La última caravana migrante que inició el 15 de enero en Honduras no pudo vencer a las autoridades guatemaltecas y mexicanas. Puso a prueba las prioridades del gobierno de Joe Biden, puesto que él no quería aplicar los acuerdos de asilo de Donald Trump con Guatemala, Honduras y El Salvador. En su lugar, Biden presionó silenciosamente a Guatemala y México para detener la caravana.
No obstante, las caravanas continuarán, motivadas por el anuncio de las políticas migratorias de Biden.
Si Biden hubiera permitido que los migrantes entren al país, él hubiera satisfacido a su base política socialista. Sin embargo, hubiera creado un conflicto con aquellos que votaron por él debido al COVID-19, cuyo contagio se hubiera disparado con el ingreso de los migrantes.
Los demócratas y Biden han sido claros a lo largo de su campaña declarando que ellos detendrán las deportaciones y garantizarán ciudadanía y beneficios a los migrantes que ya estén en el país. Los demócratas deben hacer esto para ganar futuras elecciones, una vez que los estadounidenses ya experimenten los resultados negativos de las políticas que ejecute Biden.
Además de aumentar los impuestos y las regulaciones, el gobierno de Biden premiará a sus aliados mercantilistas —quienes fueron indispensables para obtener la presidencia— al restaurar sus privilegios comerciales con China. Ellos exportarán de nuevo los puestos de trabajos que Trump devolvió a los trabajadores estadounidenses.
Cada elemento del conglomerado de Biden —los mercantilistas, medios corruptos, socialistas y servidores públicos— debe cancelar o neutralizar al menos a 75 millones de personas que quieren que regrese la política America-first de Trump. Nuevos votantes inmigrantes pueden lograr esto.
No obstante, las consideraciones políticas requieren que Biden posponga la inmigración masiva. La campaña de Biden tuvo solo dos mensajes: (1) Trump es malvado y (2) él realizó un mal manejo ante la pandemia.
Un evento directamente atado a Biden que acelere el contagio del COVID-19 puede poner en evidencia su duplicidad. La base socialista de Biden y los migrantes centroamericanos, sin embargo, son amigos por conveniencia y desean gratificación inmediata.
Biden anunció el 22 de diciembre que él no quiere dos millones de personas en la frontera sur. Dijo que le tomará seis meses revertir los acuerdos de asilo de Trump y ejecutar las políticas migratorias ofrecidas. Para ese entonces, las vacunas probablemente reducirán el aspecto de alto contagio que acarrearía la inmigración.
Incapaz de convencer a los socialistas y migrantes que tengan paciencia, Biden solamente tiene una vía para evitar disgustar a parte de su base política. Él debe imponerse en privado a las autoridades guatemaltecas y mexicanas para prevenir que las caravanas lleguen a la frontera estadounidense, al menos hasta que esté listo para abrir la frontera como parte de la futura estrategia política de los demócratas.
El presidente guatemalteco Alejandro Giammattei desplegó fuerzas de seguridad la semana pasada —policía y fuerzas armadas— para detener la caravana. Lograron regresar a un gran número de personas a Honduras. Biden habló con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador para asegurar su cooperación.
Sin importar el desenlace de la caravana de la semana pasada, la inmigración masiva ocurrirá porque el conglomerado de Biden necesita contrarrestar la pérdida de votantes que desaprueban las políticas destructivas. El estado legal de los recién llegados no es un impedimento para los demócratas en cuanto a votos. Acabamos de presenciarlo, seguido de represión antidemocrática para impedir y estigmatizar cualquier mención al fraude electoral. Los migrantes ilegales votarán a menos que los estadounidenses se vuelvan conscientes de la verdadera naturaleza de los demócratas y generen presión masiva para prevenir fraude.
El anuncio de Biden de que inmediatamente ofrecerá un rumbo hacia la ciudadanía para todos los ilegales que actualmente se encuentren en el país es atractiva para la ahora dispersa caravana. Muchos otros les seguirán. La provisión prácticamente no tiene límite.
Contribuir a la migración masiva será el factor de empuje. Los países centroamericanos son subdesarrollados por siglos de centralización y abuso del poder. La inseguridad y falta de oportunidades han empujado a millones de migrantes ilegales hacia Estados Unidos. Biden exacerbó esas condiciones cuando fue designado mano derecha de Obama en Centroamérica y lo hará aún más como presidente.
Guatemala es un país clave por su frontera porosa de 956 kilómetros con México. En 2014 y 2015, Biden impuso la prórroga de una comisión criminal de la ONU —la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG)—. La embajada utilizó esta organización como ariete para introducir a los sucesores de las guerrillas apoyadas por Fidel Castro en la función judicial y el Ministerio Público. Aquellos funcionarios protegen grupos armados que controlan áreas rurales, especialmente a lo largo de las fronteras del país, donde prevalece la ilegalidad y, como resultado, no hay control del tránsito de personas.
El expresidente Jimmy Morales expulsó a la CICIG en 2019. Sin la amenaza de intervención de la CICIG, los sucesores de la guerrilla no pudieron imponer a sus aliados dentro de la Justicia cuando los periodos de sus jueces aliados terminen. La dominación judicial es crucial para alcanzar el control absoluto del gobierno.
Los actuales magistrados de la Corte Constitucional (CC), la última palabra en asuntos judiciales en Guatemala, han impedido la designación de los nuevos magistrados. Si esto continúa, ellos probablemente sigan violando la ley y manteniéndose en el poder luego de que su periodo termine en abril para evitar entregar la CC a magistrados que los sucesores de la guerrilla no puedan controlar.
Los sucesores de las guerrillas están esperando que su aliado Joe Biden los vaya a rescatar. Él y los demócratas ya anunciaron que favorecerán a una nueva comisión anticorrupción regional. Al puro estilo orwelliano, la impondrán en los países más débiles y la utilizarán para introducir a presión a sus aliados totalitarios.
Eliminar el espectro de la deportación reducirá las remesas, puesto que los ilegales optarán por no construir bases en sus países de origen. Una capacidad adquisitiva reducida en Centroamérica, sin remesas para gastar y demandar por monedas locales, disminuirá la actividad económica y añadirá otro factor de empuje a la migración.
El equipo de Biden crearía un ciclo de atracción y empuje que se alimente solo, proveyendo un flujo continuo de nuevos votantes que ayuden a los demócratas a mantenerse en el poder y seguir imponiendo su regla unipartidista en casa.
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