Este 16 de junio en Miami, el Presidente Trump dio un giro a la política de Cuba apoyada por Obama, con un nuevo enfoque que resalta las libertades básicas y la oportunidad personal.
El mismo día, también en Miami, el Vicepresidente Mike Pence se encontró con el Presidente guatemalteco Jimmy Morales para conversar sobre la seguridad y prosperidad en América Central.
Pence reiteró el compromiso que tiene Estados Unidos con los programas de ayuda. Hizo una especial mención al Ministerio de Justicia de Guatemala, así como a la Comisión Internacional en Contra de la Impunidad y la Corrupción (CICIG).
Trump y Pence han dado un paso gigante en las relaciones con Cuba. Sin embargo, para que su política prospere en el hemisferio, primero tienen que limpiar la huella que Obama dejó en Guatemala.
En Morales, Pence halló a un novato político y un ganador inesperado de las elecciones. El presidente de Guatemala ha ejercido ya más de un año sin poner sus manos en las riendas del poder.
Al asumir el cargo en 2016, Morales hizo muy pocos nombramientos para su gobierno. Sabía qué personas quería en el Ministerio del Interior, pieza fundamental del gobierno porque está a cargo de la policía y la aplicación de la ley; pero los candidatos de Morales no fueron del agrado de la embajada de Estados Unidos ni de la CICIG.
El mandato de la CICIG es de proteger a Guatemala de organizaciones extrajudiciales que atenten a las libertades de los ciudadanos. Vinculada a la ayuda financiera estadounidense y designada por las Naciones Unidas, la CICIG no está permitida en involucrarse en la agenda presidencial cotidiana. Asimismo, para la embajada de Estados Unidos, su misión no incluye inmiscuirse en los asuntos internos del país que los hospeda.
Al parecer, eso no les importa.
El predecesor de Morales dijo que no veía problema con el designado como Ministro del Interior: Oscar Platero, un militar retirado cuya experiencia es justamente desintegrar el tipo de organizaciones clandestinas que la CICIG está a cargo de desmantelar.
Pero Platero de repente estuvo fuera de su cargo. Un vocero oficial explicó que el militar retirado no tenía una “relación constructiva de trabajo” con la CICIG.
Nómada, un sitio web progresista, informó que Morales “optó por ceder” el Ministerio del Interior a la coalición que mantienen el Ministerio de Justicia, la CICIG y la embajada de Estados Unidos. Esos partidos, decía Nómada con evidente satisfacción, “estarán tranquilos porque tendrán una contra parte fiable” con el nuevo Ministro del Interior.
Bajo el mandato de Obama, la embajada de Estados Unidos en Guatemala era un puesto de avanzada del activismo radical. Este enunciado se aplica principalmente al actual embajador, Todd Robinson, un remanente de Obama que ahora actúa como si representara a las visiones del gobierno de Trump.
Con la ayuda de los tres embajadores de Obama y el Ministro de Justicia de Guatemala, las milicias guerrilleras se han tomado el lugar de las autoridades legítimas y han extendido su control a lo largo de casi toda la zona rural en Guatemala. Estas milicias son descendientes directas de los grupos guerrilleros entrenados y financiados por Fidel Castro, cuyos partidarios han trabajado por décadas para acabar con la República constitucional de Guatemala.
Las milicias, con las que nos hemos encontrado personalmente, son agentes del empobrecimiento y la destitución. Su poder es brutal, y no tienen oposición. La policía local, que recibe órdenes del Ministerio del Interior, revela que son impotentes de enfrentar a las milicias o de proteger a las personas de las mismas. De acuerdo al alto comisionado de la ONU para los refugiados, Estados Unidos ha visto incrementar el número, en aproximadamente cinco veces, de solicitantes a asilo que vienen de Guatemala, El Salvador y Honduras desde el 2008, debido a la creciente violencia.
El control de las milicias en las áreas rurales de Guatemala es una clara barrera para el programa de Trump y Pence que promueve la seguridad y el desarrollo. Sacarlas de ahí reduciría el flujo de inmigrantes ilegales y de narcóticos a los Estados Unidos. No obstante, el embajador Robinson protege a esas milicias. Luego del ascenso de Trump, tuvo el descaro de anunciar – evidentemente sin el visto bueno de Washington – que nada cambiará en la política estadounidense.
En la reunión de la semana pasada, el vicepresidente Pence no estaba hablando realmente al presidente de Guatemala. El hombre al otro lado de la mesa, en efecto, era el propio embajador de Trump y Pence.
Una opositora de la política de Obama en Cuba y en Guatemala es Cristy López, sus padres cubanos huyeron del régimen de Castro en los años sesenta. Cada miércoles, López y otras mujeres del grupo activista “Guatemala Inmortal” inundan la galería de espectadores en el Congreso, que bajo la presión de Robinson, ahora aprueban medidas que pondrán el poder judicial del país en manos de los radicales.
“Esto es irónico y triste”, mencionó López, “que hayamos tenido que vestirnos de blanco, como las Damas de Blanco cubanas, para ir al Congreso y oponernos abiertamente a los cambios que los grupos izquierdistas vinculados con Castro están tratando de imponer en Guatemala con la ayuda de Estados Unidos”.
Si Trump y Pence desean tener un impacto positivo en Centroamérica, deben deshacer el legado de Obama, un proceso que empieza con retirar a Robinson de su cargo. De lo contrario, la inseguridad en el hemisferio y la ilegalidad de la frontera sur empeorarán rápidamente.
Traducido por Paz Gómez.
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