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El régimen de Biden ha ratificado su sesgo hacia el totalitarismo al apoyar a Luiz Inácio “Lula” da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil. Esta última se añade a la lista de acciones que obligan a una derrota plena del Partido Demócrata el 8 de noviembre.
El director de la CIA, William Burns, visitó Brasil en 2021 para insistir en elecciones democráticas, al igual que lo hizo el consejero de seguridad nacional Jake Sullivan un mes después. Biden dio al presidente Jair Bolsonaro el mismo mensaje en junio en la Cumbre de las Américas en Los Ángeles.
Esto no tuvo nada que ver con apoyar la democracia, pero sí tuvo que ver con decir a Bolsonaro que la Casa Blanca lo quería fuera del poder.
La Corte Suprema de Brasil puede hacer casi lo que quiera a quien sea y cuando sea. No está sujeta a la Constitución porque no hay ningún contrapeso efectivo al poder de la Corte. Si los funcionarios de Biden estaban interesados en elecciones transparentes, podrían haberse dirigido a aquellos con el poder de desvirtuar las elecciones: la Corte Suprema y autoridades electorales.
Secretos a voces
Siendo presidente de 2003 a 2010, Lula volvió a ganar el 30 de octubre por un fino margen. A raíz de su último período, Lula fue condenado por la Operación Autolavado –el escándalo de vender bienes estatales por sobornos y lavado de dinero–. El Partido Comunista de China se benefició de la corrupción de Lula y tendrá un papel dominante en Brasil otra vez, con la venia de nuestro presidente.
La Corte Suprema de Brasil tiene once jueces que trabajan hasta cumplir 75 años, sin importar la edad en la que llegan al puesto. Siete de los jueces actuales fueron designados por Lula y su sucesora elegida estratégicamente, Dilma Rousseff. Bolsonaro designó a dos jueces. Michel Temer, quien asumió el poder luego de que Rousseff fuera echada del poder, también designó a Alexandre de Moraes, un conocido oponente de Bolsonaro.
Lula estuvo dieciocho meses en prisión después de una condena por doce años debido a que la Corte Suprema lo sacó de la cárcel por un tecnicismo. Matthew Tyrmand, miembro del Conservative Partnership Institute, llamó a la liberación de Lula para que sea candidato otra vez “un descarado acto de egoísta interés político basado en ningún tipo de jurisprudencia”.
Moraes también es el jefe de la autoridad electoral de Brasil. Este organismo prohibió reportar que Lula fue liberado por un tecnicismo pero que no fue absuelto de corrupción. La autoridad electoral también prohibió llamar “exconvicto”, “ladrón” o “corrupto” a Lula, el contendiente izquierdista.
Biden, sin embargo, todavía apoya a su camarada y llamó a las elecciones “libres, justas y creíbles”.
La estrategia de juego del socialismo internacional
Lula fue el principal compinche de Fidel Castro en el Foro de San Pablo de 1990. Los comunistas cambiaron su estrategia de subversión armada a subversión interna, enfocada en los sistemas judiciales. Su acercamiento ha funcionado excesivamente bien.
El régimen de Biden y sus medios y oligarcas aliados están alineados en contra de Bolsonaro. Incluso el dictador del Partido Comunista de China, Xi Jinping, se unió en apoyo a Lula. Biden y quienes lo apoyan ven una justificación en una justicia y proceso electoral arbitrarios para alcanzar sus intereses. Ellos ni se inmutan por las masivas y espontáneas protestas y denuncias de irregularidades electorales.
Bolsonaro no ha denunciado fraude, pero sus admiradores sí lo han hecho. Los oligarcas globalistas no tienen interés alguno en auditar las elecciones y tratarán de aplastar a los que discrepan.
Las elecciones de Brasil tienen similitudes a las nuestras de 2020, incluso nuestros amigos y enemigos han llamado a Bolsonaro el “Trump tropical”. Los titiriteros de Biden deben envidiar a sus camaradas de Brasil, quienes pueden ignorar las numerosas denuncias de anomalías en sus elecciones. Ellos tienen poder, a diferencia de Biden, para criminalizar el llamar a las elecciones como fraudulentas.
Funcionarios estadounidenses no se aguantan las muestras de amor
El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, apoya la dictadura judicial de Brasil. Él dijo que la gente en Brasil demostró “la viabilidad de su democracia, que en muchas formas es un modelo para el hemisferio”.
Esto sucedió cuatro semanas después de que el secretario de Estado, Antony Blinken, y el ex terrorista y ahora presidente de Colombia, Gustavo Petro —quien tuiteó “Viva Lula” el día después que Lula ganó— dieran una rueda de prensa en conjunto en Bogotá. Blinken dijo: “No podemos combatir la violencia enfocándonos simplemente en hacer valer la ley… Debemos también atacar las raíces de la inseguridad: la corrupción, la impunidad y la desigualdad”.
La obvia corrupción e impunidad de Lula no provocó ninguna crítica por parte de nuestros funcionarios doble cara. Blinken, en efecto, justifica la violencia de aquellos que se sienten victimizados porque otros tienen más que ellos, una posición marxista.
Los estadounidenses no están acostumbrados a una dictadura judicial. Biden comprende lo que esto significa porque él abusó del poder para instalar una de estas en Guatemala, cuando era la mano derecha de Obama. La corte de Biden groseramente violó la Constitución guatemalteca en un esfuerzo por imponer el totalitarismo en el país.
Esto es precisamente por qué los demócratas de la Cámara aprobaron una ley de derechos del votante que hubiese garantizado el fraude de los demócratas el 8 de noviembre y en el futuro. Estuvieron a dos votos en el Senado de pasar la ley y llenar la Corte Suprema con ese tipo de jueces que hay en Brasil y que Biden puso en Guatemala. De haber tenido éxito, la ley de derechos del votante hubiese resistido a los desafíos, y así, nos hubiésemos vuelto un Estado totalitario.
Biden ha violado las libertades en casa y ha apoyado a políticos anti estadounidenses en el exterior. No podemos perder el tiempo si deseamos recuperar y proteger nuestra libertad frente a la tiranía demócrata y globalista. Tenemos la oportunidad de enviar un fuerte mensaje a los tiranos el 8 de noviembre y luego insistir al nuevo Congreso que aplique la ley y que empiece a arrancar la tiranía desde sus raíces.
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