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La división de los republicanos sobre el acuerdo del techo de la deuda entre el presidente de la Cámara Kevin McCarthy (R-CA) y el régimen de Biden es una distracción que ayuda a los demócratas. Nada que los republicanos puedan haber obtenido del régimen antiestadounidense en esta negociación tendrá efectos positivos duraderos a menos que venzamos a los totalitarios en las elecciones del próximo año.
El daño consistente a nuestro país por parte de las políticas domésticas y exteriores del régimen de Biden indica que es intencionado. Si el régimen piensa que podía culpar exitosamente a los republicanos por caer en un impago de la deuda estadounidense a terceras partes, ellos hubiesen buscado quedar con la deuda impaga.
Si el régimen insistía que el Congreso incremente el techo de la deuda sin condiciones, los republicanos se hubiesen enfrentado a una decisión fatal. Para salvar al país que les importa y evitar el desastroso impago de la deuda, los republicanos hubiesen tenido que ceder y lucir débiles.
Al régimen solo le importa mantener e incrementar su poder para crear un Estado con dominio de un solo partido. Para el régimen, una deuda impaga sería una cicatriz más para Estados Unidos que se debería añadir a la lista. Sin embargo, el régimen debería haber concluído que un acuerdo dividiría a los republicanos y una deuda impaga perjudicaría a los demócratas.
Los republicanos deben unirse a pesar de sus diferencias en este proyecto. Deberían estar satisfechos por haber evitado el impago de la deuda e impuesto algunos límites al régimen.
Nada en la negociación por el techo de la deuda puede taclear el problema fundamental al que nos enfrentamos: un asalto totalitario a nuestra libertad. Esto es en lo que los republicanos se deben enfocar en los próximos 17 meses. Tanta gente como sea posible debe entender que su prosperidad depende en regresar al Estado de derecho y los principios universales y sin vigencia que contiene la Declaración de Independencia.
El Reporte Durham ha confirmado la anarquía demócrata en la elección de 2016. Que funcionarios del Gobierno cometan crímenes para influenciar una elección es una subversión.
Una vez que fallaron y Donald Trump fue elegido, el equipo de Barack Obama usó sus siguientes semanas en la oficina para dejar un campo minado a Trump. Los socios del Estado profundo de Obama y exfuncionarios como Brennan, Clapper, Comey y otros congresistas demócratas liderados por Pelosi, Schiff, Nadler y otros expandieron las ilegalidades para socavar a Trump durante su mandato.
Este grupo y los oligarcas con fuertes intereses financieros en China y los medios que les pertenecen se unieron para remover a Trump. Sus acciones en las elecciones de 2020 pueden haber sido hasta más subversivas que aquellas de 2016. Su estrategia nos llevó al régimen de Biden, el Gobierno más corrupto y peligroso en nuestra historia.
La Cámara de mayoría republicana ha adoptado la estrategia correcta para confrontar la amenaza al crear dos comités selectos: uno de instrumentalización del Gobierno y otro sobre competición con China. Los presidentes de las comisiones, Jim Jordan (R-OH) y James Comer (R-KY) del comité judicial y de vigilancia, respectivamente, han sido diligentes para investigar la instrumentalización y el abuso del régimen de Biden.
El régimen está defendiéndose con su estrategia preferida: la satanización de los republicanos MAGA. Con los oligarcas del régimen y sus medios aliados difundiendo propaganda oficial y suprimiendo la verdad, el régimen mantiene a sus seguidores perpetuamente agitados y enojados y con miedo del supuesto enemigo malvado.
Es así como el régimen mantuvo al Senado y perdió de forma ajustada en la Cámara en las elecciones de noviembre. Con unos medios reportando normalmente y el récord desastroso del régimen en todos los frentes, los demócratas hubiesen sufrido la peor derrota en la historia de Estados Unidos.
Su éxito en la estrategia de polarización de Saul Alinsky ha empoderado al régimen. Este cree que puede superar los resultados de noviembre pasado, mantener el ejecutivo y volver a ganar el legislativo el próximo año.
No podemos depender en señalar el récord desastroso del régimen para vencerlo. Debemos exponer y denunciar los crímenes, el totalitarismo, la polarización y los medios del régimen.
Estos medios han escondido y contado a medias los crímenes del régimen que Jordan y Comer han expuesto. Los representantes necesitan ayuda de los comités que supervisan otras ramas del Gobierno federal.
El más vulnerable es el Departamento de Estado (DOS). Considerando que ha manejado su propia política exterior por muchos años, opera en el extranjero y no se lo ha hecho responsable por sus actos, el DOS se ha revelado suficiente a sí mismo en los últimos dos años para que la Cámara exponga su criminalidad.
Hay consenso de ambos partidos en que China es nuestra amenaza externa más grave. El régimen de Biden ha mimado a China a nuestro perjuicio. El DOS ha ayudado a los amigos de China, como Brasil y Honduras, mientras ataca a los aliados de Taiwán, como Guatemala. No podemos resolver el problema de China sin frenar esta traición del DOS.
Mucho más importante que estar discutiendo sobre detalles del techo de la deuda es que el Comité de la Cámara de Asuntos Exteriores (HFAC) reconozca que las acciones dañinas del DOS no son al azar. Estas no son mal guiadas, ni errores aislados, ni incompetencia o mala fe. En cambio, son parte de un patrón permanente, donde burócratas de carrera, que no son elegidos, no se hacen responsables y están intencionalmente traicionando a su país por su agenda personal.
La criminalidad y traición que el HFAC podría revelar empoderan los esfuerzos de Jordan y Comer y hace que investigaciones sobre otras áreas del Gobierno sean más factibles. Esto informaría al público de la necesidad de reformar, lo cual ayudaría en las elecciones del próximo año y, con suerte, ayudarían a un presidente y un Congreso republicano a implementar reformas urgentes empezando 2025.
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