Si usted piensa que los Demócratas últimamente son un bochorno, espere a conocer sus fechorías en América Latina. Desafortunadamente, casi nadie entre los opositores de los Demócratas, incluyendo a funcionarios del Gobierno Trump, se molesta en prestar atención.
Empecemos por arriba. Los Demócratas han pasado los últimos tres años tratando de destruir la presidencia de Donald Trump. Una de las voces más estridentes que han pedido la cabeza de Trump ha sido la de Joe Biden.
Eso es gracioso, ya que en 2014 y 2015, el entonces vicepresidente Biden viajó tres veces a Guatemala y, actuando en nombre de Barack Obama, ordenó al presidente guatemalteco que mantuviera los servicios de una comisión de las Naciones Unidas llamada CICIG. La CICIG fue una estructura única, anómala y siniestra designada para trabajar en —y en contra de— un solo país.
En contra de toda ley y toda lógica, la CICIG —un grupo mimado por extremistas como Obama y Hillary Clinton— se había convertido en el verdadero gobernante de Guatemala. El presidente electo del país, Otto Pérez Molina, y muchos otros pensaron que había llegado la hora del cese de operaciones de la CICIG. Biden opinaba lo contrario y usaba como chantaje la ayuda de Estados Unidos.
Pérez Molina relató luego a reporteros estadounidenses que había suplicado a Biden que no hiciera pronunciamientos públicos acerca de la CICIG. Aun así, ignorando los deseos del presidente, Biden dijo en una conferencia de prensa: “¡La CICIG se queda, punto!”
En 2015, bajo la presión estadounidense, Pérez Molina le otorgó a la CICIG una nueva prórroga en Guatemala. Cuatro meses después, la CICIG destituyó a Pérez Molina y lo envió a prisión, donde aguardaría un juicio por acusaciones de corrupción.
Hoy, más de cuatro años después, el expresidente guatemalteco sigue en prisión sin condena. Mientras tanto, Biden se candidata a la presidencia de EE. UU. y pide la caída de Trump.
Algo huele mal en los Estados Democrátas de América.
El popular presidente de El Salvador —Nayib Bukele, un político independiente— recientemente se metió en problemas tras ordenar el ingreso de las Fuerzas Armadas al recinto de la Asamblea Legislativa, con quien el presidente tuvo y sigue teniendo un desacuerdo. Los soldados no permanecieron adentro mucho tiempo, y la Justicia emitió órdenes que deberían prevenir otro incidente, pero fue una movida necia que inmediatamente desató la ira de los enemigos extremistas de Bukele.
Un comentario típico vino del congresista estadounidense Jim McGovern (D-MA), uno de los líderes del Partido Demócrata en el Congreso, quien condenó a Bukele en Twitter: “Un cimiento de la democracia es el respeto a la separación de poderes”.
Sin embargo, McGovern tuvo una postura contraria el año pasado en la vecina Guatemala, cuando pidió que la Corte de Constitucionalidad del país cancelara una orden presidencial. Anteriormente, en completa consonancia con la legislación internacional y con sus propios poderes constitucionales, el entonces presidente Jimmy Morales desafió a un poderoso grupo de adversarios y ordenó a la CICIG que dejara el país. McGovern pidió que la corte violara la separación de poderes, anulara la orden del presidente y permitiera que la CICIG continúe operando en el país.
La actual alta corte guatemalteca, cuya autoridad McGovern quería invocar, fue conformada ilegalmente en 2016 por el Departamento de Estado de Obama y por la misma CICIG. Entre otras cosas, la corte confirmó la continuación de fuerzas militares irregulares por todo el interior de Guatemala, donde milicias ilegales imponen una tiranía de corte comunista sobre la población.
El irónico resultado de dichas políticas, las cuales la embajada estadounidense apoya activamente, es crear más miseria y pobreza en Guatemala y expulsar masivamente a personas que engrosan el flujo migratorio que ha estado inundado Estados Unidos.
El hombre que ahora preside la embajada estadounidense en Guatemala, Luis Arrega, pretende ser el emisario de Trump, pero es en realidad el embajador del Partido Demócrata. El año pasado, la embajada proporcionó información falsa a la Casa Blanca durante las negociaciones de un tratado de asilo entre Trump y Guatemala. Felizmente, la naturaleza perseverante de Trump prevaleció sobre la desinformación y se llegó a una conclusión que servía a los intereses de Estados Unidos.
Sin embargo, en esta situación —que continúa— la embajada estadounidense en Guatemala y todos sus cómplices instintivamente actúan en contra de la seguridad de Estados Unidos. Hay que dar las gracias al Partido Demócrata por ello.
¿Qué está sucediendo realmente?
Fidel Castro, cuya forma de pensar es utilizada por los Demócratas, lo resumió así: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”. En palabras y en hechos, los Demócratas demuestran que sus amigos pueden hacer y decir cualquier cosa porque son sus amigos. Quienes no son sus amigos, no se merecen el aire que respiran.
Entre los amigos están los socialistas guatemaltecos, la CICIG, la Corte de Constitucionalidad, las milicias ilegales, el fraudulento embajador estadounidense, etc. Los no-amigos de los Demócratas son: Morales, Bukele, las Fuerzas Armadas debidamente constituidas, y el pueblo común y trabajador de ambos países.
Por supuesto, el mayor no-amigo es el libremente electo, altamente popular presidente de los Estados Unidos.
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