos diez gobiernos y acogió al régimen cubano castrista, incluso instalando una embajada en La Habana. También apoyó a los sucesores de grupos guerrilleros a lo largo de América Latina que fueron creados y financiados por el Departamento América de Castro. Los cubanos continúan la agenda marxista de la región; tan solo miren a Venezuela.
Para lograr el acuerdo con Morales, Trump amenazó imponer aranceles y restricciones de viaje a los guatemaltecos. Lo principal fue la amenaza de imponer una tasa a las remesas hacia Guatemala, que suman $9 mil millones anuales o 12 % del PIB del país. Ningún presidente guatemalteco que depende del apoyo de su pueblo puede oponerse a un acuerdo inofensivo y luego resistir a tamaña represalia de Trump.
El nuevo presidente no tendrá elección y deberá apoyar el acuerdo.
El beneficio para Guatemala es un acuerdo paralelo que incluye un programa de trabajadores visitantes con visas H-2A. Los guatemaltecos podrán trabajar legalmente en Estados Unidos y volver a su hogar después. Giammattei puede hacer mejoras a este acuerdo para reducir la pobreza e impulsar el desarrollo. También puede lograr lo que Morales no ha podido: proponer el cambio de la política exterior Obama-Biden hacia una que promueva la aplicación de la ley, en provecho de Trump y Estados Unidos. Trabajando en conjunto para un beneficio mutuo, Giammattei y Trump pueden impulsar el desarrollo de Guatemala y reducir significativamente el tránsito de migrantes y drogas ilegales.
Si trabajan en conjunto pueden expandir el acuerdo de “tercer país seguro”, que probablemente será ratificado. El acuerdo está también diseñado para eliminar un problema generado por los demócratas —la puerta abierta para falsos pedidos de asilo— que perjudica a Estados Unidos. Esto ayudaría a la reelección de Trump, que también es clave para una Guatemala estable.
Cuando era vicepresidente, Joe Biden visitó Guatemala tres veces para apoyar a los colectivistas radicales, y Pelosi estuvo en el país la semana pasada. Su plan ha sido provocar el caos, mientras que Trump trabaja por instaurar orden. Guatemala necesita que Trump ayude a poner fin a la imposición socialista comandada primero por Fidel Castro y luego por Obama y Biden.
La versión original en inglés de este artículo se publicó en Washington Times.
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