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Hace casi tres años, el exvicepresidente Joe Biden anunció su candidatura para la presidencia: “Estamos en la batalla por el alma de esta nación”. Escribí en ese momento: “Existe una batalla, pero su lado representa el fin de la nación como la conocemos”.
En el aniversario de lo que él llama una insurrección, Biden tuiteó: “Estamos en una batalla por el alma de los Estados Unidos de América”. Ahora en la Casa Blanca, él está implementando su plan para desmantelar hasta los últimos límites constitucionales sobre el ejecutivo y sobre el control de los demócratas sobre el gobierno federal.
El anfitrión de un show nocturno de Fox News, Greg Gutfeld, dijo que el tuit de Biden “implica un lado bueno y uno malo… con dos equipos… y si estás viendo este show y te gusta este show, estás probablemente en el equipo malo”.
Biden no dejó lugar para duda alguna en su discurso del 11 de enero en Atlanta. Promoviendo el fraude electoral demócrata bochornosa y airadamente, Biden dejó claro que quien se oponga a su agenda radical es un “enemigo doméstico”. Los objetivos, incluyendo medios de prensa, deberían estar preocupados de que el régimen los persiga e ignore protecciones constitucionales.
El desdén de Biden frente a sus oponentes políticos se manifiesta a través de su régimen. El Departamento de Justicia ha prometido actuar frente a padres que piensen que deben tener un rol en la educación de sus hijos, llamándolos terroristas domésticos. El régimen criminaliza a millones de estadounidenses que apoyaron peticiones pacíficas al gobierno después de las elecciones del 2020 a causa de una pequeña minoría que cometió crímenes el 6 de enero de 2021.
El Departamento de Defensa de Biden aplica el mismo criterio para cambiar la lealtad de los militares: de la Constitución al régimen. Para purgar a los oponentes políticos, el régimen impone la racista teoría crítica de la raza y mandatos de vacunación innecesarios e inconstitucionales, dividiendo una organización que requiere unidad.
El deseo de poder dictatorial del Partido Demócrata está claro. La Cámara de Representantes ha aprobado una posible ley inconstitucional para dar a Washington D. C. estadidad e introdujo una ley que garantiza estadidad a Puerto Rico. Aprobar estas leyes significaría cuatro nuevos senadores demócratas. Biden también ha creado una comisión para justificar la adición de nuevos magistrados a la Corte Suprema y permitir a los demócratas acaparar la corte ampliada.
La orwelliana Ley Para el Pueblo de los demócratas federalizaría inconstitucionalmente las elecciones presidenciales, impediría el uso de la identificación del votante y la actualización de listas de votantes. Todo esto sumado al envío masivo de papeletas no solicitadas, facilitarían el fraude.
Los efectos electorales de las políticas de Biden, que han tenido resultados negativos, aterran a los demócratas. Los votantes harán responsables a los demócratas por las fronteras abiertas, el aumento en el crimen, el gasto excesivo que lleva a la inflación y los mandatos de vacunación autoritarios e inefectivos. El cierre del oleoducto Keystone y el apoyo a Nordstream —un oleoducto entre Alemania y Rusia— daña a Estados Unidos y ayuda a Rusia. El retiro de Afganistán, desastrosamente manejado, empoderó a China, Irán y Rusia, causándonos más daño del que será muy difícil recuperarse.
Entendiendo que no pueden ganar elecciones libres este año, los demócratas están desesperados. Ellos pueden prever que sus mentiras y subversión se volverán públicas y que su locura de políticas de género e identidad serán expuestas como colectivismo antiestadounidense. Los demócratas y sus medios aliados han, irónicamente, empezado a decir que su derrota electoral sería el fin de la democracia.
Por un año entero, los demócratas y sus medios aliados han retratado la entrada ilegal al Capitolio como una insurrección. Esta es otra narrativa falsa, como la confabulación entre Trump y Rusia, que intenta demonizar al adversario político. Biden lo usa para perseguir oponentes políticos, y los demócratas ahora lo usan para apoyar su ley que facilita el fraude electoral, para lo cual deben eliminar el filibusterismo en el Senado.
Escribí en 2019: “La actitud de superioridad moral y desprecio hacia los oponentes subyacente al abuso de poder de la administración Obama produjo un resultado aún más aterrador en Guatemala. El equipo de Obama tenía rienda suelta y no se molestó en disfrazar su abuso criminal”.
El objetivo del artículo era que el legado venenoso de Biden, como hombre clave de Obama en Centroamérica, podría volver a acecharlo.
Sin embargo, con sus medios aliados y el Departamento de Estado escondiendo los crímenes de Biden y su hijo Hunter, ellos están por encima de la ley. En cambio, la experiencia de Guatemala era vaticinadora de lo que se vendría en casa. El equipo Biden está eliminando los obstáculos para su abuso irrestricto del poder y tratar de imponer una dictadura.
Los discursos del 6 y 11 de enero de Biden tenían una típica táctica marxista: acusar al enemigo de lo que el marxista exactamente es y hace. Los verdaderos subversivos son los demócratas totalitarios y sus aliados.
Sin efectos positivos de sus políticas, la única forma de mantener el poder para el Partido Demócrata es mediante el fraude electoral y la eventual destrucción de la república constitucional. No pongan atención a sus palabras. Enfóquense en sus acciones. Los derechos individuales, el debido proceso y el gobierno de la gente son obstáculos para la imposición de una agenda minoritaria y elitista del Partido Demócrata en una población que lo rechaza.
Los guatemaltecos en 2021 retrocedieron frente a la criminalidad de Biden. La gente de Biden están haciendo bullying abiertamente al gobierno guatemalteco y apoyando a los criminales allá. Así como en Guatemala y donde sea, el régimen de Biden no retrocederá. Debe ser detenido, lo que incluye reconocer su verdadera naturaleza totalitaria e involucrarse para proteger la libertad.
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