La elección del domingo a Alejandro Giammattei como presidente de Guatemala faculta la seguridad de la frontera sur de Estados Unidos. Si su opositora socialista hubiese ganado, Guatemala estaría en el grupo de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Guatemala se hubiera convertido en un adversario, enviando a más migrantes y drogas ilegales hacia EE.UU.
Los funcionarios permanentes del Buró de Asuntos del Hemisferio Occidental (WHA) del Departamento de Estado lanzaron una bala, Estados Unidos y Guatemala la esquivaron. Con la Justicia guatemalteca coaccionada bajo el gobierno de Obama, estos actores del estado profundo han conspirado por cuatro años para hacer a Torres presidente. Pese a la gran ilegalidad que esto ha implicado, los guatemaltecos siguen resistiéndose al socialismo.
El presidente Donald Trump y el Secretario de Estado Mike Pompeo, ocupados con intereses de vital importancia, delegaron la política exterior de Guatemala al WHA. Luego el Secretario Interino de Seguridad Nacional Kevin McAleenan fue a Guatemala en Mayo. Allí, él negoció un acuerdo de asilo para reducir en gran medida el número de personas que se presente en la frontera sur de EE.UU.
El WHA y Arreaga trataron de invalidar el acuerdo y prevenir que Trump descubra y termine con la agenda socialista en Guatemala. Ellos subestimaron la persistencia y las habilidades del presidente. Cuando ellos mal informaron a Trump, diciendo que la Corte guatemalteca no había permitido el acuerdo, Trump amenazó a Guatemala con imponer aranceles de importación, tarifas a las remesas y restricciones de viaje a sus ciudadanos. Finalmente, McAleenan y su contraparte guatemalteca firmaron el acuerdo el 26 de julio.
El acuerdo permitirá que el Gobierno de Trump niegue audiencias de asilo a extranjeros que pasen por Guatemala. Esto aplicaría a casi todas las personas que han llegado recientemente a la frontera sur de Estados Unidos.
Los opositores argumentan que Guatemala no puede absorber a tal cantidad de personas. Guatemala no puede, pero muy pocas irán allá. Aquellos migrantes no están escapando de la persecución, una condición para solicitar asilo; en su lugar, están buscando trabajar. Ellos solicitan asilo porque saben que serán liberados dentro del país, en espera de una audiencia que puede tardar años en llegar. Sabiendo que ahora se les negará su entrada, estos migrantes no tendrán interés de ir a Guatemala y volverán a cruzar ilegalmente la frontera de EE.UU.
El rechazo de los demócratas para reformar los procedimientos de asilo y su oposición ante el acuerdo con Guatemala buscan asegurar que continúe el tránsito de inmigrantes, proyectando a Trump como un racista anti-inmigrantes. El verdadero problema es la seguridad, pero la política demócrata prevalece.
La presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi lideró una delegación de demócratas que viajaron a Guatemala el jueves pasado. Arreaga arregló un encuentro de socialistas para que ella pueda oponerse al acuerdo y promocionar a Torres. Pelosi fue fotografiada junto con dos jueces políticas que frecuentemente violan la ley para cumplir con su agenda socialista. Pelosi las elogió por ser valientes. La política también prevalece sobre la ley para los demócratas, tal como lo hemos visto a nivel nacional.
Giammattei y Trump necesitan estar conscientes de que sus intereses son idénticos —desarrollo y reducción del tránsito de migrantes y drogas ilegales—. La política exterior de Obama privó a los guatemaltecos que residen en las zonas fronterizas con México de oportunidades y les sometió a un entorno de violencia. Para cambiar esto, Guatemala debe terminar con la política del WHA y aplicar la ley a las supuestamente valientes jueces de las que habló Pelosi y a los fiscales del Ministerio Público.
El acuerdo de asilo no será suficiente para la seguridad de la frontera sur de EE.UU. Trump necesita trabajar con Giammattei —y el presidente Jimmy Morales hasta la transferencia del poder el 14 de enero— para crear las condiciones que ayuden a Guatemala a desarrollarse y simultáneamente reduzcan el tránsito de migrantes y drogas ilegales.
Morales no tenía experiencia política antes de asumir su presidencia. Obama y su embajador le tendieron una emboscada. Esto trascendió al mandato de Trump.
Giammattei ha trabajado en el gobierno y esta es su cuarta camapaña presidencial. Trump debe involucrarse en lo que McAleenan ha denominado el cuello de botella para la inmigración ilegal.
Ahora que el secretario asistente del WHA ha renunciado, Trump debe designar un reemplazo que esté dispuesto a pararse fuerte ante los socialistas en el Buró. Trump debe remover a Arreaga inmediatamente y reemplazarlo con alguien que sea de su confianza y que no pueda ser controlado por los socialistas del WHA.
La política exterior de Obama ha sometido a los habitantes rurales de Guatemala al dominio cruel y arbitrario de grupos sucesores de las guerrillas que eran apoyadas por Fidel Castro. Los locales piden a gritos ser libres y tener oportunidades.
La élite guatemalteca ahora sabe que se siente ser víctima de la aplicación arbitraria de la ley. Algunos de ellos se dan cuenta de que el antídoto es el desarrollo que proviene de la competencia basada en el precio y la calidad de los bienes y servicios, y no del proteccionismo gubernamental.
Paradójicamente, Guatemala nunca ha estado tan cerca de establecer el imperio de la ley que ahora. Habiendo esquivado la bala del WHA y Torres, el pueblo y las élites podrían apoyar la formulación de políticas de desarrollo eficiente. Trump debe ayudar a Giammattei a que esto suceda, beneficiando a ambos y a sus países.
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